¿Habrá cosa más bonita que el intercambio de opiniones? Hago tan profunda reflexión en estos días de celebración de la Inmaculada Constitución; dos jornadas de fiesta, en la una celebramos que podamos participar en las decisiones de gobierno, aunque en el Congreso haya gentes que hablan, pero no escuchan. En la otra, unos pocos recuerdan un mito inventado en el XIX. ¿De verdad ese cuento de la Inmaculada Concepción de María tiene tanta importancia como para ser Fiesta Nacional de España?
Pese a todo, la ciudadanía sigue tan dialogante. Vean el animado intercambio de opiniones a pie de portal que ha recogido un anónimo amable colaborador de esta columna, en una población de una cuenca minera cuyo nombre citar no quiere.
Como se observa, el aludido es un poco guarro, pero iletrado no; es más, coloca las tildes con más pulcritud que los papeles. Aunque nadie sabe para qué le sirve, no es analfabeto. Mayor nivel aún tienen las notas encontradas en un portal de Valladolid, donde la discusión en los días de confinamiento ha versado sobre las opiniones filosóficas del vecindario. Se nota que Pucela fue Corte de la Monarquía española.
No la publicaré, les voy a ahorrar las diferencias de Schopenhauer con Hegel, pueden ser un poco complicadas; prefiero que vean el debate sobre gustos musicales, en otro edificio en el que el acusador advierte que será constante, tiene más copias del pasquín rogatorio.
“La música es el menos molesto de los ruidos”, comentan que dijo Napoleón; se ve que no llegó a conocer al vecino del séptimo. Durante las semanas de confinamiento obligatorio, con todo el vecindario sin posibilidad de huida, no solamente era inclemente con los discos que elegía, sino que, en el colmo de la impiedad humana, los acompañaba cantando a pleno pulmón con la ventana abierta.
Afortunadamente no hubo suicidios; sí se dan tratamientos antidepresivos en otros casos. Peridis, arquitecto, caricaturista, contaba, con escasa gracia, la broma de varios años de peleas judiciales contra un pub situado debajo de su casa, sin permisos y sin aislamiento acústico. Por menos motivo hubo en algunos casos agresiones entre vecinos. Y es que en ocasiones uno se acuerda de Jericó, ¡cómo serían de malos los trompetistas hebreos para que se cayeran las murallas!
No podrían faltar, desde luego, referencias al sector de la hostelería, ese inefable gremio que no ha aprendido a separar la paja del grano entre sus miembros. En tiempos de pandemia, si algo debe preocuparnos es la higiene; no voy a hacer más comentarios, porque cualquiera de nuestras lectoras entenderá esta situación como cotidiana. No me hagan hablar…