Hablamos de bicis la semana anterior, etapas interrumpidas y eso. Cuentan que en una de ellas esperaba en la meta Mariano Rajoy. Gran deportista, -lee cada día el Marca-, una de sus aficiones es el ciclismo; entre las cámaras comentó etapas para Teledeporte y narró una llegada a Los Lagos. En esta edición no hizo comentarios cuando los ciclistas no pudieron subir al Castro de Herville.
Bueno, pero solamente El Jueves, -ya sabes, la revista de humor que sale los miércoles-, llamaría a esto apariciones marianas, expresión más usada para referirse a las de María, la virgen por antonomasia. Y es septiembre proclive a ellas; sin ir más lejos suele armarse el espectáculo en Covadonga, por esa poco afortunada idea de mezclar celebración religiosa y Día de Asturias.
En esta edición han querido quitar hierro los protagonistas. El presidente del parlamentín sacó la vena institucional y el arzobispo se mordió la lengua en la homilía. Incluso días antes había escrito sobre “apagar los incendios ideológicos”. ¡Él, el pirómano de la palabra!
Pero como juntar fe y juerga no es fácil, estalló la polémica en Langreo. El día de El Carbayu se regañaron mutuamente sociedad de festejos y equipo de Gobierno municipal. ¿Motivos ideológicos? “¡Qué va, fía, les perres!”. Pero el primer edil aguantó el tipo, incluso contraatacó, porque el que fue párroco antes que alcalde, lo que pasa en la sacristía bien sabe. No llegará la sangre al río. Ambas partes supieron templar gaitas cuando la Virgen fue desahuciada de la casa consistorial, suceso que parecía entonces un Dos de mayo y hoy nadie recuerda.
Me pilla la fiesta en Alicante. Al final de la Playa del Postiguet, en la parte baja del cerro del castillo, se ubica el Raval Roig (Arrabal Rojo). A pesar del apellido el vecindario no permitió que en 1931 se asaltara la ermita de la Mare de Deu del Socós; la festejan también este 8 de septiembre, con una particularidad, pasean dos imágenes, porque en el templo hay una “okupa”. Celestial, por supuesto.
Un vecino no sabe con exactitud las razones de sacar en procesión dos vírgenes a la vez, la del Socorro y la Mare de Deu de Lluch, aunque es veterano, “Yo fui aquí monaguillo”. Le hago notar que una es mallorquina, no tiene él problemas con la inmigrante, “No sé, pero es la reliquia más antigua que tenemos”.
El blog “Orgullosos de ser del Raval” comenta que los Templarios importaron la virgen de Mallorca en el siglo XIII. Tenían una casa de recreo, un edificio en la parte este de Alicante, situada en el borde de la playa de Sta. Ana. Se dice que en una sección de este edificio se construyó una ermita que fue dedicada a San Sebastián, copatrono de Alicante; allí colocaron la imagen de la virgen, tuvo tanto éxito popular que acabó suplantando el nombre del patrono.
Luego llegaron los agustinos y dedicaron la ermita a la Virgen del Socorro, con imagen barroca y todo, pero la cosa no fue fácil. Para empezar, la lengua local la denominó Virge del Socós (del catalán “socors”); a continuación, tuvieron que recurrir a buscar milagros marineros, ellos que venían de Valderas, y una vez catalogados resulta que la que de verdad había llegado por vía marítima era la de Lluch. O sea, que aun representada en modesta lámina, siguió teniendo abundante público.
Pusieron los agustinos más dinero en la virgen de la que eran forofos y en 1744 se implantó un retablo importante. Tenía una especie de demonio, bien feo para asustar a los pecadores, al que la gente empezó a llamar “el puto del Socós”. La palabra no se usa mucho actualmente, pero su significado histórico se entiende incluso leído en valençiá: “individu indesitjable, malvat, astut, hipòcrita, que té intencions perverses i fa el mal subreptíciament”. (Mi agradecimiento a Eugeni S. Reig, estudioso de su lengua).
El puto se adjunta a las festivas collas de dimonis que queman pólvora en las fiestas levantinas; es el caso que una expresión propia del Raval terminó convirtiéndose en una referencia popular, “més lleig que el puto del Socors” ¡Eres más feo que el puto del Socorro!
Precisamente con la lengua han montado un circo desde Zaplana en adelante que no hay cristiano que ordene. Quisieron separar el valenciano del catalán y han generado dolores de cabeza donde no había.
En los ascensores de un hotel de alto nivel ofrecen instrucciones de seguridad bilingües, pero contradiciendo el espíritu orientado al turismo de la política municipal, no vuelcan textos al inglés, sino del valenciano al castellano, con patético resultado.
Y así nos quedamos, atraparados por la sorpresa.
Por cierto, lo que no hicieron las fuerzas revolucionarias en 1931 lo realizaron los intereses inmobiliarios en 1973. La ermita del Raval fue derribada para construir un aparcamiento; en retorno les hicieron una nueva donde siguen conviviendo la del Socorro y la de Lluch.
En la Vega Baja encontramos otra referencia mariana paralela al folklore astur. La población de la Villaviciosa de Asturias animaba al párroco a bailar la masiva danza de La Portalina: El señor cura nun baila/Porque diz que tién corona/Baile, señor cura, baile/Que Dios todo lo perdona
En tanto que en Callosa de Segura festejaban a Nuestra Señora de la Portería, que algún día, supongo yo, será declarada patrona de las chismosas; de momento está ocupada con ser la Virge protectora del Barrio de las Casas Baratas.
Desde que en el siglo XVIII un franciscano enfermo la sacó de un trastero, tiene una larga historia de idas y venidas, milagros, abandonos de sus fieles y atentados incendiarios, que seguramente mejor que un servidor pueda contarles Don Miguel Martínez Aparicio, cronista oficial de Callosa de Segura, a quien debo esta información. En esta columna, más dada a las curiosidades que al fino análisis, nos quedamos con el paralelismo de ambas vírgenes de portal y con que el gentilicio de los habitantes de esta población nos resulta particularmente sabroso a los asturianos: son “callosinos”.