Hay dos personajes interesantísimos dentro del mundo de las carreras mitológicas. Atalanta, como primera mujer campeona y Aquiles, el homérico héroe de los pies ligeros. Ambos pertenecientes al mundo de la leyenda y ambos semidioses.
Pero centrémonos primero en la campeona Atalanta, la gran cazadora de los bosques de Beocia cuya imagen y figura estaban adscritas a la diosa Artemisa con la que compartía diversas cualidades y la mejor corredora de toda la mitología.
Había nacido Atalanta de varios padres e incluso de varias madres siempre según el mito al que se acogiera y dependiendo de la zona helena donde se narre: Arcade o Ménalo para el ciclo arcaico o para Eurípides. No obstante, para el padre de la mitología, Hesíodo, es hija de Atamante y Temisto y como él era Beocio pues Atalanta queda adscrita a la zona para siempre. Mas con estos antecedentes y paternidades o maternidades varias, solo le restaba a la niña que ser expuesta en el bosque, a la brava, como antes había sido Moisés y después Rómulo y Remo. Nada nuevo en cuanto a barbaridades.
Los niños eran expuestos por dos motivos fundamentales: familia pobre que no podía mantenerlos, o peor aún, que su padre no les reconociera como a sus hijos. Pero no es lugar éste de discusiones ni disquisiciones morales de hace 3000 años.
El caso es que su padre –el que fuera– la lleva al monte Partenio y la deja abandonada a su suerte, que no es otra que ser hallada por una osa que la amamanta hasta que nuevamente es encontrada por unos cazadores que la crían y la adiestran en sus artes, haciendo de la niña una diestra corredora que paulatinamente se convierte en una bella mujer que corre y caza por igual y que se pelea con centauros violadores o que lo intentaron (Reco e Hileo) pues como tenían pocas cosas que hacer se dedicaban a lo que mejor sabían: crear problemas por su excesivo afán por las mujeres y adornados con una proverbial fealdad.
Atalanta se hace famosa como corredora venciendo en los juegos fúnebres que Peleo organiza tras la muerte de su hijo Aquiles, y tras participar en la cacería del Jabalí de Calidón.
Atalanta se hace famosa como corredora venciendo en los juegos fúnebres que Peleo organiza tras la muerte de su hijo Aquiles, y tras participar en la cacería del Jabalí de Calidón. De la primera hazaña: vencedora de la “carrera” del estadio, se puede dudar porque las mujeres tenían prohibido participar, pero ya que de mitología se trata y la abstracción que debemos hacer por lo mismo, lo daremos por bueno. Y de la cacería, del espíritu tectónico representado por el Jabalí, pues otro tanto de lo mismo.
El jabalí fue enviado por la diosa Artemisa ya que el rey Eneo de dicha ciudad se olvidó de ella cuando hizo las ofrendas rituales y anuales, siendo entonces los súbditos –como siempre– quienes sufrieron el envenenado regalo por parte de la diosa.
El animal enorme y rabioso se dedicó afanosamente a destrozar viñedos y olivares, amén de las vidas de quienes oponían su cuerpo a tal bestia. Tan grande fue el pánico que las pobres gentes fueron a refugiarse dentro de las murallas de la ciudad y tan escasos los alimentos (recordemos los destrozos del jabalí) que la gente se moría de hambre. Y ante lo dicho, Eneo convocó a los mejores cazadores de la época bajo el señuelo de regalarles la piel y los colmillos del artiodáctilo. A manera de recordatorio, con los colmillos de jabalí se hacían los cascos de guerra los reyes y mandamases aqueos.
Allá que van cantidad de hombres famosos, valientes y potentados: Anceo, rey de Arcadia; Castor de Esparta, hermano de Helena y Clitemnestra y del otro dióscuro: Polideuces; Jasón el de los argonautas; Meleagro, hijo de Eneo y Teseo de Atenas, entre otros muchos, pero también una mujer que sembró la discordia y causó varias tragedias con su presencia y su triunfo: Atalanta, enviada por la diosa con tal fin, con lo que se colige que primero envió una bestia mala y una solución peor. Muy típico de los dioses.
Como todo en la época estaba mediatizado por las leyes y los oráculos, la niña estaba consagrada virgen a una diosa y el oráculo había predicho que, si llegaba a casarse, se convertiría en un animal. Muy lista ella y sabedora de sus cualidades, retaba a todos y cada uno de sus pretendientes a una carrera que tenía por premio ella misma y por castigo la muerte.
Atalanta e Hipómenes se casan y viven felices un tiempo, indefinido, que los mitos no cronometran, hasta que despistadillos tuvieron la osadía o el inmenso error de introducirse en tierras de otra diosa: Cibeles, que como castigo por la afrenta los convierte en dos leones.
Así fue deshaciéndose paulatinamente de torpes y hábiles, de pardillos y confiados en que la distancia que ella graciosamente les otorgaba sería suficiente para vencerla. Indefectiblemente fue matando chavalillos que la pretendían hasta que llegó Hipómenes, que, ayudado por Afrodita, otra diosa que seguro quería humillar a Artemisa, le había regalado unas manzanas de oro al apuesto joven, con el ánimo de que venciera en la carrera de la muerte.
Hipómenes se tiró al charco y aceptó la ventaja concedida. Una vez puestos a correr como posesos, cada vez que Atalanta se le acercaba, él tiraba una manzana de las Hespérides y ella no pudiendo resistir la tentación se agachaba a recogerla y cedía un poco de terreno y así corriendo y recolectando manzanas, llegan a la meta y gana Hipómenes por un cuerpo y unas cuantas manzanas de menos. Se casan y viven felices un tiempo, indefinido, que los mitos no cronometran, hasta que despistadillos tuvieron la osadía o el inmenso error de introducirse en tierras de otra diosa: Cibeles, que como castigo por la afrenta los convierte en dos leones y se cumple la leyenda. Desde entonces podemos ver a los amantes en la plaza de Madrid que lleva el nombre de la diosa. También en Méjico están de la misma guisa.
Otra versión de la metamorfosis nos dice que fue por haber consumado el amor en un templo y entonces Afrodita o Zeus o los dos a la vez, les convierten en los leones que ungen al carro de Cibeles. Mala suerte de cualquier forma o buena, pues se hacen inmortales.