“Hace no muchos años/en un lugar no muy lejano/cada año con ilusión/un niño sacaba sus albarcas a la ventana/cada 5 de Enero/el día 6, pese a todo, siempre encontró las albarcas desiertas/las albarcas vacías”
(Miguel Hernández)
Fue el niño que nunca tuvo Reyes, el poeta pastor. El poeta del pueblo.
Miguel Hernández nació en Orihuela en 1910 y pasó muchas horas de su niñez pastando las cabras, a la vez que se comenzó a interesar por la lectura. Su padre era tratante de ganado.
A los 13 años comienza el bachillerato en el Colegio Santo Domingo de Orihuela, regentado por jesuitas que lo proponen para una beca que le permitiría continuar sus estudios, pero su padre rechazó esta oportunidad y a los 15 años dejó los estudios para dedicarse al pastoreo y a vender leche de cabra por las calles.
Pero Miguel Hernández no perdió el tiempo y mientras cuidaba el rebaño, leía con avidez y escribía sus primeros poemas, a la vez que frecuentaba la Biblioteca Pública pasando a formar un grupo literario junto con otros jóvenes de Orihuela entre los que se encontraba Ramón Sijé, que pasó a ser uno de sus amigos más queridos y que tristemente falleció a los 22 años de una infección intestinal.
Su familia no le apoyaba en estos intereses literarios. Cuenta el prosista y pintor Ramón Fernández Palmeral que el padre del poeta era un animal, que no tenía ninguna empatía ni con su mujer, ni con su hijo poeta, ni con nadie. Su única ambición era escalar socialmente. Un hombre que se comportaba como un todopoderoso jefe de una tribu africana, que no admitía hijos desobedientes y menos poetas.
Miguel Hernández mientras cuidaba el rebaño, leía con avidez y escribía sus primeros poemas, a la vez que frecuentaba la Biblioteca Pública pasando a formar un grupo literario junto con otros jóvenes de Orihuela.
Miguel Hernández viajó a Madrid por primera vez a los 21 años. Al presentarse como pastor y poeta provocó las burlas de algunos escritores. Volvió a Orihuela poco tiempo después. Tras una serie de viajes ocasionales de su pueblo a la capital se instaló en Madrid en 1935 puesto que había conseguido un trabajo digno en la editorial Espasa Calpe.
Nuevamente trató de acercarse a los poetas de la generación del 27, especialmente interesado en conocer al granadino Federico García Lorca, pero éste le rechazó debido a su imagen de pastor poeta que Lorca consideraba una extravagancia improcedente.
Más tarde se conocieron, fue circunstancialmente en la presentación de un libro de Miguel Hernández. Un encuentro, una esperanza puesto que Lorca le prometió ayudarle en la difusión del libro.
Aquello de “si necesitas ayuda”. Una ayuda que nunca llega.
Pero eso no lo sabía Miguel Hernández, que confió en Lorca. Es por ello por lo que le escribía contándole las penurias que sufría en su casa: “me niegan la mitad del pan, me niegan padre y madre y sus hijos, les avergüenza que yo haga versos, no quieren darme vestidos nuevos y hasta los pantalones viejos que tengo no les quieren poner remiendos”.
A lo que Federico contesta: “Me acuerdo mucho de ti porque sé que sufres con esas gentes puercas que te rodean, pero así aprenderás a superarte en este terrible aprendizaje que te está dando la vida”.
En 1935 Miguel Hernández le escribe nuevamente a Federico y le dice: “Aún estoy esperando tu carta, aún no se me agota la vena de la esperanza, todos los días bajo a la Sierra en busca de ella que no llega. Te escribo en una situación penosísima, parado, ni pastor siquiera, con novia y no encuentro trabajo y cada bocado que como es vigilado por el rabillo del ojo…
¡Moléstate un poco más por mí! No te escribo más, esta es mi última carta. No me queda más dinero para sellos”.
Un año más tarde, 1936, Vicente Aleixandre contó: “Federico me llama en julio del presente para decirme que venía a leerme su última obra “La casa de Bernarda Alba”, pero al enterarse que Miguel Hernández estaba conmigo me dijo que con Miguel presente no vendría, a lo que yo dije ¿Qué puedo hacer? Federico respondió: ¡Échalo!”.
Naturalmente Vicente Aleixandre no lo echó y Federico no acudió. Un desplante más de Federico al poeta cabrero.
Vicente Aleixandre fue Premio Nobel de Literatura en 1977.
Fue un hombre políticamente comprometido, alistado al bando republicano. En la última etapa de su vida una serie de despropósitos convirtieron su vida en un auténtico calvario.
En marzo de 1937, Miguel Hernández se casó con su novia Josefina Manresa en Orihuela. Tuvo dos hijos pero uno falleció al año de nacer.
Fue un hombre políticamente comprometido, alistado al bando republicano. En la última etapa de su vida una serie de despropósitos convirtieron su vida en un auténtico calvario.
Cuando se pierde la guerra intenta escapar por la frontera portuguesa pero es detenido por lo que sufre humillaciones, tortura y vejaciones.
Es condenado a pena de muerte, posteriormente conmutada por 30 años de prisión.
Durante su encarcelamiento escribió diversos poemas. Su padre nunca fue a visitarlo ni le procuró médico alguno cuando estaba en la enfermería para morirse.
Y así es, cuando murió no acudió a su entierro, y cuando se lo notificaron respondió: “Él se lo ha buscado”.
Miguel Hernández falleció a los 32 años. Su tumba puede verse en el Cementerio de Alicante, junto con su mujer y su hijo.
Podemos visitar la Casa Museo de Miguel Hernández en Orihuela, la casa donde vivió con su familia desde 1914 hasta 1934.
El museo fue creado en 1981 y la titularidad y gestión del mismo corresponden al Ayuntamiento y Orihuela.
Recientemente su nuera Lucía Izquierdo asistió a un acto con motivo del homenaje a las víctimas de la Guerra Civil y dio un emotivo discurso en el que se manifestó acerca de los muertos de la guerra y los fusilados después. Sus palabras, entre otras, fueron: “Podemos velar su tumba, pero los que están en las cunetas no tienen quien les lleve flores”.
El poeta a quien Federico García Lorca, despreció.
Así se escribe la historia.
Tú, el puro y verdadero, el más real de todos, tú, el no desaparecido.