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domingo 5, octubre 2025

¿Son peligrosas las vacunas?

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Un físico, un químico, dos geólog@s y un biólogo. La Asociación Villaviciosa ConCiencia lo componen un grupo de científicos nacidos y criados en Villaviciosa, entusiastas de la divulgación científica. "Queremos transmitir lo que hacemos de una manera accesible a todo el mundo"

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La serie Vacunación llega a su fin tras varias semanas profundizando en el desarrollo de las vacunas, sus consecuencias y muchos otros aspectos. Todos ellos necesarios para desterrar informaciones erróneas y facilitar la comprensión de por qué es importante ponérselas.

Hemos visto que la preparación de las vacunas sigue los estándares de seguridad más rigurosos, sí, incluso la del COVID19, pero, aun así, hay gente que sigue siendo reticente a confiar en ellas. Sin embargo, no hay ninguna razón para desconfiar, ya que existen evidencias científicas suficientes que desmienten cualquier relación de las vacunas con cualquier efecto secundario grave. Uno de los argumentos más comunes de los denominados antivacunas es que las vacunas causan autismo. Pues bien, investigaciones exhaustivas sobre el tema no han encontrado ninguna relación entre las vacunas y el autismo.

Un estudio famoso sobre esta temática fue llevado a cabo por investigadores daneses que registraron el estado de vacunación de la triple vírica de más de 650.000 niños nacidos en el país entre 1999 y 2010. Combinaron esa ingente cantidad de datos sobre la vacuna triple vírica con datos sobre los diagnósticos de trastornos del espectro autista y el resultado, al analizar esta enorme muestra, fue claro y contundente: no encontraron diferencias en la incidencia del autismo entre niños vacunados y no vacunados (A. Hviid et al. Ann. Intern. Med. 170, 513–520; 2019). Al margen de este estudio, existen multitud de otros estudios que corroboran esto.

Médico leyendo un informe.

En otro artículo de investigadores americanos del año 2021 se revisaron 338 trabajos sobre vacunas para niños, adultos y embarazadas (Vaccine, Volume 39, Issue 28, 23 June 2021, Pages 3696-3716). Sus resultados indican que la vacuna triple vírica (MMR) no aumenta el riesgo de autismo y que la única consecuencia asociada son episodios de fiebre que no revisten gravedad alguna a los pocos días. Tampoco encontraron evidencias de un aumento de la invaginación intestinal (trastorno grave e inusual que se produce cuando una parte del intestino se desliza dentro de otra parte adyacente. La intususcepción es la causa más común de obstrucción intestinal en niños menores de 3 años. Se desconoce la causa de la mayoría de los casos de intususcepción en niños) o de la diabetes después de administrar la vacuna del rotavirus (el rotavirus es un virus muy contagioso que causa diarrea). Concluyeron también que no hay evidencia de un mayor riesgo o una evidencia insuficiente de efectos secundarios adversos de las vacunas más recientes, como las vacunas monovalentes contra el virus del papiloma humano y la vacuna contra el meningococo B. En adultos, no se observó evidencia de un mayor riesgo o evidencia insuficiente de efectos secundarios adversos de la nueva vacuna antigripal y la vacuna contra el herpes zóster. Tampoco hay evidencia de un mayor riesgo de efectos adversos en mujeres embarazadas tras la vacunación contra el tétanos, la difteria y la tos ferina acelular, incluyendo la muerte fetal intrauterina.

Otro estudio publicado en la prestigiosa revista médica “The Lancet Infectious Diseases” (Lancet Infect Dis 2020; 20: e80–89) actualizó la información sobre la evidencia científica que apoya posibles asociaciones causales entre los llamados “eventos adversos tras la vacunación” y las vacunas, datos que fueron recopilados en el informe de 2012 del Instituto de Medicina y el informe de 2014 de la Agencia para la Investigación y la Calidad de la Atención Sanitaria, ambas instituciones de EE. UU. Este estudio concluyó que en 12 de los 46 “eventos adversos tras la vacunación” se pudo encontrar una relación causa-efecto con la administración de alguna vacuna. Algunos de estos efectos adversos, como la anafilaxia (reacción alérgica a la vacuna), la artralgia (dolor en las articulaciones), la artritis (inflamación de las articulaciones), la bursitis deltoidea (inflamación de la bursa, que es una pequeña bolsa llena de líquido que actúa como amortiguador entre los músculos, tendones y huesos alrededor de las articulaciones que se encuentra entre el hueso acromion y el músculo deltoides, en la parte superior del hombro por administración incorrecta), las convulsiones febriles (convulsiones que normalmente afectan a niños de entre 6 meses y 5 años durante procesos febriles que son benignas y no revisten gravedad) o los síncopes (pérdida súbita y breve de la consciencia con ausencia de tono postural seguida de recuperación espontánea), que son ya de por si muy leves y bastante comunes tras la vacunación en general, son transitorios y no revisten mayor gravedad. Otros como la encefalitis (inflamación del cerebro), la varicela diseminada (una complicación de la varicela que ocurre cuando el virus de la varicela-zoster se extiende más allá de la piel y afecta órganos internos), el síndrome de Guillain-Barré (afección en la cual el sistema inmunitario del cuerpo ataca los nervios), la púrpura trombocitopénica inmune (trastorno en el cual el sistema inmunitario destruye las plaquetas), la hepatitis (inflamación del hígado), el herpes Zoster (el herpes zóster, ocasionado por el mismo virus de la varicela, es una infección viral que causa una erupción dolorosa similar a la varicela) o la meningitis (inflamación de las meninges, las membranas que recubren el cerebro y la médula espinal) sí son más graves. Sin embargo, menos la artralgia que es más común, todos estos efectos adversos, tienen una incidencia muy muy baja (menos de un 0,1 % de los vacunados), por lo que son casos muy raros. Por ello, la conclusión de este estudio es que las vacunas son muy seguras y protegen contra enfermedades infecciosas a la población general que de otro modo tendrían una prevalencia mucho más elevada.

Niña con fiebre en la cama

Un artículo más que merece la pena mencionar es uno publicado en la revista “Journal of Vaccines & Immunology” del año 2024 (Rella S, Brooks BD (2024) Rethinking Risk of Adverse Events in Vaccination. J Vaccines Immunol 9:1115) en el que se analiza la incidencia de efectos adversos graves, como la miocarditis, el síndrome de Guillain-Barré (SGB) y el síndrome de dolor regional complejo (SDRC), tras la vacunación, comparándolos con las tasas de incidencia tras infecciones naturales. Se utilizaron datos del Sistema Integrado de Notificación de Reacciones Adversas a las Vacunas (VAERS), junto con diversos estudios epidemiológicos. Se recopilaron los eventos adversos tras la administración de algunas vacunas recomendadas (COVID-19, VPH, herpes zóster, hepatitis B e influenza) y se compararon con los mismos aparecidos al haber pasado las enfermedades infecciosas que tratan. Los hallazgos del estudio revelan que los efectos secundarios graves de las vacunas son extremadamente raros y ocurren con una frecuencia mucho menor en comparación con las complicaciones de las enfermedades que se pretenden prevenir. Se remarca también la importancia de la monitorización continua de la seguridad de las vacunas, abogando por campañas educativas específicas que detallen el riesgo real de la vacuna frente a la infección, y por una comunicación transparente para combatir la reticencia a vacunarse y fortalecer la confianza pública en la vacunación como piedra angular de la salud pública.

¿Y qué ocurre con las consecuencias de la vacuna del COVID19? ¿Es realmente más peligrosa esta vacuna que el resto por el hecho de haberse desarrollado en menos tiempo?

La respuesta a esta pregunta es clara y contundente: NO. De hecho, la vacuna del COVID19 es sin lugar a duda la vacuna más fiscalizada de la historia. Hay multitud de estudios científicos analizándola e investigando sus posibles efectos adversos a corto, medio y largo plazo y en todos los casos se asegura que los beneficios están muy por encima de los riesgos. Podemos mencionar algunos de estos estudios para dar datos concretos.

Por ejemplo, en el artículo anterior (Rella S, Brooks BD (2024) Rethinking Risk of Adverse Events in Vaccination. J Vaccines Immunol 9:1115) se dan detalles de la incidencia de la miocarditis (inflamación del miocardio, que es el músculo cardíaco) tras haber sido vacunado con la vacuna del COVID19 y los resultados revelan que existe un riesgo de hasta 1800 veces mayor de sufrir miocarditis al infectarse de COVID19 que por la vacuna.

Doctora con vacuna de Covid19

Otro artículo ya solo centrado en la vacuna del COVID19 y publicado en “NPJ vaccines” concluye que, con la evidencia disponible, la vacunación con ARNm (las de Pfizer y Moderna, por ejemplo) contra la COVID-19 se asocia con un mayor riesgo de miocarditis, pero a un nivel mucho menor que el riesgo asociado con la infección por COVID-19, lo que reitera una clara relación beneficio/riesgo positivo para las vacunas con ARNm contra la COVID-19. Es decir, al vacunarse sube el riesgo de tener miocarditis, pero el riesgo sube mucho más si te infectas de COVID19 sin estar vacunado.

En general, otros estudios consultados concluyen lo mismo: los síntomas más comunes son los típicos de cualquier vacuna tras ser administrada (dolor local en la zona del pinchazo, fiebre, escalofríos, dolor articular) y también existe un riesgo no nulo de desarrollar ciertas dolencias más graves después de la vacuna como miocarditis, pericarditis (hinchazón e irritación del tejido delgado en forma de saco circundante al corazón) o síndrome de Guillain-Barré, pero este riesgo asociado a la vacuna es mucho más pequeño que el riesgo de desarrollar la misma dolencia al infectarse de COVD19 sin estar vacunado. Los resultados avalaron una vacunación masiva en la época mas dura de la pandemia y siguen avalando la vacunación actual de personas vulnerables (mayores de 65 años y personas inmunodeprimidas).

Conclusiones

El aumento de la reticencia a las vacunas, especialmente durante la pandemia de COVID-19, ha suscitado preocupación sobre la seguridad y la eficacia de las vacunas. Es una realidad que muchas personas tienen serias inquietudes y preguntas sobre las vacunas. Algunos dudan en vacunarse y otros se niegan a hacerlo. La distribución de desinformación generalizada ha puesto a prueba la confianza pública, lo que subraya la necesidad de una comunicación clara de información basada en la evidencia sobre la seguridad de las vacunas. Todos los involucrados en la distribución de vacunas, desde el personal de salud pública hasta los médicos, los legisladores y los investigadores, deben escuchar las preocupaciones de la gente. Las preguntas deben responderse utilizando el mejor conocimiento disponible; lo que se sabe y lo que no se sabe debe comunicarse con transparencia; y los beneficios y los riesgos (incluidos los posibles efectos secundarios) deben explicarse con claridad.

Los líderes responsables deben aprovechar las décadas de conocimiento acumulado sobre las vacunas y animar a la gente a consultar los datos que respaldan la vacunación. No deben propagar ideas que no se ajusten a las recomendaciones de salud pública aceptadas y basadas en hechos. Quienes evitan las vacunas ponen en riesgo innecesario su propia vida, la de sus familias y la de sus comunidades.

Se suele decir que la primera responsabilidad de cualquier gobierno es la seguridad y la protección de su población. Esta debería ser su máxima prioridad por encima de cualquier otra cosa. Esto por sí solo debería ser motivo suficiente para que los legisladores animen a la gente a vacunarse y a vacunar a sus hijos. Las vacunas salvan vidas, y poner en duda su seguridad podría tener consecuencias peligrosas y de gran alcance.

La comunidad científica debe exigir, por el bien de la salud de sus países, a todos los líderes, ya sea políticos o sociales, a no ignorar ni contradecir las recomendaciones respaldadas por un consenso de evidencia científica. Los responsables políticos deben instaurar un clima de confianza en el sistema que contribuya a fomentar la vacunación de la población. Los ataques a las vacunas y la cancelación de investigaciones sobre las causas de la reticencia a vacunarse ponen en peligro a las personas.

Las vacunas salvan vidas y todos debemos ser conscientes de ello. Vacunemos por nosotros mismos y por nuestros seres queridos.

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