Los asturianos celebramos que siga escribiendo su sección humorística semanal Parando en Villalpando (LNE). Sencillamente nos alegra las mañanas de los lunes. Pero esto es tan sólo una pincelada de la creatividad de este actor, guionista, dramaturgo… Realmente hiperactivo, resulta difícil, por no decir imposible, encasillar a Maxi Rodríguez.
Y es que Maxi, vecino de Gijón, es de los que ataca cualquier flanco: rueda series en las que participa como actor, escribe libretos teatrales… El último, Emma, lo estrena Teatro del Norte en Buenos Aires. También está escribiendo guiones para cine y televisión de los que no quiere soltar prenda. Y entre hueco y hueco imparte cursos y talleres de expresión dramática por el mundo adelante.
-Autor teatral, intérprete, articulista, director de escena, profesor de teatro… ¿cómo demonios te definimos en el sumario?
-Es un proceso natural. Yo llego a la literatura desde la interpretación, empiezo a hacer obras de otros y luego escribo las mías, así paso de ser actor a convertirme en dramaturgo. Y cuando generas tus propios textos muchas veces se complementan con la dirección de escena y de ahí viene esa faceta. Luego meto un pie en la tele, como en Siete Vidas, o en el cine con Carne de Gallina, y continúo igual de diversificado. Lo de la pedagogía teatral es porque vas acumulando experiencias. Hay mucha gente dispuesta a recibir esos conocimientos y es un intercambio muy interesante.
-¿Qué te condujo a empezar como actor de teatro?
-Lo mío es un caso absolutamente vocacional y bastante irremediable, porque ya en la escuela empecé a hacer mis propias obras, luego seguí en el instituto, rápidamente entré en una compañía de teatro amateur, y después al teatro profesional. No me veo haciendo otra cosa. Siempre me recuerdo inventando historias y tratando de reflejarlas. Lo que me cuesta más trabajo es vivir la realidad, a veces en la ficción me desenvuelvo con más desparpajo. La realidad como decía Quevedo «es mucha y mala» y resulta más difícil de transitar.
-Dramas sociales, comedias políticas, problemas económicos… ¿de qué resulta más fácil reírse?
-Yo aspiro a que todo tenga una vertiente cómica porque es la forma de desdramatizarlo y de mirarlo casi con un punto de filosofía. No creo que haya temas que no permitan la ironía, por ejemplo de algo tan execrable como el nazismo, Ernst Lubitsch hizo una obra maestra en «To be or not to be». Cualquier cosa se puede tocar, el tema es encontrar la clave y hacerlo con finura, con elegancia, ser sutil y efectivo.
«La libertad de expresión está presente en todo lo que escribo. No hay ninguna fórmula para el éxito pero sí hay una fórmula para el fracaso, que es tratar de contentar a todos»
-¿En algún momento te has autocensurado?
-Permanentemente, pero no tanto en cuestiones de alcance ideológico sino porque soy muy perfeccionista. Le doy muchas vueltas a las cosas, soy mi primer lector y mi primer censor. Eso no quiere decir que no haga trabajos alimenticios como todos, pero trato en la medida de lo posible de hacer cosas que me gusten. En cuanto a la libertad de expresión, está presente en todo lo que escribo. No hay ninguna fórmula para el éxito pero sí hay una fórmula para el fracaso, que es tratar de contentar a todos.
-Cada lunes nos obsequias con la sección Parando en Villalpando. ¿De dónde sacas la inspiración? ¿Te atreverías a confesar si hay algo autobiográfico?
-Dado que sale en un periódico creo que entra bien un poco de humor para desengrasar los lunes de toda la vorágine informativa, y muchas veces pesimista, que es la actualidad. Por lo que a mí respecta quiero reflejar cosas que pasan en la calle utilizando la percha de la actualidad y ofrecer un retrato, un pelín distorsionado pero cómico, de lo que ocurre. Y hay mucha gente que me da las gracias por alegrarle las mañanas de los lunes, incluso hay un grupo de seguidores de la sección que hicieron un blog: www.elcopista.com. Probablemente la sección esté teñida de mi personalidad, me gusta recoger ese registro un tanto asturiano que yo palpo en la calle.
-Hace poco recibiste el premio Libertad de expresión otorgado por la Voz del Occidente y tienes varios premios nacionales. ¿Eres de los que creen que los premios sirven principalmente para subir el ego y adornar las estanterías?
-En la estantería pesan mucho. Yo tengo cuatro premios nacionales de teatro y en su momento fueron un estímulo para seguir escribiendo y para no decaer, porque el mundo del teatro está tan en precario que de chavalete tienes muy poca certeza de si realmente vas a poder vivir de esto. Hay también un componente de vanidad en el sentido de que siempre te halaga recibirlos, pero a mí lo que más me interesa es que lo que haga tenga eco.
-¿Internet ha modificado las reglas de juego, en cuanto a promoción y difusión?
-Yo a Internet le doy bastante poca fiabilidad, me parece un «totum revolutum» en el cual me muevo con mucha torpeza. Soy bastante ciberbobo, no me acabo de aclarar. Hay una cosa en la que me han metido ahora que se llama Facebook, me parece de locos y no entiendo nada. Se ve que la gente ahí hace ostentación de las fiestas a las que va y se anuncia, pero estoy muy perdido, creo que me voy a borrar porque pensé que era otra cosa.
-Cuando buscas «Maxi Rodríguez» en Google te encuentras a un jugador de fútbol.
-En Google tienes que poner «Maxi Rodríguez teatro» o «Maxi Rodríguez actor» porque este chico que se llama como yo es un jugador del Atlético de Madrid. No lo conozco, pero me persigue su presencia. Hace dos meses estuve rodando una serie de televisión, La familia Mata, y vinieron varios actores a mi camerino a ver si yo era el futbolista porque encima él había estado antes que yo haciendo un cameo, con lo cual tenemos vidas que se entrecruzan. Además hice un espectáculo que hablaba de fútbol que se llama «Oé, oé, oé», que prologó Jorge Valdano, y que también me sirvió para que me conociera mucha gente del ámbito del periodismo deportivo. Un sábado por la noche me llamaron de la Cadena Ser para felicitarme por haber metido dos goles.
Otra vez llamaron de Radio Caracol, de Miami, para pedirme una entrevista. Querían hablar con el futbolista y estuve a punto de hacerla pero había que madrugar mucho, era a las seis de la mañana. Me dijo mi representante que hubiera sido un buen momento para decir cosas tipo «el Atlético de Madrid es una jaula de grillos, yo en realidad soy sportinguista». Me hubiera hecho famoso.
-¿Guardas un buen recuerdo de tu etapa como guionista en Siete vidas?
-Siete Vidas fue una forma de aprendizaje para mí, que venía con mucho bagaje teatral. Me cogieron sin prueba ni nada porque tenía cuatro premios nacionales de literatura dramática y entré ante la mirada expectante de la gente de la tele. Y me encontré con buenos escritores de televisión, ése es el más grato recuerdo. Ahí se hablaba de Seinfeld y de Friends como si yo hablara de Mamet o Lope de Vega. Eran otros referentes, y para mí fue una forma de aprender. Yo aporté, humildemente, muchas cosas en la conexión entre el guión y los actores.
«Una vez me llamaron de Radio Caracol, de Miami, para pedirme una entrevista. Querían hablar con Maxi Rodríguez, el futbolista, y estuve a punto de hacerla pero había que madrugar mucho, era a las seis de la mañana. Me dijo mi representante que hubiera sido un buen momento para saltar a la fama y decir cosas del tipo ‘el Atlético de Madrid es una jaula de grillos, yo en realidad soy sportinguista’. Me hubiera hecho famoso»
-Siete Vidas es un ejemplo clásico de buen guión televisivo en España. ¿Se consiguió crear escuela?
-El grueso de ese equipo está ahora en dos series, unos en Aída, que a mí personalmente no me interesa mucho, y otros en La familia Mata. Y a lo largo del tiempo estarán haciendo otras cosas. Toda esta gente que escribía bien en Siete Vidas podría seguir haciendo cosas igual de buenas si la tele no estuviera tan mediatizada por ejecutivos que desvirtúan todo el valor de algunas series.
-Vistas las perlas con las que nos obsequia el ex-presidente Aznar ¿sería interesante revisar el diccionario aznarés-español que publicaste hace años?
-La verdad es que funcionó muy bien, a pesar de algunos lapsus de distribución que todavía no acabo de entender, y ahí ya se apuntaba la capacidad histriónica de Aznar y su punto esperpéntico. Ahora mismo está en una deriva tan grande que debe ser muy difícil para un actor hacer ese personaje, yo lo veo muy sobreactuado, muy pasado. Creo que ha hecho muchos progresos en el histrionismo, y por otro lado nos conecta con la realidad de los políticos. Si no nos distanciáramos y aplicáramos una mirada humorística, sería para cabrearse mucho. Yo creo que Aznar tiene ese punto de esperpento, pero otros políticos, de cualquiera de los demás partidos, le andan muy a la zaga.
-Si estuvieras en «Tengo una pregunta para usted», ¿cuál sería la tuya?
-Teniendo en cuenta el alcance de su respuesta preguntaría lo que toda España está deseando saber. Zapatero: ¿mar o montaña? §