Detrás de la marca ‘made by kÖs’ se encuentran Constantino Menéndez y Yolanda González. Cuatro manos y casi una sola cabeza que se entienden a la perfección cuando se sientan a crear o trabajar. Lo suyo es el diseño y la moda que hunde sus raíces en la tierra, la moda que no ha perdido el contacto con lo que fue, es y seguirá siendo. Esa que está hecha sin prisas, con calma. Desde el pueblo.
En cierto modo, sigue siendo aquel niño hiperactivo que era de pequeño. Constantino tiene que sentir lo que hace, algo tiene que conectarle dentro para que la inspiración inunde su cabeza y las ideas comiencen a fluir. Su taller está en Pillarno, una pequeña aldea de Castrillón, de donde no se visualiza marchándose porque, en cierto modo, permanecer en el pueblo es también mantenerse en su forma de entender la vida, la moda y su propia manera de hacer las cosas.
En realidad, desde que tiene uso de razón, quiso ser psicólogo. Y lo es, y ejerce, pero su parte creativa necesitó siempre desarrollarse y tener un espacio propio en el que poder sentirse libre y dejar que sus manos hiciesen al ritmo que su cabeza marcaba. Ahí apareció la costura. Algo que, gracias a su madre, también existió en su vida desde siempre.
-Cuando eras pequeño, ¿sabías qué querías ser de mayor?
-Sí. Aunque pasé etapas cortas en las que quería ser otras cosas, siempre tuve claro que quería ser psicólogo. A los seis años más o menos, tenía miedo patológico por las noches y me llevaron a un psicólogo. Me ayudó tanto que siempre dije que yo quería ayudar a otros niños que viviesen lo mismo, y así fue. Estudié Psicología, ejercí durante un tiempo y, en estos últimos años de trayectoria profesional, concretamente desde hace dos, estoy dirigiendo un centro de mayores. La consulta la tengo un poco abandonada, pero no me da tiempo a más.
“A los seis años más o menos, tenía miedo patológico por las noches y me llevaron a un psicólogo. Me ayudó tanto que siempre dije que yo quería ayudar a otros niños que viviesen lo mismo”
-¿En qué punto se dan la mano la psicología con la costura?
-Creo que muchos niños que son miedosos es porque tienen mucha imaginación y yo siempre fui una persona muy creativa y con mucha necesidad de hacer cosas. Siempre estaba haciendo actividades con las manos: un montón de arcos y flechas, trabajaba el barro y, entre estas cosas, estaba coser. Era lo que tenía a mano en el pueblo y en casa porque mi madre cosía y siempre había una máquina y telas. Empecé desde muy pequeño y siempre fue parejo. No hubo un momento en el que descubriese la costura y me gustara, me acompaña en mi desarrollo vital desde siempre. No lo puedo separar de mi persona porque va unido.
-¿En tu entorno encontraste las herramientas o el ambiente propicio para poder desarrollar ambas cosas?
-Sí. La costura me resultaba útil para canalizar toda esa creatividad, energía y movimiento que yo tenía porque no podía estarme quieto ni un solo momento. Descubrí que, a través de ella, podía crear cosas funcionales que luego utilizaba como estuches, bolsas para las canicas, vestidos para las muñecas de mi hermana o una saca para el pan. Todo lo que pudiera hacer y que viera que iba a tener utilidad, lo hacía.
-¿Qué ves de tu madre en ti?
-Te iba a decir la paciencia, pero no, porque ella tiene mucha más que yo. En la perseverancia sí que soy como ella. Vamos poco a poco hasta que conseguimos el objetivo, somos personas muy constantes. Me inculcó también la capacidad de trabajo, esto lo mamé en casa desde pequeño. Es curioso porque, aunque desarrollo proyectos solo y ya volé a nivel creativo, siempre acabo recurriendo a ella para que dé el toque final a una prenda. Es como si fuese el departamento de calidad y aunque sea una tontería, que pueda o sepa hacer yo, le digo que me cosa ella un bajo o me monte una manga. Constantemente tengo esa necesidad de volver y mantener el contacto con ella para completar el proyecto que esté haciendo.
“Es curioso porque, aunque desarrollo proyectos solo y ya volé a nivel creativo, siempre acabo recurriendo a mi madre para que dé el toque final a una prenda”
-¿Qué te supone que ella esté presente en tus proyectos?
-Seguridad y tranquilidad. Me siento así cuando ella lo revisa o lo remata.
-¿Sabes qué piensa ella de ti?
-Siempre tuvimos una relación muy cómplice y especial. Ahora que, a lo mejor, puedo despertar más curiosidad en los medios, la gente que la rodea le dice que me ve en sitios y le preguntan en qué ando metido. Ella dice que le llama la atención lo que está pasando, porque siempre me vio así y constantemente la sorprendía haciendo cosas. Lo que está pasando no lo siente como excepcional sino como algo natural. Es cierto que ahora tiene otra dimensión, tengo otro tipo de clientes u otros destinatarios de las cosas que hago, pero, en el fondo, sigo haciendo lo mismo que hacía. Fui creciendo a nivel creativo, usando otros materiales y asumiendo otros proyectos más ambiciosos, pero la esencia de mi forma de trabajar, que también es un reflejo de mi forma de ser, es la misma.
“Cuando me viene una cosa a la cabeza, enseguida necesito tener la tela, cortarla, probarla, hacerla y, si me sale, la sigo haciendo hasta el final. Después, ya no repito”
-¿Dirías que fuiste encontrando el camino en base a la experiencia?
-Es verdad que era otra época. No buscaban tanto potenciar las habilidades como ahora, que se mete a los guajes en cien mil actividades para que sean buenos en lo que tú crees que se les da bien. Antes no era así, nos dejaban más a lo bravo y salía lo que realmente tenías dentro. Esto te lleva a un método de aprendizaje por ensayo y error que, a día de hoy, muchos niños están lejos de poder experimentar porque no se les permite equivocarse. Se les exige la excelencia en lo que hacen, no se les deja meterse con unas y otras cosas y que ellos mismos vayan buscando y aprendiendo a base de equivocarse. Yo cada año me apuntaba a una cosa, pero porque necesitaba aprender y probar.
“A los niños de hoy se les exige la excelencia en lo que hacen, no se les deja meterse con unas y otras cosas y que ellos mismos vayan buscando y aprendiendo a base de equivocarse”
-¿Notas que con el tiempo has cambiado respecto a esto?
-Con la madurez me noto más sereno y sosegado, pero sí es verdad que esa base impulsiva la sigo teniendo. Esto es bueno para lo que hago porque ejecuto muy rápido, pongo mucha energía concentrada en ese tiempo. Cuando me viene una cosa a la cabeza, enseguida necesito tener la tela, cortarla, probarla, hacerla y, si me sale, la sigo haciendo hasta el final. Después ya no repito.
-¿Y si no te sale?
-Lo intento varias veces, pero me voy a otra idea. Como probé tantas cosas, he desarrollado una tolerancia a la frustración bastante grande. Cuando haces mucho, hay cosas que ves que te salen bien pero otro montón te sale mal, así que generé esa tolerancia que es muy compatible con la vida. Ya me saldrá otra cosa.
-Para diseñar, ¿te manejas mejor en el sentir o en el pensar?
-Me doy cuenta de que primero lo trabajo todo mentalmente. Más tarde me apoyo de figurines y de acción, pero el proceso largo y cansado, porque muchas veces lo es, es mental. Voy haciendo todo el proceso creativo dentro y esto me pasa con cualquier cosa. Yo voy cortando y montándolo todo en la cabeza y, cuando ejecuto, ya tengo todo ese trabajo hecho. Puede haber errores, porque te saltan cosas de las que no te das cuenta, pero ya voy a tiro fijo. Si voy a hacer una prenda y en mi cabeza ya hice los patrones, las transformaciones y todo el trabajo previo, confeccionarla va de corrido. Voy muy seguro y si me ves desde fuera puedes pensar que voy a lo tonto, pero la realidad es que yo ya lo fabriqué en mi cabeza y solamente tengo que reproducir lo que ya hice una vez. Me quedan los acabados: pespuntear, hacer una costura, si tengo que reforzar algo, si la prenda va a tirar en algún punto darle mayor holgura en algún lado…
“Lo antiguo es todo lo que me conecta con mi raíz, con mi historia, que al final es la de mis antepasados”
Izda.: Modelo con kpÖt, una prenda, aseguran, muy versátil.
Centro: Recreación histórica. La camisa de lino, como la cofia, está trabajada con té y café soluble para darle ese aspecto antiguo. Está pespunteada a mano, lo que le confiere un aspecto único.
Dcha.: Modelo con kpÖt en una edición confeccionada con lana merina.
-¿Qué sensación te produce crear algo que no existía?
-Es que no sé si creamos cosas… Muchas veces me digo a mí mismo que soy muy poco original porque, en ocasiones, veo cosas parecidas a lo que hago. Es verdad que hoy en día tenemos tanta información en la cabeza que lo que hacemos es mezclar todo lo que llega a nosotros y vomitarlo en algo distinto, pero que siempre tiene elementos comunes a cosas que ya existen. Los diseñadores de moda, y te hablo de los más punteros en su tiempo como Balenciaga u otros muchos, se basaron en cortes tradicionales, en el pasado de la moda, y eso todavía lo ves hoy en día. Los corsés y los corpiños, que vuelven a estar tan de moda, ya me dirás tú qué tienen de novedoso. A lo mejor utilizas otro material o una técnica de impresión 3D, pero la esencia ya existe. Piensa que, en confección, siempre se parte de un patrón base que tienes que conocer, manejar y técnicamente controlar para poder luego jugar con ello, y éste se lleva haciendo igual tropecientos mil años. Es pasar a 3D un cuerpo que está en 2D. A partir de ahí, transformas.
-Un día dijiste que te “resultaba sublime y de gran belleza la imagen y el atuendo de les paisanes vieyes de pueblo”. ¿Qué te resulta atractivo de ellas?
-La libertad. Cuando voy por un pueblo y veo gente mayor, me llama la atención la libertad que tienen a la hora de combinar. Les da exactamente igual si llevan una falda de cuadros con una camisa de flores y, encima, se ponen una bata de lunares. No les importa la sobre posición de prendas, combinación de colores, estampados… Hoy en día se dice en la moda que alguien arriesga cuando mezcla rayas con lunares y eso lo llevan haciendo las mujeres mayores en los pueblos toda la vida. Esto es lo que me resulta inspirador. Ves en el pueblo a alguien con un vestido y unas katiuskas, que es súper funcional, y tú piensas: “madre mía, vaya pintas”. Pero ellas no tienen ese miedo a juzgarse o a que les juzguen por lo que se ponen. Luego llega Balenciaga con sus colecciones más actuales, salen en pasarela con una bolsa del pan colgada del hombro, un vestido casi de alta costura y unas botas de goma y todo el mundo alucina.
“Hoy en día se dice en la moda que alguien arriesga cuando mezcla rayas con lunares y eso lo llevan haciendo las mujeres mayores en los pueblos toda la vida. No les importa la sobre posición de prendas, combinación de colores, estampados…”
-Se habla mucho de la tradición, la modernidad, lo vintage, lo actual. ¿Qué es para ti lo antiguo?
-Es todo lo que me conecta con mi raíz, con mi historia, que al final es la de mis antepasados. Cualquier cosa que tenga ese olor me une a lo que soy y a lo que eran, es algo que me vincula con el territorio al que pertenezco. Todo esto me hace sentir una emoción y por eso mi proyecto se desarrolla dónde estoy, que es el entorno rural. Yo no quise moverme de aquí. En el plano del diseño puedo ser más libre porque tengo otro ámbito profesional que me sostiene, pero si sólo tuviese que vivir de esto no sé si podría hacerlo, aunque una parte de mí se niega a creer que tuviera que marcharme del pueblo.
-¿Qué dirías sobre lo que te transmiten esos diseños de antes que no lo hacen los actuales?
-Primero, la técnica. La ropa de hace tiempo era mucho más compleja de lo que es ahora a nivel de patronaje. Antes eran verdaderos maestros y maestras de la confección. Se pasaban mucho tiempo trabajando sobre papel, entendiendo cómo se transforma, cómo se le da forma a la figura humana para después ponerse ya a trabajar con la tela. Hoy en día tienes que crear rápido, ser productivo, generar un producto sin pararte en perfeccionar la técnica necesaria. Si te fijas en la mayoría de las pasarelas, los modelos actuales se escogen sin curvas para una simplicidad de patrones. No es lo mismo coser y hacer una prenda que siente bien a una persona con curvas que a alguien totalmente plano. A alguien así, tú le cuelgas una tela y, con una puntada en cada hombro, ya es un vestido. Con una persona que tiene más peso o con mucho pecho, eso no ocurre porque exige otra manera de entallar y de hacer las cosas. Creo que antes, técnicamente, se trabajaba mucho mejor y se buscaba más la perfección. De hecho, el concepto de Slow fashion va muy ligado a este discurso.
“La belleza es algo sencillo pero que cuando rascas detrás descubres que hay mucho trabajo para que no se note esa simplicidad”
Izda.: Constantino en pleno proceso de diseño de los figurines.
Dcha.: Traje de busgosu (personaje mitológico del bosque, mitad hombre mitad cabra) para el videoclip del tema “Casares” de Rodrigo Cuevas.
-En un mundo que cada vez está más lleno de poses y artificios, ¿dónde está la belleza?
-Pues generalmente, para mí, en lo más simple. Los diseños que me llaman la atención son los que con muy poco, consiguen mucho. Pero eso te exige tener conocimiento. Un vestido que a primera vista te gusta y es súper sencillo, para que siente bien, lleva detrás un trabajo que sólo quien conoce la técnica lo aprecia. La belleza es algo sencillo pero que cuando rascas detrás descubres que hay mucho trabajo para que no se note esa simplicidad.
-¿Te sientes libre para crear?
-Totalmente. La gente con la que trabajo acepta una especie de acuerdo no escrito y a veces sí explícito en el que yo digo: te lo hago, pero tienes que confiar en mí. Sí que es verdad que hay un trabajo previo de conocimiento de la persona para la cual voy a trabajar, un estudio de la funcionalidad que se le va a dar a es ropa, en qué contexto va a estar, etc. Todos estos conocimientos son necesarios para que, cuando confíen en ti y te dejen crear libremente, la otra persona se quede satisfecha con lo que hiciste y se sienta a gusto. No puedes pretender disfrazar a la gente o porque tú tengas una idea, pensar que es la mejor para esa persona. Tienes que conocerla bien y utilizar todos tus recursos, conocimientos e ideas para ajustarte a ella. Las veces que intenté hacer lo contrario y ceñirme a lo que ellos querían las cosas no salieron bien. Nadie quedó a gusto. Tras esas experiencias dije que, si no podía hacerlo como yo lo sentía, prefería no hacerlo.
“No puedes pretender disfrazar a la gente o porque tú tengas una idea, pensar que es la mejor para esa persona. Tienes que conocerla bien y utilizar todos tus recursos, conocimientos e ideas para ajustarte a ella”
-¿También te sientes libre para decir que no?
-Tengo la capacidad de decir “no sé”. Cuando me piden algo que yo creo que no voy a ser capaz de hacer o que sé que no vamos a llegar a ningún punto porque tú vas por un camino y yo por otro, simplemente no lo hago. Tengo la capacidad de pararme y decir: no, esto no es bueno para nadie. No es algo egoísta, es pensar en las dos partes. Es una postura coherente.
-Qué tranquilidad trabajar así, ¿no?
-Sí, tengo mucha suerte. Cuando todo esto fue cogiendo cada vez más magnitud, llegó un momento en el que me daba la sensación de que tenía tanta demanda y tanta gente que me sobrepasaba respecto a lo que yo creía que podía abarcar. Estuve a punto de pararlo todo porque creía que no iba a poder resolver las cosas. En ese momento, tuve la suerte de encontrar a Yolanda que es mi compañera de taller con la que me complemento súper bien.
“Yolanda me aporta mucha seguridad. Es una mujer súper organizada, seria en su trabajo y muy comprometida. Llega a todos esos sitios a los que yo no llego”
-¿Qué te aporta?
-Lo primero, mucha seguridad. Es una mujer súper organizada, seria en su trabajo y muy comprometida. Llega a todos esos sitios a los que yo no llego. Por ejemplo, hace unas semanas, estuvo por Madrid y Barcelona escogiendo telas. Por mi otro trabajo, yo no puedo marcharme a hacer esto y las telas, aunque las hayas visto online, las tienes que tener delante, tocar y saber cómo se comportan. A ella le supone poco trabajo hacerlo y arriesgar, por ejemplo, a nivel de compras porque es más lanzada, cosa que a mí me cuesta mucho más. Yo siempre hago unos cálculos ajustados y ella dice: no, de esta tela vamos a comprar un rollo porque sale más económico y la vamos a acabar usando. Por su carácter y su experiencia laboral, cubre todas esas carencias que yo tengo, por eso hacemos muy buen equipo. Además, mientras yo soy todo impulso, ella es muy hormiguina. Imagínate que nos hacen un pedido de veinte prendas. A mí me gusta hacer una, la primera. Probar hasta que salga como realmente la queremos, pero tener que hacerla una segunda vez a mí ya me aburre. Sin embargo, ella tiene la capacidad de ponerse y hacer una detrás de otra hasta que está todo el pedido completo. Soy un afortunado. Además, porque técnicamente es muy buena, cose fenomenal y es muy perfeccionista.
-También dijiste en alguna ocasión que te da igual el personaje al que tengas que vestir. Que, si no lo sientes, no eres capaz de diseñar nada. ¿Qué emoción se tiene que despertar en ti?
-No es una postura, es una realidad. Indudablemente, ver un trabajo tuyo encima de un escenario bien iluminado o en un determinado contexto, te alimenta ese ego que todos tenemos. Pero también te digo que si todo lo que sucedió antes no mereció la pena, eso no me satisface.
Hace poco vino una mujer a encargarnos un traje para una boda. Ella nunca va de compras. Es de esta gente que pasa mucho de la ropa y su marido la animó para que viniese. El proceso comenzó quedando una primera vez para conocernos, que me contara su relación con la ropa, preguntarle qué se solía poner y con qué se encontraba a gusto. El siguiente paso fue presentarle bocetos, ir escogiendo las telas y, finalmente, hacerlo. Cuando te manda fotos y te dice que todas sus amigas le dijeron que estaba preciosa y que es la primera vez que va a una boda sintiéndose a gusto, no disfrazada y sobre todo viéndose guapa, ¿qué te puede satisfacer más? Me parece que esto es lo verdaderamente valioso y no que se ponga tu ropa un famoso que tenga cuarenta mil trajes, que el mío sea uno más, se haga una foto, la suba a redes y te mencione. No es lo mismo.
“El vestido que le hice a Rozalén para los Grammy Latinos tiene detrás toda una historia. Ella misma me dijo: ‘nunca me sentí tan identificada con la ropa que llevé puesta como ese día’ ”
-En este sentido, ¿qué supuso para ti diseñar un vestido para Rozalén?
-A nivel mediático fue muy potente porque es estar en la alfombra roja de los Grammy Latinos y eso no pasa todos los días. Ella misma me dijo: “nunca me sentí tan identificada con la ropa que llevé puesta como ese día”. Lo que ocurre es que el vestido que le hice para ese evento tiene detrás toda una historia. Los bordados que llevaba por el pecho eran la reproducción de unos que le había hecho su abuela, con la que tenía mucha relación, en un corpiño que le había confeccionado para el traje regional de Letur. Además, le hice bolsos porque me pareció que le podía ayudar a estar más cómoda. Imagínate lo que significaba para ella ponerse la mano en el pecho, tocar los bordados y pensar que una parte de su abuela la estaba acompañando. Cuando pasó el día me dijo: “yo estaba allí con una mano en el bolsillo, con la otra me tocaba el bordado y me sentí tan segura y tan tranquila que me pareció precioso”. Por eso te digo que casi todos los diseños que hago, tienen detrás un discurso. Esto es totalmente distinto a que un diseñador le preste un vestido maravilloso que, seguramente, le dará ochocientas mil vueltas al mío, pero lo que llevaba ese día, sólo ella lo sentía de esa manera especial. ¿Es importante coser para Rozalén? Fue importante la repercusión que tuvo, pero para mí no difiere en nada al caso que te comenté antes, sólo cambia el nombre de la persona y el sitio donde se lo va a poner. También es verdad que soy muy poco mitómano y entiendo que todo eso que hacen los artistas es trabajo. Son personas con sus historias detrás y, a veces, las luces nos ciegan y nos hacen verlos de otra manera. La realidad es que todos somos iguales.
-¿Cómo valoras la educación que se les está dando a los niños a día de hoy?
-Pienso que, a nivel educativo, se está transmitiendo «todo es posible» y esto hace que todo parezca fácil y sencillo. Cuando hago un montaje para una escenografía, me llevo conmigo a mi guaja para que vea todo lo que hay detrás, que se dé cuenta de que para que ella se pueda sentar a disfrutar de un concierto, hay un montón de gente trabajando. Y, cuando acaba el espectáculo, la vuelvo a llevar para que vea que cuando se apagan las luces, la gente sigue currando.
También creo que no es bueno transmitir que con esfuerzo todo se logra y planteamientos así porque, a veces, no es verdad. No siempre lo consigues. A veces te esfuerzas, pones mucha energía, trabajas como un cabrón y no llegas a lo que quieres. O tal vez no sea lo tuyo o lo que se te da bien y es importante decírselo. A día de hoy parece que todo vale, pero la realidad es la que es y la sociedad también.
“Es vital que se tengan los pies en la tierra porque creo que muchos de los problemas de salud mental que hay hoy en día, son derivados de estar engañados respecto a lo que es la vida real”
-¿Los espejos se han convertido en una proyección de una realidad o de lo que cada uno quiere mostrar?
-Tienes que conocerte bien y aceptarte porque todo lo demás es efímero, superfluo y muchas veces impostado. No es real. Yo creo que es la lección que, como educador y padre de una persona que está en este mundo, le debo. Ella ve que estamos rodeados de artistas o tenemos relación con varios de ellos y la suerte que tiene es que no solamente ve la parte artística de esas personas, sino que ve la parte humana y el trabajo que hay detrás. Conoce esa realidad y lo sabe. Tal vez desconozca otras, pero ya las aprenderá.
-¿La felicidad es sencilla?
-Creo que sí. Es verdad que hay gente que lo está pasando muy mal y que no puede vivir con lo que tiene. Pero también es cierto que las metas y expectativas que te pongas y la naturalidad con la que vayas aceptando lo que te ocurra en la vida, te sitúa en un plano más o menos feliz. Si yo fuera muy ambicioso y quisiera desfilar en pasarelas, probablemente me frustraría. Sé que para hacer eso tendría que invertir dinero y contratar patronistas, alguien que confeccione, un fotógrafo, pagar publicidad y sacar una colección. Eso no puedo hacerlo… ¿y qué hago?, ¿lloro y soy infeliz porque no puedo llegar a ello? No puedes convertir eso en tu mayor y única aspiración porque, si no lo consigues, jamás vas a ser feliz. Yo vivo donde me gusta y disfruto con mis trabajos, así que tengo mucha suerte. También es cierto que todos tenemos nuestras miserias y desgracias, pero si pones el foco en ellas vas fastidiado. Yo prefiero ponerlo en lo positivo, que considero que es mucho.
“A veces el secreto está en no ser tan ambicioso y poner el foco donde sabes que vas a llegar y cuando lo hagas, ir a por otro reto”
-Los límites, ¿tienen libertad de movimiento?
-Sí. Y la tienen desde el momento en el que, por definición, se los pone uno mismo. Dependiendo de dónde quieras poner la mirada, vas a poner la meta en un punto o en otro. De esa manera podrás o no llegar. A veces el secreto está en no ser tan ambicioso y poner el foco donde sabes que vas a llegar y cuando lo hagas, ir a por otro reto. No puedes llegar al sexto escalón con un solo paso. Vete uno a uno.
-Las experiencias que has tenido, ¿son las que tú has querido vivir?
-Muchas de ellas sí porque son perseguidas. A veces no, son azar y las experiencias y los acontecimientos vitales vienen impuestos por la vida. Es verdad que a nivel artístico no me cuesta buscar y si hay alguien que me mueva por dentro, que me inspire o que me parezca que lo que hago le va a gustar, me lanzo a hacerle la propuesta. Se lo digo abiertamente: tengo esto, creo que es bueno y que te puede encajar. Lo mismo me pasa a nivel de mandar una nota de prensa a los medios de comunicación diciendo que voy a hacer algo y me parece interesante. Por esa impulsividad que te decía antes, no es algo que me cueste trabajo. Unas veces busco las cosas y otras llegan porque sí.
«Son de encaje de licra, muy cómodas a la par que elegantes»
“Con Rodrigo Cuevas quedamos un día, vino a mi casa y congeniamos perfectamente porque el rollo que él lleva de buscar en la tradición y la actualidad es el mismo que tengo yo”
-¿Rodrigo Cuevas apareció así?
-Teníamos un amigo en común. Él conocía mi trabajo y me llamó para preguntarme si le hacía un pantalón que había visto y que le gustaba mucho. Quedamos un día, vino a mi casa y congeniamos perfectamente, porque el rollo que él lleva de buscar en la tradición y la actualidad es el mismo que tengo yo. A partir de ahí, seguimos juntos.
-Veros a los dos debe ser como presenciar una tormenta perfecta.
-Sobre todo verías libertad. Nos conocemos tan bien que he ido a verlo unas horas antes de subirse al escenario a llevarle un look nuevo entero para que se lo pusiera en ese mismo concierto. Esto pasó en San Mateo. Él prácticamente lo vio cuando se lo llevé al camerino, se lo puso y salió a escena.
-Eso se llama confianza, pero con mayúsculas.
-Sí, pero es así porque también hice otras cosas que no funcionaron. Me acuerdo de que le hice un pantalón marrón que a mí me encantaba, pero creo que ni se lo llegué a entregar porque no podría hacer los movimientos que él hace normalmente. La base de esa confianza es un conocimiento mutuo de lo que puedo dar yo, de lo que puede dar él y de saber en dónde tenemos los puntos en común.