Al llegar a Santa Eulalia de Oscos (Santalla), una mujer de hierro sorprende al visitante desde su elevada atalaya en el parque infantil. En realidad, la escultura que representa a las mujeres rurales del occidente asturiano, y en particular a las filanderas, lleva tan solo un año allí, pero podría haber estado desde siempre, como aquellas mujeres fuertes a las que representa.
La Servanda se forjó a fuego, como ocurre a menudo en este núcleo poblacional que sabe mucho de hierros candentes, fraguas y batanes. La tradición herrera en este municipio de Los Oscos viene de lejos, y por eso cada dos años la rememoran y celebran en un Encuentro al que vienen incluso ferreiros y ferreiras de fuera de España. Todos juntos construyen una pieza y La Servanda fue una muy especial que llegó para quedarse en un lugar de honor y que, a pesar de la sencillez de su delantal, se ha convertido en todo un símbolo. Por eso, desde su colocación en la localidad de Santa Eulalia de Oscos (capital del concejo que comparte denominación con el municipio), cada 8 de marzo sirve de punto de encuentro para todas aquellas vecinas y también vecinos que quieren alzar la voz por la Igualdad y oponerse a una violencia dirigida hacia las mujeres por el mero hecho de serlo.
El silencio y la tranquilidad son norma en un concejo como este, un rincón del noroccidente asturiano que es bien conocido por su exuberancia natural; de ahí que en el mes de abril se alzase con el galardón Capital del Turismo Rural 2024, obtenido por votación popular. Aunque, para muchos, su valor más preciado son sus gentes y la forma de afrontar el día a día como una pequeña gran familia que no supera los 500 habitantes. «De Santalla podríamos destacar sus recursos naturales y paisajísticos, el patrimonio cultural y etnográfico, sin olvidarnos, cómo no, de los tesoros gastronómicos que podemos ofrecer a cualquier visitante. Pero si de algo debemos estar más que orgullosos es de las personas que, día a día, hacen posible con su trabajo y esfuerzo que nuestro municipio sea un referente a nivel turístico, como productor agroganadero y como un lugar que te ofrece una gran calidad de vida», explica orgulloso Francisco López, alcalde de Santalla, como se conoce en eonaviego a Santa Eulalia de Oscos.
“De Santalla podríamos destacar sus recursos naturales y paisajísticos, el patrimonio cultural y etnográfico, sin olvidarnos, cómo no, de los tesoros gastronómicos que podemos ofrecer a cualquier visitante”
(Francisco López, alcalde de Santalla)
Hasta hace pocos años, la forma de vida en el medio rural asturiano tenía mucho que ver con el matriarcado oculto; las mujeres, al tiempo que se ocupaban de los hijos y hacían las labores de casa, trabajaban la tierra o atendían las ganaderías que llevaban el nombre de sus maridos -porque hasta hace muy poco años ellas no podían ser titulares de la explotación-. Se sabía que estaban ahí, figurando en el día a día como amas de su casa pero, en realidad, sosteniendo el entramado laboral y social de las familias, y siempre a la sombra, primero de sus parejas y luego de sus hijos.
En Santa Eulalia de Oscos, al igual que en otros concejos del rural, se mantuvo durante décadas esta estructura, aunque afortunadamente el paso del tiempo y la lucha por la visibilidad y la igualdad han ido desgastando ciertas costumbres. Por eso, en este concejo se siguen tomando muy en serio efemérides que ponen de relieve la necesidad de luchar por la igualdad entre hombres y mujeres. Eso sí, juntos, sin necesidad de aspavientos, ni de entrar en estériles conflictos que sólo enturbian la tan necesaria convivencia vecinal en los pequeños municipios.
Desde el Consistorio, la entidad local más cercana a los vecinos y también la única que conoce sus necesidades de primera mano, entienden la importancia de apoyar a las mujeres en su recorrido hacia la igualdad de derechos y oportunidades. También lo necesario que es reconocer la labor de las abuelas y madres que nos precedieron, auténticas heroínas sin capa habituadas al trabajo duro que supone estar pluriempleadas en el campo, la casa y los cuidados familiares. Por eso, con la intención de homenajear y agradecer el esfuerzo realizado por todas estas mujeres, el Ayuntamiento ha creado el Premio Servanda, que el pasado mes de octubre celebró su primera edición. «Decidimos crear el Premio Servanda como homenaje a tantas y tantas mujeres del mundo rural que dedicaron su vida a cuidar, enseñar, proteger y trabajar por y para los demás -añade el primer edil-. En esta ocasión, salió vencedora, por votación popular, Anita das Poceiras, pero realmente, Anita, representa a un sinfín de mujeres rurales».
El galardón tuvo varias candidatas propuestas por las asociaciones locales y entre ellas cuatro finalistas resultantes, pero quien finalmente se llevó el reconocimiento popular fue Anita das Poceiras. La anciana de 92 años estuvo durante la mayor parte de su vida al frente del negocio familiar Casa Rodil, una fonda en una pequeña aldea, As Poceiras, a la que no llegaba el agua corriente, así que la imagen de Anita transportando a diario calderos de agua con los que atender a quienes daba alojamiento y comida era de lo más habitual. Como hija de ferreiro, Anita es además buena conocedora de las costumbres locales y, aunque con pocas palabras pero sí muy contenta, recogió el galardón emocionada entre los aplausos de sus paisanos. Y por sus mañas como filandera, mejor que nadie la de Casa Rodil podía entender por qué el galardón llevaba el nombre de “Servanda”.
“Decidimos crear el Premio Servanda como homenaje a tantas y tantas mujeres del mundo rural que dedicaron su vida a cuidar, enseñar, proteger y trabajar por y para los demás”
Y aunque fue ella quien salió claramente vencedora en la votación, cualquiera de las otras tres finalistas, Paz Prieto, Maruja de Manolete y Azucena de Mingos (esta última a título póstumo) hubieran sido merecedoras del reconocimiento popular. Afortunadamente, este territorio sigue siendo cuna de ‘mujeres de hierro’ para beneficio de las nuevas generaciones.