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martes 12, noviembre 2024

La Coyuntura

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Estamos ya acostumbrados a hablar de la coyuntura económica, término muy usado últimamente para definir una crisis galopante. Las palabras, a veces, toman vida propia, de tal modo que hasta el adjetivo empieza a sobrar y si uno nombra, normalmente en tono quejoso, “la coyuntura”, ya sabemos de que está hablando: de nada bueno.
La coyuntura, efectivamente, da un poquito de miedo. En Asturias este agosto había casi 21.000 parados más que el mismo mes el año pasado. Lo que viene siendo un 43% más, que se dice pronto. Las llamadas a la calma se combinan con noticias de pequeñas empresas que se ahogan intentando sobrevivir, de familias donde no entra ni un sueldo. Nos queda el pequeño, ínfimo, consuelo, de lo que sabemos empíricamente: todas las tormentas escampan. Sólo queda saber cuándo y qué víctimas dejará por el camino.
Sin embargo, en medio de tanta incertidumbre, hay algo que falla pocas veces: el diccionario. Si bien una coyuntura es un conjunto de circunstancias, de ahí el eufemismo que describe esta catástrofe económica, resulta que la misma palabra sirve para explicar una oportunidad. Y este caso no va a ser menos.
Se dice, por ejemplo, que las pautas de consumo están cambiando. Que hacemos menos gasto innecesario, que miramos más en qué nos dejamos los dineros. Y eso no es necesariamente malo. En Barcelona, durante la sequía del año pasado, se hizo un llamamiento a la población para reducir el consumo de agua. Cuál fue la sorpresa al descubrir que las expectativas se superaron. Mucho más sorprendente: una vez que la crisis había pasado, el consumo se mantuvo bajo. La gente aprendió formas de ahorrar agua, y las mantuvo. Así de simple. Creen los expertos en estas cosas que ahora va a pasar lo mismo: estamos aprendiendo a gastar menos y mejor. Después de todo, dicen también que no es más feliz quien más gasta, sino quien menos necesita.
En los tiempos que corren, vemos como se acentúan dos tendencias evidentes. Mientras por un lado se potencia el “divide y vencerás”, y que cada uno se las apañe como pueda, empiezan también a surgir iniciativas que hablan de unir fuerzas, de que se gana más compartiendo que defendiendo nuestra pequeña parcela. Como ejemplo, una empresa de telecomunicaciones asturiana ha lanzado una campaña publicitaria en la que cede su espacio a PYMES y autónomos que de otro modo jamás tendrían acceso a semejante despliegue. Así, la empresa que paga tendrá una campaña que se prevé divertida y original, de la que mucha gente hablará. Y a la vez, quien demuestre más ingenio verá como la popularidad de su negocio sube como la espuma. Conclusión: bien para todos.
De otra de estas iniciativas, pequeña pero efectiva, damos cuenta unas páginas más adelante: un ayuntamiento asturiano ha puesto en marcha una página para animar a la gente a compartir coche en sus desplazamientos. Una manera sencilla de optimizar recursos, ahorrarse un dinero, y encima contaminar menos. El Principado, por su parte, ha puesto en marcha el Banco de Tiempo, donde la gente comparte habilidades: si tú eres fontanero y yo sé hablar inglés, ¿por qué no me arreglas ese grifo que gotea y a cambio te doy unas clases? El trueque ha funcionado estupendamente durante siglos, así que no está de más recuperarlo.
Sin pecar de ingenuos, nos gustaría creer que se está fraguando un cambio de mentalidad. Usar con cabeza nuestros recursos, que son los recursos de todos; echar una mano, en definitiva, es la manera de salir de esta mala racha. Si la coyuntura es eso, aprovechémosla.

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