Para tranquilidad de toda la población informo que la estatua del Villa futbolista a la que hacíamos referencia en el capítulo anterior no ha sido robada para achatarrar; está a buen recaudo, ha sido retirada por la autoridad competente por riesgo de derrumbe. Van a anclarla mejor, como fue preciso hacer cuando desapareció el balón, afortunadamente salvado por un vecino.
Respiramos tranquilos; volvemos al objeto de nuestra observación, el curioso homínido llamado “turista madrileño”. En otras ciudades ya se está manifestando la población contra la invasión turística; no es el caso de Santander, cuyos hosteleros aún reclaman al Gobierno ayudas, inversiones y que no llueva.
Para distracción de forasteros se inventan eventos de todo tipo y condición. Así, el tema de los productos locales, parientes de los astures, como los quesos, el pote montañés y la carne de vaca tudanca. O la sidra refrescante, que se anuncia con la estela cántabra en la chapa; para obtenerla, en Renedo han tenido que macerar a trece botánicos; además lentamente. “Dulce et decorum est pro patria mori”. ¿Habrán indemnizado a las familias?
Mientras la ciudad anuncia orgullosa la Feria del Norte para referirse al poco civilizado entretenimiento de asaetar toros, por los pueblos se multiplican los espectáculos menos sangrientos, aunque en algunos casos no dejan de tener un punto de crueldad, como el concurso de comedores de sobaos.
El sobao pasiego es un magnífico producto para desayunos y meriendas, pariente plano de magdalenas y otros manjares cuyo origen remonta los siglos. Afortunadamente, la industria no lo ha destrozado y desde 2004 una Identificación Geográfica Protegida lo defiende. (Lo dice con alegría un amante de las gastronomías tradicionales que recientemente ha padecido una sobrasada de Jaén).
La localidad de Ambrosero es pequeña en población, poco más de 200 habitantes censados, pero grande en ideas. Sabe que para la fama no le basta con mantener el recuerdo de la estancia de una amante de Carlos V, ¡tienen tantas los reyes! Ha puesto en marcha el Concurso Internacional de Comedores de Sobaos, con unas bases muy serias que establecen premios para los tres primeros devoradores.
Mas otro la primera mujer clasificada, para el primer cántabro, y para el primero del municipio, porque debe decirse que hasta ahora nunca ha ganado nadie de la tierra, quizá porque aún no ha sido declarado deporte olímpico. La primera edición fue para Anier González, de Madrid; la segunda y tercera para Valentín Carrasco, murciano, que este año se ha permitido superar su propia marca y dejarla en 17 piezas deglutidas en los ocho minutos que dura la prueba.
La capital cántabra estaba en fiestas; parte de estos apuntes están esbozados a la hora del vermú en el Café Pombo, que aunque no es el de la madrileña calle Carretas que pintó Solana en 1920, huele a tertulia literaria; incluso con balda para colocar los sombreros, instrumento ya fenecido entre el mobiliario hostelero. Al lado se puede visitar la Librería Gil, Premio Nacional de Librería Cultural en 2013 y Premio Boixerau Ginesta al librero del año 2024, donde se pueden disfrutar presentaciones diarias de lunes a sábado.
Muy cerca encontramos un comercio con una liquidación muy propia para llamar la atención de las señoras de la metrópoli que han venido a tomar baños de olas. ¡Esto sí que no lo hay en Madrí!