Cuando este artículo llegue a sus ojos, andará uno por tierras eslovacas, en Kosice, desconocida pese a haber sido Capital Europea de la Cultura 2013, donde, me dicen, hay un idioma imposible, aunque eso no es nada para quien ha sobrevivido a las fiestas patronales de Oiartzun o al Certamen del queso Idiazábal, en Ordizia; con intérpretes, eso sí. El viaje estaba programado hace tiempo, no ha influido en él la alarmante noticia que publicaba un diario recientemente (gracias, Elena), avalada por prestigiosas agencias internacionales: ¡El Líbano ataca Soria! Ahora que habíamos terminado sin sobresaltos el Ramadán, ¡que Allah se apiade de nosotros!
Sigue habiendo comentarios acerca de los problemas entre Madrid y Catalunya que esperemos no lleguen a guerras mayores. Para quedar bien parece que Mariano quiere acercarnos al conocimiento del catalán; en el tren que hace el trayecto El Entrego-San Juan de Nieva un letrero bilingüe, anuncia dónde está el martell trencavidres, para caso de urgencia. Mientras tanto seguimos discutiendo por el tema del asturiano en la escuela.
Las versiones de un idioma a otro ocasionan a veces distorsiones lingüísticas, pero nunca me imaginé que las podía ocasionar aritméticas.
Cosas que se ven por la canícula, tiempo en el que antaño se discutía cuál era «la canción del verano», y nos endiñaban unas cosas que daban la razón a Napoleón, cuando decía aquello de que la música es el menos desagradable de los ruidos. Parece que la gente canta menos; o no se aprende las letras. Entrevista en El País, al nuevo líder emergente del PSOE, pregunta: «En la clausura del congreso de su partido se siguió la liturgia de cantar La Internacional. ¿Qué significado tiene para usted cantar ‘arriba parias de la tierra, en pie famélica legión’?» Respuesta: «En la era de la globalización, bla, bla, bla…» ¡No se la sabe! A ver, querido principiante, te lo explico gratis: desde 1921 el PSOE y el Partido Comunista (no escribo las siglas porque ahora PC es un ordenador) se escindieron con muy malas pulgas; buscaron la forma de autoafirmarse separando los símbolos, y uno de ellos es la letra de la Internacional, el PSOE canta esta versión: «Arriba los pobres del mundo, en pie los esclavos sin pan». Anda, chaval, cópiamela cien veces, a ver si así te entra.
Es verano asimismo tiempo de fotografías; ahora todos cargamos una cámara en cualquier parte, de minúsculas que son, incluido el teléfono, y se lleva hacerse retratos para la posteridad. En La Nueva sale una imagen en la que se ve a un ciudadano que quiere salir junto a Letizia Ortiz, que ahora trabaja de reina; se puede observar, por la posición de la mano, que va a sacar a toda la fila menos a ellos. Los nervios. Como todas las modas tecnológicas se suelen expresar en inglés, lo llaman «selfie», y parece que hay dificultades para traducir la novedad, y para colmo resulta afición peligrosa; dos chicas americanas se mataron en el coche jugando a retratarse con el teléfono, una pareja de polacos se despeñaba en Portugal ante los aterrados ojos de sus hijos pequeños, un estúpido en sanfermines (noticia de diario regional) «con los Jandilla, no tuvo mejor idea que hacerse un ‘selfie’ (autofoto) justo delante de la testuz de los morlacos». Don Luis Ventoso, columnista de ABC, quería hacer poesía sentimental hablando de dos pasajeros del avión derribado en Ucrania, «Poco antes de despegar, Cor y Neeltje se hicieron una autofoto (selfie para los pedantes)». ¿Quién es el pedante?, esta acción está definida hace varios siglos en la lengua castellana: autorretrato. Con dos erres, por cierto; no me hagan ustedes como el creativo de una conocida marca de papel, que se comía una en el multirrollo, puede que por tener el presupuesto publicitario escaso.
Por lo que se ve no es «política» su actuación: «Están en contra de los toros todos los que están en contra de España». Curiosamente, su propio primer ministro, Manuel Valls, ha pedido a los ministros que no acudan a corridas de toros durante las vacaciones. Sinceramente, me parece poco edificante que los niños jueguen a clavarle pullas a un animal, por lo que condeno a este señor, de cuyo nombre prefiero no acordarme, a estar de cara a la pared hasta el siguiente artículo.