La borrasca Arwen dejó a su paso por Asturias precipitaciones por encima de los 150 litros por metro cuadrado. Eso obligó a activar la fase de emergencia en situación 1 del Plan de Inundaciones del Principado de Asturias. El desbordamiento del Sella obligó a cortar varios tramos de carretera, así como a evacuar a más de cuarenta pacientes del hospital de Arriondas y a otras 500 personas entre alumnos, profesores y distinto personal del Colegio Río Sella y el Instituto El Sueve. El Nalón también se desbordó en varios puntos anegando vegas, fincas, causando importantes daños materiales para los productores de kiwis y de otras hortalizas. Además de inundaciones, las fuertes lluvias provocaron argayos y aludes en toda la región y su consecuencia más dramática fue el fallecimiento de una mujer en Tineo al caer una enorme piedra sobre su coche.
Nos habían alertado que con el aumento de la temperatura los fenómenos extremos aumentarían, tanto las sequías como las precipitaciones. Es más, se podrían convertir en algo habitual como estamos viviendo. ¿Sólo nos queda ser espectadores de esta realidad? ¿Se pueden prevenir estos fenómenos? ¿Hay alguna manera de minimizar los daños? Hace algunos meses tuvimos ocasión de entrevistar a la geóloga de la Universidad de Oviedo, María José Domínguez, miembro del Proyecto COSINES que estudia los argayos en la costa Cantábrica. En la conversación nos comentaba que estaban trabajando para crear un sistema de alerta de argayos porque con datos en la mano se podía saber cuándo se podrían producir y qué zonas eran las más vulnerables. Al hilo de la conversación nos surgió preguntarle por qué se seguía construyendo en zonas de riesgo. “Hay que desterrar la idea de ‘lo inesperado’, de que ‘no se sabía que iba a ocurrir’… Una inundación se sabe dónde se puede producir, a partir de ahí surgen las malas decisiones urbanísticas. ¿Por qué se sigue construyendo en zonas inestables? Porque se dan permisos para hacerlo y ahí hablamos de decisiones políticas que se escapan a la ciencia y a la razón”, comentaba la geóloga.
El hospital de Arriondas es la tercera vez que tiene que ser evacuado. Pero es que el 80% del concejo está considerado como zona inundable en el Plan Hidrológico Nacional; las cuencas de tres ríos cruzan la capital parraguesa. Con estos precedentes, hablar de “zonas consolidadas donde ya no habrá más inundaciones porque hace tiempo que no se producen” o “zonas donde nunca llegará el río”, como se ha asegurado, son declaraciones totalmente irresponsables, que caen por su propio peso, más con la que está cayendo. Cuando llueve torrencialmente, las aguas recuperan sus antiguos cauces. Señores, hay que aplicar los conocimientos, los datos, hay que apoyarse en los informes técnicos, hay que estudiar los procesos naturales y el funcionamiento dinámico de la naturaleza, invertir en gestión de emergencias, solo así se podrán minimizar daños y eso es responsabilidad de todos y por supuesto de nuestros políticos. Hacen falta decisiones valientes avaladas por informes técnicos de expertos.
Está surgiendo una nueva cultura del agua y del territorio que responde a una creciente presión social por un cambio de modelo que apuesta más por la prevención que por “actuaciones postcatástrofe”, sobre todo porque hablamos de elevados costes económicos y, peor aún, de vidas humanas como ya estamos viviendo.
Cuando el presidente del Principado, Adrián Barbón, visitó la zona cero y recordó que ya estaban en licitación las obras de protección de la capital parraguesa, unos trabajos de más de 17 millones de euros que aportarán el Estado, el Principado y el Ayuntamiento. Muros, redes de drenaje, ampliación de secciones de desagüe, elevación de terrenos, serán algunas de las obras que se realizarán en los próximos meses. Barbón lamentaba que no hubieran llegado a tiempo pero que lo importante era que se iban a poner en marcha ya. Ante las críticas de la ubicación del hospital, situado en zona inundable, comentó que es a este Gobierno al que le toca hacer frente a esta situación presente y eso ahora solo se solucionaba de forma conjunta, -con la colaboración de todas las administraciones-, intentando contener y también de evitar este tipo de catástrofes en la medida de lo posible. “Cuando se adquirieron estos terrenos no eran inundables”, afirmó.
Si solo una parte de esos gastos se dedicara a la prevención, dicen los defensores de esta nueva cultura del agua, se lograrían evitar muchas de estas situaciones. Asturias debe adecuar su urbanismo a un aumento de la magnitud de estos fenómenos extremos que se dan cada vez con más frecuencia. Tenemos medios para hacerlo, solo hace falta cambiar la mirada hacia otro lugar. Nuestro margen de actuación es amplio y en ello deberíamos de centrarnos. El cambio climático es un agravante, pero no el origen de esta situación.