Salud y kilómetros. Esta es la carta de presentación del triatleta Luis Feliz Cepedal. A sus 41 sabe de sobra lo que significa la palabra sufrimiento, pero también ha saboreado la gloria y ha disfrutado de superar retos a base de horas de entrenamiento y de una cabeza que ha aprendido a priorizar, colocando cada cosa en su sitio. ¿Quién dijo que fuera fácil?
Mientras hablamos, Kai, el hijo de Luis que cumplirá tres años en diciembre, juega con una rana que de vez en cuando insiste en que su padre mire. Ese enano inquieto y parlanchín todavía no es consciente de que papá es el triatleta que tiene la mejor marca de todos los tiempos en la distancia Ironman con licencia asturiana y que su sueño es poder participar el año que viene en el campeonato del mundo de Ironman que se celebra en Kona, Hawaii. Con sus 3,8 kilómetros a nado, 180 en bici, 42,2 a pie y un tiempo límite de 17 horas, esta prueba marca el nivel de todo deportista, aquí no hay trampa posible. En 2016 compitió en este Ironman con una vértebra rota y en 2021 (la prueba se aplazó al año que viene por el Covid) tiene el objetivo de ser el primero en traspasar la línea de meta en su categoría. Recientemente a Luis le han diagnosticado una trombosis cerebral que no ha conseguido detenerle, pero sí tener que adaptar los entrenamientos a su nueva situación.
-Eres profe en un colegio público. ¿Qué es lo que más te gusta de tu trabajo?
-Doy clases a niños de 6 a 12 años en el colegio público Los Pericones, en Gijón. Este año imparto educación física, cultura asturiana y plástica a un grupo de los de sexto, aunque muchos años he sido tutor y les daba prácticamente de todo. No es mi especialidad, pero reconozco que la tutoría tiene sus pros y sus contras. Coges un punto de referencia en el colegio, eres el responsable de un grupo de alumnos y te piden consejo o ayuda, puedes estar más tiempo con ellos intentando educarles como te gustaría. Si solo les doy educación física los veo dos veces a la semana, pasas por todas las clases, pero no coges referencia y muchas veces cuesta coger un control dependiendo de cómo sean los grupos. Dar solo la especialidad es un poco locura porque tienes que ver muy bien las clases que tienes para anticiparte a cómo hacer. Ni hablo ni actúo de la misma forma con los de primero de primaria a los que les organizo una escuela de ninjas y hasta muchas veces me disfrazo, a cuando tienes un grupo de sexto con los que entras en plan serio como un sargento para que te respeten. La educación es divertida a la vez que complicada porque nunca puedes hacer lo mismo. Aquí no existe la matemática pura porque son tantos niños con tantas peculiaridades y especialidades que te obligan a variar un montón de cosas.
«Siempre dije que el deporte nos pone a cada uno en nuestro sitio. Si alguien queda por delante de mí es que es mejor, con lo cual tengo que aplaudirle»
-Este curso ha estado marcado por la pandemia. ¿Cómo valoras el comportamiento de los niños y también de los padres?
-Creo que los niños han sido los grandes olvidados en esta pandemia y los que mejor lo han llevado porque durante la primera fase no han podido más que sacar la cabeza por la ventana. También es cierto que los niños actualmente han cambiado mucho. Cuando yo era pequeño estaba todo el día jugando en la calle, pero ahora tienen muchísimas actividades ordenadas y tuteladas por monitores. Yo creo que el problema que podrían vivir es que se hicieran asociales, de hecho, conozco a varios que ya no querían salir de casa.
-Tras la crisis ¿estamos mejor o menos mal que antes?
-El otro día estuve haciendo surf en San Juan de Salinas y me asusté porque el parking estaba a reventar, no existía ningún control por ningún lado, todo lleno, en la zona de baño había unas trescientas personas… Lo malo es que ya nos hemos olvidado de todo lo que se ha vivido. A no ser que pase algo muy serio yo creo que van a dejar pasar el verano, que la gente gaste el dinero, vaya de vacaciones y después ya veremos qué pasa.
-Vivirla en Asturias ¿ha tenido sus ventajas?
-Nosotros aquí tenemos ciertos beneficios, pero yo pensaba en una gran ciudad, estos pisos que están entre calles a los que no les entra la luz, teniendo en casa niños de doce a dieciséis años… Eso tuvo que ser una historia seria. La gente de los pueblos ha vivido la pandemia de otra manera porque esa situación es casi su día a día. El problema lo tuvo quien estaba acostumbrado a salir todos los fines de semana a cenar o los que no supieran cocinar porque comían fuera de normal. Lo habrán pasado mal o habrán aprendido.
“La gente de los pueblos ha vivido la pandemia de otra manera porque esa situación es casi su día a día”
-Pasando al terreno deportivo, ¿cómo han sido tus inicios en el triatlón?
-Comencé a practicarlo en el año 2011. Toda mi vida ha estado orientada al deporte, sobre todo al ciclismo. Empecé a practicarlo a los ocho años en la escuela de mi pueblo, después seguí en la universidad y continué hasta los veintitrés años. Ahí lo tuve que dejar porque estaba compitiendo a alto nivel, pero empezaban los exámenes y me tocó decidir. No podía sacar horas para entrenar y estudiar así que elegí centrarme en estudiar. Tras terminar la carrera y aprobar la oposición, empecé a trabajar en un pueblo de Segovia y ahí conocí a un grupo de personas que les gustaba hacer deporte y nos arrancamos a practicar triatlón. Yo siempre había nadado, tenía el título de socorrista, también me gustaba la bici, pero correr era lo que menos hacía. En el pueblo había un triatlón, decidimos apuntarnos y la verdad es que nos fue muy bien. La natación es lo que más marca y yo ahí lo pasé fatal. Tuve que nadar tramos a braza, incluso a espalda porque no me entraba el aire en el pecho, pero lo terminamos y ya empezamos a pensar en pruebas de larga distancia. El tercer o cuarto triatlón que hice fue un Ironman en Vitoria en 2013. A partir de ahí, sin parar de entrenar y de intentar mejorar. Creo que es un deporte muy agradecido porque tienes la opción de practicar tres modalidades deportivas y no saturarte de uno solo como me pasó a mí con el ciclismo que implica bastantes horas de entrenamiento muchas veces, con muy malas condiciones.
-¿Qué es lo que te engancha de esta modalidad deportiva?
-Es una lucha contra ti mismo. Por supuesto que las pruebas de resistencia y de larga distancia son una competición porque llevas un dorsal y te enfrentas al resto de personas que participan, pero al final intentas mejorar y superar retos que ves que son difíciles para ti y que la gente ve como una locura. Aunque yo creo que, si tienes un plan de entrenamiento y lo preparas a conciencia, con tiempo, no lo es. Lo puedes pensar si solo ves los datos, porque en una prueba haces tres deportes y completas distancias muy largas, pero no es imposible porque hay gente que lo hace. Es difícil, hay que esforzarse mucho y sacrificarse porque entrenas durante muchas horas y tienen un gran componente psicológico. Siempre he dicho que sufro mucho más en una prueba corta como las que hay en Asturias, porque el nivel de intensidad que requiere es mucho más agónico que una larga. En una de más kilómetros, si mentalmente estás bien, las velocidades a las que van son más o menos a las que entrenas todos los días y te vas dosificando. En una distancia corta vas a muerte.
-Supongo que llegará un momento en el que tu cabeza dice una cosa y tu cuerpo otra. ¿Cómo se convive con el sufrimiento?
-Es complicado. Yo creo que todos los que hemos hecho pruebas de larga distancia llegamos a un punto, sobre todo en el último sector que es el de carrera a pie, en el que te pones a correr en modo automático y no piensas. La típica frase de “no vuelvo a hacer una prueba de estas”, lo hemos dicho todos en cada competición. En un momento determinado sientes las piernas a punto de explotar, te molesta la espalda, te duele todo y dices: ¿qué necesidad tengo de hacer esto? Pero lo que aporta cruzar la meta y ver que lo has superado es una sensación indescriptible. Aprendes a conocerte a ti mismo y a tu cuerpo, y te das cuenta de que eres más fuerte de lo que piensas. Te pones a competir, te parece que no vas a poder seguir y, si realmente has entrenado y estás preparado, muchas veces solo son bloqueos mentales. Sabes que ese cansancio es como una especie de ola y si consigues mantener la calma y asumirlo, a los diez minutos se calma todo y no va a ser ni tan doloroso ni tan agónico. Pasa ese tiempo y te encuentras muchísimo mejor y puedes seguir compitiendo incluso más rápido de lo que estabas haciendo antes.
“La típica frase de “no vuelvo a hacer una prueba de estas”, lo hemos dicho todos en cada competición. En un momento determinado sientes que te duele todo y dices: ¿qué necesidad tengo de hacer esto? Pero lo que aporta cruzar la meta y ver que lo has superado es una sensación indescriptible”
-El cuerpo lo mantienes a base de geles y líquidos, pero ¿qué alimento le das a tu mente durante una carrera?
-Yo intento pensar en cosas bonitas. Al final se hace un trabajo psicológico importante y todo es entrenable. Ahora mi mujer y mi hijo me acompañan y eso me ayuda mucho. El circuito es a vueltas, sé dónde está ella esperando y mentalmente voy pensando en cuánto me queda para volver a pasar por allí. Sé que esto es un arma de doble filo porque le puede surgir algo o cambiarse de sitio y te llevas golpes psicológicos grandes, te bloqueas, pero lo que sabes fijo es que van a estar en la meta.
Este año he competido como profesional en Alemania en uno de los Ironmans más importantes del mundo, creo que es de las pruebas que peor me han salido a nivel deportivo. Los días previos no descansé lo suficiente, llegué a la salida muy cansado y las sensaciones desde el primer momento fueron malísimas. La maratón la hice casi toda andando, pero reconozco que lo terminé porque era el primer Ironman al que venía mi hijo a verme. Saber que iba a estar en la meta me ayudó. Sé que en estas pruebas ellos sacrifican mucho, con lo cual el retirarme hubiera sido no valorar lo que habían hecho por mí durante toda la preparación. Al final creo que las pruebas de larga distancia hay que valorarlas por el proceso que vives hasta que llegas al final, por el camino que recorres. Yo entreno a gente y siempre les digo que no intenten hacer en una competición nada que no hayan hecho entrenando. No intentes ir más rápido, ni más fuerte, no hagas nada que no hicieras antes porque no te va a salir. Como mucho vas a ir a peor, pero nunca a mejor. Es cierto que la competición te va a dar un plus con el que muchas veces consigues ir más rápido, pero lo consigues sin intención.
-¿Aprendes más de los éxitos o de los fracasos?
-Yo creo que de los dos. Esa frase de “a veces se gana y a veces se aprende” creo que es correcta. Cuando ganas aprendes que lo que has hecho está bien y cuando pierdes aprendes lo que no tienes que hacer. Lo que es importante es analizar y ver porqué salió mal o bien, e intentar repetir lo que funciona y evitar lo que no. Lo más difícil es analizar todo eso porque al final son muchas cosas las que influyen en una competición. Si tienes todo controlado es más difícil que haya problemas. Cuando salgo a competir fuera, toda el agua que consumo es embotellada porque el agua de esa zona es potable para la gente que vive allí y está acostumbrada a consumirla, pero puede que a mí no me siente bien. Jugarte una competición para la que has entrenado seis u ocho meses porque rellenas el bidón con agua del grifo y tienes una diarrea no tiene sentido. La alimentación y la hidratación son vitales y hay muchísima gente que en estas competiciones se tiene que retirar por problemas gastrointestinales.
-En una carrera, ¿tú mismo eres tu mejor amigo o tu mayor enemigo?
-Ambas cosas. El ángel y el demonio están constantemente ahí y tienes que aprender a conocerte y que tanto el uno como el otro no te jueguen malas pasadas, porque son carreras muy largas en las que pasan muchas cosas y todo puede cambiar, pero si no tienes la cabeza fría e intentas ir lo mejor posible en relación a ti mismo, no tienes nada que hacer. Siempre dije que el deporte nos pone a cada uno en nuestro sitio. Si alguien queda por delante de mí es que es mejor, con lo cual tengo que aplaudirle. Esto es lo bueno del deporte. En este tipo de pruebas alguien que va muy bien en bici a lo mejor en la parte de correr lo hace mal, con lo cual puede perder muchos puestos, además son gente de todas las partes del mundo a los que no conoces y no sabes cuál es su punto fuerte. Muchas veces el demonio te anima a ser más competitivo y a darlo todo, y el ángel pone la parte racional y te dice que frenes porque aún quedan muchas horas. Tienes que ir gestionando a los dos para no ir por debajo de tus posibilidades, pero tampoco por encima.
“Cuando ganas aprendes que lo que has hecho está bien y cuando pierdes aprendes lo que no tienes que hacer. Lo que es importante es analizar y ver por qué salió mal o bien, e intentar repetir lo que funciona y evitar lo que no”
-Eres profe en un colegio público, triatleta no profesional y padre de familia. ¿Las 24 horas dan para tanto?
-El tener a tu familia al lado ya no solo en las competiciones sino durante todo el proceso de la competición, ayuda mucho y es imposible entrenar para un Ironman si no tienes su apoyo. Esto también lo tienes que aprender a gestionar porque, por ejemplo, yo ahora estoy haciendo tiradas muy largas de bici y el otro día me fui a Unquera y volví. Fueron 276 kilómetros, en más o menos ocho horas y media. Para mí sería muy fácil levantarme a las once de la mañana y llegar a las nueve de la noche a casa, pero me levanté a las seis de la mañana y más o menos a las cuatro de la tarde quedé con mi familia para comer en un prado e ir a la playa. Necesito no ser egoísta y valorar todo el conjunto. Yo no soy profesional, no vivo de esto y el no conseguir un objetivo no me quita de comer, pero sí lo va a hacer que mi mujer esté enfadada o no poder disfrutar de mi hijo pequeño. Prefiero madrugar, hacer mi entrenamiento y disfrutar de la tarde con mi familia. Mucha gente en estos deportes se cree medio profesionales y no valoran el esfuerzo que hace su entorno porque está claro que si lo haces un día no pasa nada, pero si quieres que todo fluya y no haya problemas familiares, tienes que gestionarlo de otra manera. Si sales a entrenar sabiendo que tu mujer está disgustada o que dejas a tu hijo en casa, no vas a poder rendir igual con lo cual sí creo que la parte familiar influye mucho para todo. Por muy egoísta que quieras ser, te va a explotar en la cara.
-Has vivido varias lesiones, pero recientemente te han diagnosticado una trombosis cerebral. ¿Cómo se entrena uno para encajar estos golpes?
-Lo afronto con incertidumbre porque los médicos no me dicen claramente lo que puedo o no hacer. Sé que tengo que llevar un control y ahora mismo lo que estoy haciendo son entrenos de más kilómetros, pero con un nivel de intensidad más bajo porque no puedo subir mucho el pulso. Lo que peor llevo es que, como hasta septiembre no me han programado una prueba, estoy sin saber si voy a poder competir algo o no. Tengo mucho miedo y ahora mismo me condiciona bastante en el tema de la bicicleta porque estoy tomando anti coagulantes, el famoso Sintrón. En un hipotético accidente podría ser un problema importante así que hago las bajadas con mucho más cuidado, cuando hace mal tiempo no salgo y hago rodillo en casa, o me voy a correr o nadar. Esto sí que ha influido a la hora de organizar mis entrenamientos porque ahora lo hago en función de mi seguridad. La verdad es que lo estoy llevando bastante bien porque llevo con todo esto desde principios de año. Empecé con una bronquitis muy fuerte a finales de enero y paré quince días. Me fui a una excursión con los niños del cole a la nieve y volví con dolores de cabeza que me estuvieron tratando como si fueran migrañas, a los tres días me trataron como si fuera sinusitis, a los trece días de dolor y de no poder dormir me derivaron al neurólogo y vieron que todos esos dolores eran de la trombosis. Al confinamiento que todos hemos tenido yo he sumado otro mes y medio en casa así que ya estaba preparado.
-¿Cómo se consigue financiación para participar en este tipo de pruebas?
-En el tema de los patrocinadores estoy abierto a cualquier ayuda porque todas son buenas para conseguir pagar la competición. Mi mujer tiene una marca e hizo unas carteras y unos llaveros personalizados para esta prueba, y así estamos intentando sacar un poco más de dinero. Hablamos de unos 5000 euros solo por estar en la línea de salida; los precios de Hawaii son una auténtica salvajada porque como están en medio del Pacífico tienen que importar todo y eso hace que todo se encarezca muchísimo. Nosotros estamos dispuestos a hablar con cualquier empresa o particular que nos quiera ayudar.