Cuando hablamos en público en ocasiones nos aceleramos, incluso aquellas personas que deberían tener los nervios más templados, por el hábito; así se dan situaciones tan jocosas como la directora de un museo que a la hora de presentar la programación trimestral dice a la concurrencia, «ahora sin más dilatación…», la mánager del atleta paraolímpico al que le destrozaron la silla de ruedas en un viaje aéreo, «…es la silla que necesita para movilizarse a diario…» o el propio autor de estas líneas, que explicando las características de un artefacto electrónico advierte, «…ahora, en el colmo de la sofistificación…» Es bueno estar dispuesto a reírse de uno mismo, no como la Candidata, que no se deja corregir, porque ella «es pobre, pero soberbiosa«.
Comentaba en la columna anterior que pensaba viajar a países con idiomas difíciles para nosotros, Hungría y Eslovaquia. Sus gentes nos han tratado muy bien, aunque por momentos el asunto de la comunicación oral nos haya dado problemillas. Alguna lo solucionaba de manera expeditiva; una señora de acento caribeño se pregunta quién sería el de la estatua de bronce, lee Sandor y traduce rápido a su marido: «Sandor, sanador, ¡un médico!» El avión checo que nos trae de vuelta luce estos letreros, pero no se asusten, no es tan extraña la lengua, las letras raras son a causa del propietario anterior del aeroplano, un rajá indio.
Cuando llevábamos unos días en Budapest, hacemos una observación banal, parece raro no haber encontrado ningún conocido. «¡Cómo lo vas a encontrar si llevas diciendo a todo el mundo que estás en Bucarest!». Estaba más acertada la chica que unas semanas más tarde, en un restaurante de Noreña, explicaba a otra: «Sí mujer, un pueblo cerca de Rumanía…esto…¡Bucarest!, por donde andaba la mi amiga Valeria, la rumana». Mi ignorancia de la geografía del centro y este de Europa me ha llevado en muchas ocasiones a meter la mata de manera escandalosa, como cuando comentaba con una periodista conocida que Marta solía viajar a Eslovenia. ¡Eslovaquia!, la siguiente fase del viaje.
Pero no corramos tanto, todavía estamos en Budapest. Llegamos en horario nocturno, aún así salimos a tomar una copa, un sitio al lado de los apartamentos del Gozsdu Udvar prometía, Bistró Cochon, pero nada de guarro, una cervecería normal que nos vende una caña por un euro, ¿se la ponen a usted a ese precio en un pub de moda? Por la mañana vemos recintos bien diferentes, las iglesias; suele haber conciertos en ellas, noble ocupación para espacios poco usados. En la de San Miguel anuncian a Vivaldi para la tarde del lunes, entramos a conocerla y nos encontramos una imagen de San Francisco Javier a la que se le ha roto el cristo y le han hecho el apaño casero que se puede ver. Un Ecce homo, se dice de los figuras maltratadas; citábamos antes Noreña porque un soleado domingo de septiembre estuvimos por allí para ver la celebración y vimos nazarenos y nazarenas, y a Verónica, que no es imagen de santa, sino concejala de Hacienda; la señora de un amigo rebautizaba al cristo: «!Ay, sí Efrén, van pa Noreña, que hoy ye’l D.C. Homo!», denominación rockera, modernización de las costumbres.
Bueno, que decía yo que andábamos por la capital húngara. Desayunamos varios días en el Café Spinoza, en el barrio judío; en la fachada una placa conmemoraba al filósofo; en un alarde de erudición le digo a la camarera que no es holandés, sino portugués; ella asiente, no sé si porque no me entiende o porque me da la razón, como a los locos. Metedura de pata, Baruch Spinoza sí era holandés, nacido en Amsterdam en 1632; su familia tenía procedencia portuguesa, después que en el XV abandonara España, como tantos judíos sefaradíes. Ocasiones que pierde uno de quedarse callado.
Llegamos a Kosice y asistimos a los actos de apertura de la 14ª Conferencia de la ESSE (European Society for the Study of English), en la que la Universidad de Oviedo tiene un papel importante, que no se ha visto adecuadamente reflejado en la prensa asturiana; que yo sepa solamente una entrevista a Socorro Suárez Lafuente, que formaba parte de la dirección académica del congreso, en Radio Langreo. Una pareja de jóvenes, en pulcro traje regional, nos reciben con el pan y la sal; a la tarde concierto, que aquí se considera más la música que el fútbol. Organiza el evento la Univerzita Pavla Josefa Safarika v Kosiciach, y voy yo, listo de mí, y exclamo para mis adentros: «¡Hombre, mira, una Universidad con nombre de mujer!», y me pregunto quién sería la tal Paula Josefa. ¡Je, menos mal que no lo dije en público!, la lengua eslovaca se declina, por tanto la imagen de la insignia no es la mujer barbuda, sino Don Pavol Josez Safárik, fundador de la Universidad de Kosice.
Lo dicho, la risa bien entendida empieza por uno mismo. Y termina. Otro de los sitios de desayuno en Budapest había sido el Café Vian, con personal joven y amable; la carta intenta informar en todos los idiomas, cosa conveniente porque hay costumbres, -un suponer, las propinas-, que cambian de un país a otro, aquí nos indican, por ejemplo: «En los Hungría es costumbre abonar el 10%». En cualquier caso la comunicación habitualmente era por señas o en mi inglés acento Colloto; una mañana, a la hora de elegir, me lío con ham y jam, la pobre camarera abre los ojos como platos y me pide que repita, Marta pide por mí y luego me los explica: «¡Has pedido huevos con mermelada!»
Cada día me da más fatiga escribir estas líneas, la especie humana me da disgustos a diario, pero me parece que hay que seguir señalando con el dedo determinados comportamientos.
El Vaticano pone bajo arresto domiciliario a un nuncio en un país del Caribe. Parece ser que, según la policía, tenía un archivo de más de un millón de imágenes pedófilas y se dedicaba a comprar impronunciables servicios de niños. El propio jefe de los católicos habla de la necesidad de mano dura con estas actuaciones, tolerancia cero y cosas por el estilo.
Cerca de la capital del Reino, en la docta villa de Alcalá de Henares, un obispo denuncia con sonoras voces que los dos principales partidos del sistema español «están infiltrados por agrupaciones de gays y lesbianas».
¿A quién pondría usted de cara a la pared?