Tras casi cuarenta años de compromiso con los libros, Carmen Prieto se jubila en 2009 de su cargo como Jefa de Coordinación Bibliotecaria. Afirma conocer Asturias como la palma de su mano, visitando y creando bibliotecas por toda la región: casi 140 centros de lectura, una de las redes más importantes de España. Para esta dama de los libros el bibliotecario es mucho más que un simple archivero: es la mejor campaña de animación a la lectura.
Por eso, aunque haya dejado el trabajo, hay costumbres que exceden lo laboral: uno de sus objetivos es iniciar a sus nietos en el placer de leer. Un placer del que ella disfruta ahora con mucha más calma.
-De dónde le viene el amor por los libros y la lectura?
-Yo, al contrario de lo que dice mucha gente, nací en una casa con libros. A mi padre le gustaba muchísimo la lectura, y tenía mucha amistad con Antonio García Oliveros, el pediatra y escritor en asturiano, y también con Santiago Melón y Ruiz de Gordejuela, el psiquiatra. Se reunían todos los sábados y hablaban de libros. Yo nací en los años cuarenta, por aquella época se hablaba mucho de la recuperación de la literatura asturiana, y mi padre tenía una biblioteca bastante aceptable. Mi madre también me leía muchísimo, más tarde me enteré de que había sido alumna de la Institución Libre de Enseñanza en Madrid. El recuerdo más antiguo que tengo de ella es cuando me leía El maravilloso viaje de Nils Holgersson a través de Suecia, de Selma Lagerlöf, que es un libro precioso. Por otro lado, fui a un colegio de monjas teresianas y allí se leía muchísimo en alto, a la hora de comer, mientras se hacían labores… Yo siempre tuve libros a mi alcance. Por ejemplo, de La Regenta, que se dice que en Asturias era desconocido hasta los años setenta, había dos ediciones en mi casa.
-Ahora que lo deja, ¿qué balance hace de su vida profesional?
-Absolutamente satisfactorio, con algunos altibajos pero eso nos pasa a todos en la vida. Yo empecé a trabajar en bibliotecas en el año 71, en la Biblioteca Pública de Oviedo desde el año 72 y más tarde en la Red de Bibliotecas. Durante esos años, sobre todo a partir de la Transición, se hicieron muchísimas cosas. Yo creo que conozco Asturias como la palma de la mano creando bibliotecas. Como todo el personal que trabaja en ellas es muy amante de los libros, la Red se plantea no como un mero almacén de libros, sino como algo con vida. Eso para los ciudadanos, sobre todo de los núcleos pequeños, tiene mucha trascendencia. Una vez fui con un bibliotecario a un concejo pequeño, al que él decía que acudía muy poca gente. Y en la puerta lo estaba esperando una señora mayor con un paquete muy envuelto que le dice: “oye, chaval, llévote esperando dos hores para devolver estos libros que me aconsejaste y que me des otros tan guapos como estos”.
-¿De qué logro se siente más satisfecha?
-De la formación del personal. Cuando yo empecé a trabajar el personal de las bibliotecas era contratado directamente por el ayuntamiento, sin haber superado ningún tipo de prueba. Luego la profesión se profesionalizó y ahora los bibliotecarios son muy competentes. También estoy muy satisfecha con la informatización de las bibliotecas, que duró muchos años y que el año pasado quedó rematada.
-Desde su punto de vista, ¿cómo deben modernizarse las bibliotecas?
-Pues no lo sé. Le doy muchas vueltas, los bibliotecarios lo discutimos mucho, pero no sé por dónde puede ir el futuro del libro, ni de las bibliotecas ni de las librerías. A la velocidad que está evolucionando todo, es casi imposible predecir el futuro inmediato.
“Siempre hubo best-sellers, pero no con este arrebato que hay ahora. En un mercado donde se publican setenta mil títulos, ¿cómo es posible que sólo te puedan interesar uno o dos? “
-El porcentaje de asistencia a la biblioteca en Asturias es superior a la media estatal. ¿A qué se puede deber esto?
-Creo que influye muchísimo que en Asturias existe una red de bibliotecas desde principios del siglo XX, una red que se usaba. Una cosa que siempre hacía al llegar a un sitio es preguntar a alguien dónde está la biblioteca, aunque yo supiera donde estaba. Si la gente sabe dónde está, es señal de que a ese sitio acude gente. Por otro lado las bibliotecas en Asturias, con sus deficiencias, siempre tuvieron un fondo aceptable, mucho gracias a la labor que hicieron mis antecesores.
-Lorenzo Rodríguez Castellano, a quien se han dedicado varios actos este año, fue uno de esos predecesores.
-Cuando yo empecé en la Biblioteca Pública de Oviedo estuve trabajando durante tres años con él. Yo creo que se merece todo el reconocimiento como bibliotecario y como lingüista. Fue un hombre progresista, liberal, educadísimo en el trato; fue director del Centro Coordinador de Bibliotecas desde 1944, en aquellos años dificilísimos; creó la Biblioteca Pública de Oviedo que tiene un fondo que quizá no haya en ninguna otra biblioteca pública de España. Viajó por toda Asturias, puso en marcha la Red de Bibliotecas después de la guerra y dejó en herencia más de sesenta centros de lecturas.
-Es una figura muy poco reconocida…
-Sí, y por eso este año se le ha hecho este homenaje; aunque las cosas que se hacen en las bibliotecas tienen muy poca repercusión, pero bueno. En la exposición hay una sección que llamamos familiarmente “el infierno”, un fondo que don Lorenzo trató como oro en paño, recuperado de las antiguas bibliotecas y que ahora se conserva como una unidad. Tiene mucho interés, merece la pena estudiarlo despacio.
Yo con don Lorenzo aprendí muchísimo, sobre todo la relación con la gente de las bibliotecas: la delicadeza con que trataba a la gente, cómo le gustaba viajar, cómo intentaba extender la Red, sobre todo donde antes había habido bibliotecas populares.
-Cuando un libro cae en sus manos ¿qué es lo primero que valora de él?
-Cuando es a nivel personal tengo que decir que soy un poco maniática y bastante selectiva, normalmente voy a tiro hecho. A nivel profesional lo miraba con otros ojos, y aún me queda un poco el tic de pensar a quién le podría interesar, a cuánta gente podrá llegar.
“En Asturias el uso de las bibliotecas es superior a la media. Influye muchísimo que la red de bibliotecas existe desde principios del siglo XX”
-¿Y el libro electrónico, cómo lo ve?
-Yo creo que en eso sí que llego tarde. Mi marido es muy partidario de que el futuro va a ir por ahí, lo hablamos mucho, pero yo todavía no lo sé. Puede ser, porque también al principio en Internet no se leía, y ahora en cambio yo leo muchísimas cosas, no ficción pero sí artículos por ejemplo. Así que a lo mejor el libro electrónico está más próximo de lo que creemos, aunque a los que nacimos con el libro en papel nos puede costar esta evolución. El libro como tal lleva siglos, eso es simplemente otro formato. El otro día estuve en la librería ojeándolo y, como uno se habitúa muy pronto a las cosas, en cuanto resulte más cómodo y práctico creo que acabaremos leyendo en él. Pero es difícil de prever.
-¿Por qué un libro se convierte en un fenómeno de lectura? ¿Cuánto de marketing hay en eso?
-Bueno, siempre hubo best-sellers, pero no con este arrebato que hay ahora. El otro día alguien me decía que había venido en el tren y todo el mundo estaba leyendo libros de Stieg Larsson: “Los hombres que no amaban a las mujeres”. Pero ¿cómo se va a leer un sólo libro? Es evidente que el marketing influye muchísimo, independientemente de la calidad del producto, pero en un mercado donde se publican setenta mil títulos, ¿cómo es posible que sólo te puedan interesar uno o dos? Es una pena, yo creo que habría que diversificar el mercado, tanto para las librerías como para las bibliotecas.
-Ahora que ha dejado de trabajar, ¿cómo afronta esta nueva etapa?
-Muy contenta, estaba ya un poco cansada y además creo que a la red de bibliotecas había que darle otro aire, y periódicamente las personas tienen que cambiar. Aparte de eso me apetece hacer muchas cosas: leer más despacio, viajar, estar en mi casa tranquilamente. Y quiero ver si logro infundir el amor a la lectura a mis nietos. Como la gente dice que los niños y los jóvenes leen muy poco, voy a intentar que no sea así.