Tengo ganas de escribir sobre algo, pero no sé sobre qué. Pero sé que el genio de las ideas está ahí, escondido en alguna parte de mi cerebro. A veces se asoma en mi cabeza y me provoca, pero cuando cojo un papel y boli se escabulle, se esconde, y a veces me parece notar una risotada, como si quisiera jugar conmigo.
No sé quien es ni en qué lugar de mi cerebro se oculta. Mi cerebro, supongo que todos, es como un enorme edificio de apartamentos donde habitan montones de ideas, de todo tipo. Por eso, cuando necesito escribir voy llamando a la puerta de cada apartamento para suplicar una idea, pero casi siempre me parecen vulgares, muy simples, y yo necesito otra cosa. Está claro que mi cerebro se alimenta del pasado, pero yo necesito mirar al futuro, conocer lo real.
Está claro que mi cerebro se alimenta del pasado, pero yo necesito mirar al futuro, conocer lo real.
También es cierto que voy llamando a cada puerta para ver si encuentro al que juega conmigo, pero hasta ahora no aparece, como si no existiera. Pero yo sé que existe.
Para provocarle, digo en voz alta, para que no diga que no me oye, que voy a poner el Telediario, que ahí seguro que existen muchas ideas. Pero después de casi una hora de escuchar y ver lo más destacado de la vida que me rodea, solo se me ocurre escribir sobre la depresión, la que surge tras asistir a un rosario de estupideces, salvajadas, mentiras y pronósticos nefastos sobre el futuro de la humanidad.
Pero tengo la sensación de que ya se dijo todo sobre la depresión y, la verdad, yo no tengo nada que añadir. Así que lo dejo y apago la tele.
De nuevo me parece oír otra risotada dentro de mi cabeza. Sea quien sea, el caso es que sigue ahí, mofándose de mí.
Hago como si no fuera conmigo y busco un libro para leer y a la vez evadirme, perderme en un mundo de ficción, donde todo es irreal, pero a la vez parece que es más real que la vida que me rodea. Pienso dónde estará la frontera entre lo real y lo irreal. Pienso también que tal vez funcione todo al revés. Es decir, que lo que vivimos cada día es lo irreal, es la ficción y lo que nos dicen que es ficción es lo más real que existe.
Continúo pensando y pienso si ese que se esconde en mi cerebro y me aporta ideas cuando le da la gana es real o irreal.
Si yo decido, sigo pensando, que es real, entonces me puedo vengar condenándole al exilio, a la no existencia, pero… ¿y si me equivoco?, ¿y si es mi otro yo, aunque no tenga claro lo que eso significa?
Pienso también que tal vez funcione todo al revés. Es decir, que lo que vivimos cada día es lo irreal, es la ficción y lo que nos dicen que es ficción es lo más real que existe.
De repente me doy cuenta de que ya estoy otra vez pillado. Al principio solo quería una idea para escribir sobre ella, ahora ya no sé si soy yo o soy mi otro yo, si lo que pienso es la realidad o más bien lo irreal.
A lo mejor debería analizar mi existencia, porque vivo como si fuera yo y ahora resulta que puedo no ser yo, y si fuera así sería mi yo real quien se está riendo de mi yo irreal, jugando al escondite con él.
Sigo pensando que tal vez por eso no encuentro una idea para escribir, porque si soy irreal, en un mundo que también es irreal, entonces no existen ideas que merezcan la pena. Y si lo pienso así entiendo porque los Telediarios me producen depresión, porque todo lo que cuentan y todos los que lo viven son irreales, forman parte de una irrealidad creada para que vivamos vidas irreales que no conducen a ningún sitio real, lo que quiere decir que estamos prisioneros de una creación, de un programa, que nos mantiene convencidos de que estamos vivos, de que somos libres y de que formamos parte de un sistema que no nos exige pensar, más bien no quieren que pensemos, eso es cosa de otros, de los programadores, de los creadores del programa.
A lo mejor debería analizar mi existencia, porque vivo como si fuera yo y ahora resulta que puedo no ser yo.
Por eso yo buscaba una idea especial para escribir sobre ella y no la encontraba. Es más no puedo tener acceso a ella porque yo soy irreal y, por definición, lo que es irreal no puede acceder a lo real para inspirarse, no le está permitido, además es absurdo.
Pero hay algo que no me encaja. Si yo soy irreal ¿por qué experimento la necesidad de escribir sobre lo real? Tal vez por eso mi yo real es el que se ríe a carcajadas en mi cabeza porque sabe que busco un imposible.
Pero ¿y si él vive plácidamente en un mundo supuestamente real sin saber que tal vez lo que entiende por real tampoco es real? ¿Y si la realidad estuviera más allá, donde nadie puede entrar sin haber vencido la dualidad?
Sería una buena jugada, pienso. Y pienso también que si él, con su “juego” de aportarme una idea, no estará más perdido que yo que ya sé que vivo en un mundo irreal y que aspiro a conocer el real, mientras que él cree que todo lo que le rodea es real, siendo entonces más prisionero que yo, que ya sé que puedo acceder a la realidad si no me conformo, si me rebelo contra el programa que nos trata como marionetas, si pongo mi interrogante a todo aquello que dicen que es real, si me dejo llevar por mi necesidad, por mi inquietud.
¿Y si la realidad estuviera más allá, donde nadie puede entrar sin haber vencido la dualidad?
Bueno, después de todo este galimatías me queda la sensación de que he conseguido algo, que soy menos irreal que antes, porque una parte de mí puede entrar en lo real para poder pensar libremente, y ello me conduce a comprender, a discernir lo falso de lo real, a ignorar el programa donde vivir es un simulacro creado para experimentar con nosotros, porque una parte de mí es inaccesible para los programadores, porque mi yo real está ahí, oculto, ayudándome a recorrer el camino hacia la realidad. Y funciona, vaya si funciona.
Y de repente me doy cuenta de que ya tengo una idea. Voy a escribir para todos aquellos que están buscando la realidad, porque ya la empiezan a necesitar, porque creo que somos millones y que debemos ayudarnos entre nosotros.
El sol sale todos los días para todos. Para sentirlo solo hay que salir de las sombras.
Y las ideas “viven” en ese mundo real que siempre estuvo ahí, siempre existió al alcance de todos, pero no lo buscábamos porque vivíamos engañados.
El sol sale todos los días para todos. Para sentirlo solo hay que salir de las sombras.
Y en ese mundo real nuestro yo real vive y evoluciona, intentando que su proyección, que somos nosotros, perdidos en la irrealidad, encuentre el camino hacia la realidad, y así poder fundirnos en uno solo, venciendo la irrealidad y a aquellos que la crearon y la mantienen viva.
Pero, tal vez lo más importante, es descubrir que la realidad existe, que no es una quimera, como nos la han pintado, que es verdad, una verdad tan apasionante que ya no nos abandonará nunca, por mucho que quieran seguir engañándonos.
Y ahora que ya sé que soy Uno, no dos, podré tener acceso a infinidad de ideas, podré ayudar a aquellos que están buscando, podré ser Yo.
Y como Yo recorrer un camino infinito que me conducirá a Mí mismo, a la comprensión de que todos somos UNO, que es el Origen, que es lo que siempre existió y seguirá existiendo por siempre.
Ánimo, merece la pena, y no es tan difícil.