La vida de esta regatista profesional, economista y coach deportivo está llena de retos. Algunos tan conocidos como el oro olímpico en Londres 2012 y otros más íntimos, como los que trajo su despedida de la competición deportiva. Pero la vela sigue siendo un viento a favor en su vida, por eso hace pocos meses completó otra aventura que la enriqueció profundamente: el Reto Pelayo Vida. Vuelta a España a Vela 2020, en el que acompañó a cinco mujeres, cinco supervivientes de un cáncer en una vuelta a España recorriendo las costas españolas.
El pasado mes de octubre, recorrieron 1530 millas náuticas en tres etapas a bordo de un gran V70 de la Volvo Ocean Race, el ‘Green Dragon’. Durante los días que duró la travesía, Ángela pudo comprobar el coraje y la fortaleza de María, Nuria, Lorena, Marian y Fátima, las expedicionarias que emprendieron este desafío sin tener experiencia previa en navegación.
-¿Qué te ha supuesto personalmente esta experiencia?
-Cuando me lo propusieron no lo dudé ni un segundo porque conocía el Reto Pelayo de una edición anterior y me pareció impresionante. El fondo del desafío de este año era espectacular y estoy súper contenta con haber pertenecido a este equipo y poder ayudarles a cumplir su sueño. Aparte del aspecto deportivo, la parte social de esta aventura es muy importante porque se transmite un mensaje de esperanza y de fuerza.
-¿Cómo prepararon este desafío dada la poca experiencia en navegación que tenían las participantes?
-Como estábamos en pleno confinamiento era complicado salir a navegar, así que complementábamos viendo muchos vídeos y hacíamos charlas con Zoom para ir resolviendo las dudas. Antes de partir hicimos un entrenamiento de 48 horas navegando, fue como una escuela de vela en la que pudimos comprobar las ganas que tenían de estar allí y cómo se desenvolvían.
En las primeras etapas del viaje fue el equipo técnico (cuatro regatistas profesionales) quienes estábamos en cubierta gestionando la navegación, pero en la última, la de Valencia a Barcelona, ellas fueron totalmente autosuficientes. Tenían que mirar el parte meteorológico, ver a qué hora había que salir, distribuir las tareas… Ellas llevaron el barco, nosotros solo estuvimos de apoyo.
“Nos han enseñado muchísimas cosas, ese optimismo, esas ganas de luchar que está bien que te recuerden porque a veces te preocupas por problemas que son una tontería”
-¿Qué dificultades encontrasteis en el camino?
-El mayor miedo que tenía al principio era la cuestión de la convivencia porque en otros retos cuando terminas la etapa diaria normalmente te vas a un hotel y puedes desconectar, pero debido al Covid fue todo mucho más intenso. Íbamos a estar doce personas juntas durante quince días, sin poder salir del barco en ningún momento, y muchas no nos conocíamos.
Hacíamos guardias de tres horas distribuidos en grupos: tres horas despiertos, tres horas durmiendo. A ese ritmo, lógicamente, el cansancio se va notando, pero me sorprendió muchísimo que no hubo ni un solo problema a bordo. Todos trabajamos como equipo, creamos una pequeña familia con una sintonía brutal.
-Tras esta experiencia, ¿qué destacarías de las mujeres participantes? ¿Qué han aportado al resto de integrantes del equipo?
-Cada una ha aportado algo, pero en conjunto nos han enseñado más ellas a nosotros de la vida que nosotros a ellas respecto a la parte técnica. Cosas como el optimismo o las ganas de luchar, que está bien que te las recuerden porque a veces te preocupas por problemas que son una tontería.
Tienen en común el haber superado un cáncer, pero cada una con su vivencia y su forma de ser, cada una diferente, y el hecho de mandar mensajes con historias distintas hace que más personas se puedan ver reflejadas en ellas. Salgo muy enriquecida con esta travesía.
“La experiencia del cáncer les enseñó a vivir el día a día, no hubo lamentaciones, pusieron en marcha el ‘estoy aquí y actúo’. Y esto es algo que podemos extrapolar a cualquier cosa de nuestra rutina”
-El reto para ellas era mayúsculo, con una experiencia al límite con la que demostrar que hay vida más allá del cáncer. ¿Fue un paso de gigante en la superación de las secuelas de esta enfermedad?
-Sí, en parte es el mensaje que se transmite. No han pasado unos años fáciles y es una forma de decir ‘estoy aquí, lo he superado y es algo que quiero también demostrar’. La experiencia del cáncer les enseñó a vivir el día a día, no hubo lamentaciones, pusieron en marcha el ‘estoy aquí y actúo’. Y esto es algo que podemos extrapolar a cualquier cosa de nuestra rutina.
-Acostumbrada a luchar por tus propios retos, ¿se afrontan de forma diferente cuando trabajas para ayudar a conseguir los de otros?
-En el fondo son cosas parecidas porque todos trabajamos en equipo, que es lo importante. Aunque obviamente son ellas las protagonistas y yo aquí tengo una función de intermediaria, también es parte mía. Sería un fracaso como directora deportiva si no fuese así, y al final todos, incluidos los de tierra, trabajábamos por lo mismo. Cada uno tiene que aportar su trabajo en el departamento que sea, si no luchamos juntos, no se llega a ningún lado.
-¿Las amistades que se forjan en condiciones difíciles son las más duraderas?
-Totalmente, no lo dudo. Hemos compartido doce días en los que hubo momentos casi de supervivencia y te encuentras al límite; en estas condiciones se vive todo con más intensidad y valoras todo muchísimo. Los lazos se hacen más fuertes en situaciones extremas.
-El paso por el Cantábrico y por el Estrecho fueron especialmente complicados.
-Sí, a veces estabas en cubierta con las olas pasándote por encima, y en ese momento tan solo una mirada de apoyo une muchísimo.
-¿Crees que la cercanía a la muerte -como ocurre cuando te detectan una enfermedad como el cáncer- puede convertirse en una catapulta a la vida?
-Exacto, aunque hoy día cada vez hay más prevención y está aumentando mucho el porcentaje de gente que lo supera, con lo cual ya se puede disociar la palabra cáncer del concepto muerte. Durante el viaje, ellas compartían lo importante que es el día a día, el no rendirse y el apoyo de la familia, que se traduce en un impulso. Situaciones así traen un chute de energía, de realidad, sabes que tienes muchas cosas por hacer, así hay que aprovechar el tiempo para decir ‘te quiero’ y estar con las personas que te importan.
-Lo has demostrado en muchas ocasiones, pero ¿qué es para ti ser una mujer luchadora?
-Es lo que me han enseñado, no solo en el deporte, aunque en este campo se ve muy claro porque estás constantemente poniéndote retos de superación. A mí me gusta que me pongan como ejemplo, pero también es una responsabilidad y creo que es importante trasladar el mensaje a todos los ámbitos de la vida. Luchar significa trabajar por objetivos, tener una meta donde llegar, un camino y salir de la zona de confort. Es superarse y crecer como personas.
“Quien toma decisiones se equivoca alguna vez, quien no toma ninguna decisión en esta vida nunca se va a confundir, porque no es responsable de nada”
-En 2019 tomaste una decisión difícil, retirándote de la competición deportiva y diciendo adiós a Tokio 2021. ¿Es una parte todavía más importante saber variar el rumbo?
-Obviamente quien toma decisiones se equivoca alguna vez, quien no toma ninguna decisión en esta vida nunca se va a confundir, porque no es responsable de nada. Lo de Tokio a mí me costó muchísimo, pero creo que fue lo más acertado; a veces también hay que reformular los retos y adaptarlos al momento en el que estás.
Me hubiese encantado luchar por las Olimpiadas, pero apareció una lesión que hizo que estuviésemos mucho tiempo sin poder navegar, mientras que otros equipos estaban muy adelantados. Las decisiones importantes hay que tomarlas con tiempo y nunca en caliente, porque siempre vas a tener que renunciar a algo y la decisión que tomes te traerá otras cosas. Gestionar las emociones es una de las cosas más complicadas que tenemos, es una asignatura que todos deberíamos trabajar.
-¿La vida te da señales de cuándo llega el momento de un cambio?
-De hecho, la lesión para mí ha sido como una señal. Al principio, iba a intentar seguir adelante, pero luego pensé, “llevo diez años en el equipo olímpico, diez años en los que navegar era lo prioritario y todo lo demás era secundario e igual es momento de dar un cambio”. Me daba pena dejar la campaña olímpica por la puerta de atrás, así que en agosto fui al Mundial. Con poco viento íbamos bien, pero con más viento el brazo no funcionaba al cien por cien, así que me dije: “etapa cerrada y a pensar qué hago con mi vida”. Valoré también que para prepararme a fondo tendría que operarme y con ello correr el riesgo de no poder seguir haciendo deporte el resto de mi vida.
“Gestionar las emociones es una de las cosas más complicadas que tenemos, es una asignatura que todos deberíamos trabajar”
-Nueva vida, nuevos derroteros. ¿Satisfecha con los resultados?
-Sí, pero los cambios nunca son fáciles. Empecé trabajando en la empresa familiar, pero me sentía un poco incompleta, no era fácil adaptarse porque pasaba de estar viajando todo el día a tener una rutina muy cerrada, y estar siempre en Gijón. Luego salió la posibilidad de compaginar el trabajo con una concejalía en el Ayuntamiento y, aunque me costó mucho tomar la decisión, acepté porque era un reto. Suponía salir de la zona de confort y era una oportunidad para seguir aprendiendo y aportar en política lo que aprendí en el deporte.
-Has afrontado retos de todo tipo en tu trayectoria deportiva, como cuando tuviste que cambiar de categoría y embarcación para seguir compitiendo, pero ¿hay algo a lo que te dé miedo enfrentarte?
-Sí, a la soledad. Aunque es verdad que soy muy independiente, creo que es lo que más miedo me da. Al estar tanto tiempo viajando pierdes la cercanía con la gente, sabes que tu familia está detrás, pero esa parte de no tener gente a tu lado es lo que más temo. En otros campos, como el laboral o el deportivo, no me asustan los retos, pueden darme respeto, pero no miedo.
“Aunque es verdad que soy muy independiente creo que la soledad es lo que más miedo me da”
-Saul Craviotto es de los que piensan que tras el fracaso llega la mejor versión de uno mismo. ¿Has experimentado esto en alguna ocasión?
-Siempre, todos tenemos muchos más fracasos que éxitos, lo que pasa es que los éxitos se ven más. Yo he estado diecisiete años compitiendo para tener una medalla olímpica y para llegar allí he perdido muchas más regatas de las que he ganado. Ante los fracasos, -aunque esta palabra no me gusta mucho- es importante buscar por qué las cosas te han salido mal y aprender.
Yo me preparé para dos campañas olímpicas, Londres 2012 y Río de Janeiro 2016, en las dos tenía el mismo objetivo. En la primera conseguí una medalla de oro y en la otra ni siquiera pude clasificarme para los Juegos, sin embargo, personalmente, me pareció más exitosa la de Río por todo lo que me supuso esa campaña en la que cambiamos de categoría, pasé a ser patrona, salí de la zona de confort e hice cosas que pensaba que no era capaz de hacer, y quedamos muy cerca de clasificarnos.
-¿Te importa lo que piensen los demás?
-Lo justo. Siempre he hecho lo que considero que es correcto y si hay algo que considero que está mal no tengo reparo en decirlo, aunque ahora que estoy en política soy más prudente porque al estar tan expuesta las cosas se pueden malinterpretar. Lo que sí observo es que al entrar en política hay gente a la que le caes mal solo por estar ahí y por lo que representas.