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viernes 19, abril 2024

Filomena… ¿y después?

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Esta vez no podemos echarles las culpas. Las previsiones meteorológicas de AEMET acertaron de lleno ante el asombro de gestores públicos y ciudadanos. Filomena llegaba a nuestras vidas colapsando calles, carreteras, medios de transporte y bloqueando los accesos a los servicios esenciales.

Lo peor se vivió en la capital de España. Allí la vida en un principio siguió como siempre, con los mismos horarios y rutinas a pesar de que estaba activado con antelación un aviso rojo, el máximo estipulado, que nunca se había decretado anteriormente en muchas zonas del país. Cuando se activa este tipo de alerta, comentan los meteorólogos, se sabe que se han de activar recursos importantes por eso no se toma la decisión hasta que hay indicios suficientes. Es decir, ante un aviso rojo hay que tomar medidas sí o sí. Y en esta ocasión se tomaron tarde. “Podemos decir que van a caer 30, 40 o 50 centímetros, pero no lo puedes dibujar en tu imaginación porque no lo has vivido nunca. Seguramente, si pasa el año que viene lo tomaremos de otra manera porque ya sabremos lo que es”, comenta el periodista asturiano especializado en meteorología y presentador de La Sexta, Adrián Cordero. Fenómenos extremos como Filomena van a más y deben enseñarnos de qué es capaz la naturaleza, advierten desde AEMET.

Muchos ciudadanos se encontraron con que no podían regresar a sus casas, las autopistas quedaron colapsadas, tuvieron que abandonar los vehículos en el arcén, algunos no llevaban cadenas, ni ropa de abrigo o una manta. Las autoridades aconsejaron no salir de casa a no ser que fuera estrictamente necesario y vimos cómo el centro de Madrid se llenaba de trineos, gente haciendo muñecos de nieve, disfrutando con esquís, raquetas… y en medio de todo esto los ciudadanos quejándose ‘por la falta de quitanieves, o por qué no me han limpiado mi calle o el tejado de mi edificio si yo pago impuestos como todos los demás’. Hubo incluso críticas a la participación ciudadana en el esfuerzo por agilizar la limpieza de la nieve en las calles porque eso lo tienen que hacer los operarios; también las hubo hacia los vecinos que se unieron para contratar a empresas privadas para colaborar en la limpieza porque los servicios públicos no daban abasto.

En Europa, nos comentaban los corresponsales, es habitual e incluso exigible por ley que los ciudadanos se impliquen en estas tareas. Esto se debe a que ningún sistema público puede sostener de forma habitual personal y maquinaria, que no sean necesarios, solo en previsión de un evento imprevisible y de fuerza mayor de tales características.

Filomena también dejó su huella en Asturias: en Somiedo, pueblos como La Peral o Valle del Lago acumularon dos metros de espesor de nieve; algo parecido ocurrió en Cabrales o Tineo, pero en todos estos lugares rápidamente se puso en marcha un arsenal de efectivos, tanto en forma de maquinaria -quitanieves, tractores, palas, retroexcavadoras, camiones para repartir sal- como de recursos humanos, ya fuesen manos especializadas o de vecinos que con sus propios medios se unieron a los efectivos. Todos suman porque se trata de algo suyo. El pan llega a muchos de estos concejos a través de la quitanieves, en las casas hay leña, carbón y comida porque la nieve es una vieja conocida, un elemento al que se mira con respeto por las consecuencias que tiene, saben qué es una ventisca y lo que sucede cuando debido a las bajas temperaturas hay hielo en las calzadas. Saben que cuando eso pasa todo se para o, mejor dicho, la vida adquiere otro ritmo.

La ciencia está para servirnos solo si hacemos caso de ella. La mayor parte de los males que sufrimos son fruto de la prepotencia, del analfabetismo que ha separado al individuo del conocimiento básico y de la escasa capacidad de los gobernantes para adelantarse a la hora de tomar medidas con valentía. Y también del infantilismo, porque saltarse a la torera los avisos meteorológicos, las normas, y luego sentarse a esperar que sea la administración pública quien llegue a todos los rincones para solucionarnos los problemas al momento, y además exigirlo porque pagamos impuestos, es muestra de ello.

Ha pasado con Filomena… pero es que antes había llegado el Covid-19. Hubo cierres perimetrales, limitaciones en los desplazamientos, toque de queda, prohibición de reuniones en Navidad y henos aquí, surfeando esta tercera ola desde enero con más de 3.515 positivos en menos de un mes. El 80% de los nuevos contagiados como consecuencia de las reuniones familiares. ¿Qué más tiene que ocurrir? ¿Por qué vamos a pensar que para la próxima se estará más preparado? ¿Por qué va a ser distinto si se siguen reproduciendo los mismos comportamientos?

Desde AEMET nos avisan de que “por desgracia, los fenómenos extremos como Filomena van a más y deben enseñarnos de qué es capaz la naturaleza”. Eventos que no se pueden detener, pero sí podemos mitigar sus consecuencias si nos preparamos para ello. A momento de ahora, lo tenemos bastante complicado.

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1 COMENTARIO
  1. Hola amigos, les escribo desde Argentina, la familia de mi padre es de Vegadeo, y por suerte estuve en dos oportunidades visitando tíos y primos. Un lugar maravilloso. Lo que les ha pasado a ustedes con Filomena es mas o menos lo que nos paso a nosotros con el COVIC 19. Sabíamos con 3 meses de anticipación lo que ocurría en Europa y nada. Nuestros políticos durmieron su siesta y después nos encerraron por casi 9 meses, destruyendo familias, la economía, la educación y ahora apelan a la conciencia de la gente para palear la segunda ola que ya está entre nosotros. Son unos inútiles totales. Compramos la vacuna Rusa vaya uno a saber por que «arreglo» comercial con los rusos. Dicen, y dicen que ya vienen 5 millones de dosis, pero hasta ahora nada, solamente dos viajes de 300.000 dosis pero eso sí, «somos de los países que mas vacunamos en el mundo». Bueno amigos es lo que la gente vota y la única forma de corregirlo es cambiarlo por algo MENOS MALO, ni siquiera podemos decir por algo mejor. Un abrazo y muy interesante su publicación que seguiré consultando todas las semanas para tener noticias de la tierra de mis antepasados. Un fuerte abrazo desde Buenos Aires.

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