En la pared del despacho de Paco Ignacio TaiboII hay un recorte de periódico de 1995. Es una antigua entrevista a su padre, recientemente fallecido. Paco Ignacio Taibo I ha dejado una huella profunda en las convicciones políticas y éticas de su hijo, con declaraciones como ésta: ‘Si la política no es moral, no es nada. Y no puede ser nada’. En la última edición de la Semana Negra, celebrada el pasado julio, se leyeron varios textos suyos, a modo de homenaje.
Pero en la fecha de esta entrevista, aún no hemos llegado a eso. Paco Ignacio Taibo vive a caballo entre México y Asturias, y es conocido por distintas facetas: escritor, activista político y cultural, director de la Semana Negra de Gijón. Es en este papel como director -‘accidental’, ríe él- donde le encuentro. El despacho está atestado de humo, de papeles y de gente que entra y sale. Hay trabajo, están perfilando los últimos detalles del programa. Sin embargo, y sorprendentemente, conseguimos un lapsus de silencio que ayuda en la conversación.
-Hay dos constantes que marcan su vida: la política y la escritura. ¿Es posible separar una de otra?
-Cada una tiene sus tiempos, a veces la política manda y te ves involucrado en una situación que te absorbe totalmente, otras veces el tiempo es para la literatura. Hay un tercer tiempo que es el de activista cultural, dirigiendo festivales y coordinando proyectos de promoción de lectura en México. Pero en general yo no me siento como el escritor o el activista o el organizador político: me siento uno, que a veces hace unas cosas y a veces otras.
-Un ‘rojo’ como usted, ¿cree que hay un futuro para la izquierda en este sistema capitalista que se presenta como único?
-Es un capitalismo de mentira y de broma, sus bondades son inexistentes. La última crisis ya lo puso de manifiesto: es el rey que pasea desnudo hasta que alguien se atreve a decirlo. Habrá que construir otras izquierdas, adecuadas a los nuevos tiempos, pero la izquierda es una manera de entender la realidad con una mayor fuerza de solidaridad social, sabiendo que tu destino pasa por el destino de los demás y que los menos privilegiados necesitan tu hombro.
-Como astur-mexicano, ¿qué opina del trato que le damos a los inmigrantes, concretamente en Asturias?
-Asturias fue una región que generó emigración, y por lo tanto en su memoria está la historia del abuelo que trabajó en la metalurgia alemana, suiza o francesa; el abuelo que tuvo que emigrar por razones políticas al final de la Guerra Civil; el abuelo que fue a buscarse la vida a Puerto Rico o Argentina, con una mano delante y otra detrás. Hay una historia interna que sensibiliza y hace decir cosas como ‘cuidado, este tipo no está aquí porque quiere, sino porque la vida lo arrojó, por la hambruna, la guerra, el desastre económico’. También el número de inmigrantes en Asturias no es tan alto como para crear tensiones, como se crean en otros lugares. Creo que estas dos situaciones construyen una mentalidad más abierta.
Por otro lado, Asturias es una región con el alma dividida entre un pensamiento conservador y primitivo y un pensamiento progresista y generoso, estas dos almas están en conflicto perenne, y también encuentras, como en todos los lados, síntomas de mentalidades xenófobas y racistas que hay que combatir.
‘Asturias es una región con el alma dividida entre un pensamiento conservador y primitivo y un pensamiento progresista y generoso. Estas dos almas están en conflicto perenne’
-Ha escrito una parte de la historia general de Asturias. ¿Cómo definiría el momento que vive esta región desde una perspectiva histórica?
-Como un momento de transición, de pérdida de memoria colectiva, en donde la Asturias industrial que conocimos se va diluyendo en medio de la crisis. No está claro qué tipo de recomposición puede crearse, el destino está en una mesa de muchas patas, y hay que averiguar qué solidez tienen: nuevas tecnologías, nuevas maneras de crear riqueza y desarrollo, junto con poder convencer a una parte de España y Europa de que las bondades asturianas en términos de turismo son muy potentes.
Cada vez que viene alguno de mis amigos de otras partes del mundo a la Semana Negra, trato de que tengan no sólo la visión de festival, sino también de la región, y no hay uno que no salga verdaderamente sorprendido y fascinado. Yo creo que esto tendría que desarrollarse de una manera más potente y más inteligente. Nunca me convencieron campañas como Paraíso Natural, ni las ofertas de sol y playa porque otras regiones de España te hacen una oferta mejor. Aquí se ofrece sol y playa, mar, paisajes, paseos en la tarde, la posibilidad de estar involucrado en eventos culturales, fiestas, gastronomía maravillosa, precios muy asequibles… Creo que todavía no se ha sabido envolver el paquete asturiano como un paquete de turismo abierto, tanto popular como de élite. Si se construye y se cuenta bien, tiene inmensas posibilidades.
-La mayor parte de sus novelas se sitúan en México. ¿No encuentra inspiración en España?
-Tengo un par de novelas empezadas que suceden en España. Creo que forma parte de una especie de tiempo para escribir, yo tenía muchas historias que contar en México, allí me hice escritor y no hay ninguna duda de que soy un escritor mexicano por los temas que toco, la manera como los toco. Pero cada vez más soy un escritor mexicano y asturiano, difícilmente diría español, pero cuando bajo del avión en Ranón digo ‘esto es casa’. Algún día escribiré esas novelas, que obviamente van a suceder en Asturias. Como pienso vivir ciento veinte años, tengo tiempo para escribirlas.
-Lleva años como director ‘accidental’ de la Semana Negra de Gijón. ¿Cómo se metió en esta locura y qué otros locos le ayudaron a hacerlo?
-En origen la idea era hacer un festival diferente, donde la fiesta y la literatura no estén reñidas sino contrapesadas, que una invite a la otra y la otra invite a la una. Este modelo, que no existía y que sólo existe en Gijón, ha sido la clave del éxito. En el proceso se ha construido un equipo humano con un gran pensamiento crítico, que es lo que se necesita para poder llevar un festival como éste. Además es un equipo entrañable, nos hemos hecho amigos, hablamos claro continuamente, no tenemos pelos en la lengua y sólo así puedes levantar un festival de esta magnitud en el que tienes ciento treinta escritores invitados, cien periodistas registrados, levantas una ciudad efímera de cincuenta mil metros cuadrados a la que hay que darle electricidad, agua potable, desagües, vincular los chiringuitos con el programa literario, incorporar a las ONG… Es un fenómeno complejo, y el equipo ha sido fundamental. De hecho, una de las razones por las que sigo dirigiendo este festival es porque me atrae la idea de venir a trabajar año tras año con un equipo de compañeros y amigos.
–Es difícil explicar en qué consiste la Semana Negra a quien nunca ha estado en ella. Inténtelo.
-Imagine una inmensa fiesta en la que hay chiringuitos, puestos de venta, un ferial lleno de caballitos y norias, y en medio de eso metes un gran encuentro literario de nivel internacional. Y que todo eso lo haces convivir sin que entre en conflicto. Al resultado hay que irle añadiendo elementos: magia, teatro, decorados extraños que aparecen y desaparecen como un templo egipcio, una figura de Mandrake el Mago, un moai de la Isla de Pascua… En toda esa extraña mezcla, la Semana Negra es un paseo en el que te vas deteniendo, viendo y haciendo cosas. Desde el punto de vista de los lectores, que son el público ideal de la Semana Negra, el nivel literario es muy fuerte, pero además están los conciertos, los chiringuitos, la noche es muy divertida… entonces el atractivo es doble. Piensa que somos uno de los pocos festivales del mundo que no paga a los autores por venir.
‘Imagine una inmensa fiesta en la que hay chiringuitos, puestos de venta, un ferial lleno de caballitos y norias, y en medio de eso, un gran encuentro literario de nivel internacional. Eso es la Semana Negra’
-Pues eso es lo que se llama capacidad de seducción.
-Sí, la Semana te invita a venir, te damos de comer y de dormir mientras estés aquí, pero te pedimos que participes en conferencias, charlas, debates, tertulias, presentaciones de libros, etc. Además, es un festival extraordinariamente democrático, en el que un peón de construcción que trabaje en el equipo come con el mismo vale de comida que una estrella de la literatura.
Vienes a trabajar, pero en un ambiente y en un espacio en el que hay un compañerismo continuo. Quizá uno de los atractivos más fuertes de la Semana esté no en su parte formal, sino en la informal, la cantidad de relaciones que haces con editores, tertulias, charlas que te cambian la vida, la manera de pensar, de escribir o de leer. §