¿Escanciar sidra en el Polo Sur llevando casadielles para combatir el frío? Son cosas que pasan cuando un asturiano se mete entre ceja y ceja conseguir un reto extremo. Juan Menéndez es ya un habitual del deporte de aventura y se ha convertido en el primer hombre en llegar al Polo Sur en bicicleta: 1.200 kilómetros de desierto helado, en un terreno hostil para los humanos y nada adecuado para una bici. Un viaje que superó los dos años de preparación y que terminó en victoria, tras más de cuarenta días a menos de cuarenta grados. Y en solitario.
-La conquista del Polo Sur en bicicleta. Casi nada.
-Es que suena casi imposible. Me tachaban de loco, me decían que no iba a poder ser… Para conseguirlo tuve que reinventar muchas cosas, incluso la manera de entrenar, encontrar mi propio sistema, el tipo de trineo. Y después de un montón de pruebas en Escandinavia, en Groenlandia, aquí en Pirineos… al final di con los puntos clave y todo salió bien, así que estoy muy orgulloso.
-Has estado en la selva amazónica, el desierto australiano, Siberia, Kilimanjaro, el lago Baikal… ¿Qué te motivó a elegir este reto?
-Es una suma de factores. Primero era un hito que quedaba por hacer, prácticamente no se había intentado. Y después que era algo que me llamaba, después de toda mi trayectoria era un poco como mi Everest. Tenía que intentarlo.
«La soledad es una compañera difícil en este tipo de situaciones, porque tiendes a pensar en cosas negativas. Hay que ser capaz de llamar a los pensamientos positivos: hay veces que no piensas en nada, hay veces que te acuerdas de tus seres queridos…»
-El reto no era sólo llegar, sino hacerlo en solitario. ¿Cómo se planifica una aventura de este calado?
-Estamos hablando de una travesía de 1.200 kilómetros en el lugar más inhóspito del planeta. Estás allí solo, así que tienes que ser totalmente autónomo, en el sentido más profundo de la palabra: necesitas un botiquín completo, tienes que llevar comida suficiente pero ¿cuánta comida? Allí la vida es muy poco confortable, tienes que derretir la nieve para conseguir agua, montar y desmontar la tienda de campaña, no puedes darte una ducha… tienes que estar muy mentalizado y cuidar al mínimo cualquier tipo de detalle. Y sobre todo llevar lo imprescindible, no puedes llevar nada «por si acaso» porque tienes que cargar con ello. ¡Si hasta cortamos las etiquetas de la ropa!
-De hecho, tenías la idea de completar la expedición en 35 días y al final fueron 46, lo que implicó racionar provisiones. ¿Te planteaste abandonar en algún momento?
-No. Siempre tuve mucha determinación, pero sí hubo un momento muy delicado, a dos días de terminar la expedición. Ahí ya estaba casi sin comida, me alimentaba de frutos secos que me quedaban y de una bebida de chocolate caliente que preparaba con aceite para añadirle calorías. Tuve un día muy débil, porque el cansancio acumulado se va notando en el rendimiento, pero al no tener comida pegué un bajón muy brusco, y me planteé que quizá no iba a poder llegar. Pero bueno, ese día descansé más, y poco a poco, en dos días estaba en el Polo. Que ahora se dice fácil, pero cuando estás allí es muy complicado.
-La meteorología fue determinante también en todo este proceso. ¿Qué tal se portó contigo?
-No muy bien. No voy a decir que fue la peor temporada en mucho tiempo, pero sinceramente fue una temporada mala. Y con medio metro de nieve no puedes rodar, en esos casos ponía la bicicleta sobre el trineo y avanzaba con esquís. Así fue especialmente al principio, y también al final, en los últimos doscientos kilómetros: la nieve no era buena, había mucha niebla, y eso me retrasó todavía más.-En el deporte extremo parece que se busca el «más díficil todavía». ¿Por qué esta obsesión por conseguir los retos más complicados o más extraños?
-Es algo difícil de explicar, pero el ser humano siempre intenta superarse. Y, aunque a veces nos cueste reconocerlo, somos competitivos por naturaleza, bien con los demás, bien con nosotros mismos. Y eso también te lleva a la ambición de ser el primero en algo. Yo no he hecho esta expedición para salir en los periódicos, pero es un plus; y a lo mejor me ayuda para conseguir patrocinadores en la próxima ocasión. Si hubiera llegado el segundo seguramente no tendría toda esta atención, es injusto pero es así.
-¿Qué has descubierto de ti mismo en este viaje?
-Bueno, ya son once años de carrera deportiva, así que la mayoría de las cosas ya las tenía descubiertas. Pero con esta expedición me he quitado un gran peso de encima, porque he necesitado más preparación que nunca, he tenido que mejorar muchas cosas de mí mismo y aprender mucho técnicamente. Así que, en resumen, me quedo con la satisfacción de ver mi sueño cumplido, y de haberlo logrado a pesar de lo dificilísimo que era.
-Ya de vuelta, ¿qué conclusiones has sacado?
-A nivel deportivo estoy muy satisfecho de mi rendimiento, de lo bien que salvé la situación a pesar de que las condiciones no acompañaron. A nivel personal fue una experiencia increíble, muy emocionante. Porque además, en cierto modo tuve que cambiar mi destino, que no era estar en la Antártida. A dos semanas de irme me fallaron varios patrocinadores con los que más o menos contaba, así que me vi obligado a pedir un crédito. Fue una decisión difícil, pero ¿qué iba a hacer, quedarme en casa y perder dos años y medio de inversión en tiempo, en dinero, en material, en entrenamientos? Por eso también mi determinación fue más elevada, y reconozco que los primeros días lloré de emoción por estar allí, porque para mí aquello era maravilloso.
«Yo no he hecho esta expedición para salir en los periódicos, pero es un plus; y a lo mejor me ayuda para conseguir patrocinadores en la próxima ocasión. Si hubiera llegado el segundo seguramente no tendría toda esta atención, es injusto pero es así»
-Psicológicamente, otros exploradores acusan mucho la monotonía del paisaje. ¿Cómo te afectó eso?
-Yo estaba tan encantado de estar allí que la monotonía no supuso un problema. Siempre traté de ser positivo, hasta en los peores momentos, que evidentemente los hubo. A veces las cosas no salen bien, estás un poco perdido en medio de la niebla, tienes hambre, o un problema en el equipo como me pasó, que se me rompió el pantalón aumentando el peligro de sufrir congelaciones. Es cierto que la soledad es una compañera difícil en este tipo de situaciones, porque tiendes a pensar en cosas negativas. Así que hay que ser capaz de llamar a los pensamientos positivos: hay veces que no piensas en nada, hay veces que te acuerdas de tus seres queridos… A mí me gustaba reírme recordando anécdotas con amigos o con familia, y también me sirvió mucho todo el apoyo que me mandaba la gente a través de las redes sociales. Yo allí no podía verlo, pero cuando llamaba por teléfono satélite para contar qué tal estaba me transmitían todo ese apoyo, y es innegable que en los momentos duros esa energía positiva te sirve de mucho.
-¿Estás pensando ya en el próximo reto?
-Estoy en ello. Ahora mismo, sinceramente, lo que más me preocupa es pagar ese crédito. Me gustaría algo de desierto, para cambiar de aires. Superar la dificultad de esta expedición va a ser difícil, pero aún quedan cosas por hacer. Espero pedalear todavía mucho.