Los hombres hablan de paz como si supieran de qué hablan.
Los hombres ponen condiciones a la paz como si la paz fuera algo que admitiera condiciones.
Los hombres vulneran, violan, manejan, lo que ellos llaman paz como si se tratara de una mercancía, de algo que poder explotar, comprar, vender o intercambiar a su antojo.
Pero la humanidad nunca, nunca, en toda su existencia, ha conocido la paz, porque el hombre aún no ha alcanzado el estado evolutivo necesario para poder comprender el verdadero significado que se esconde tras la palabra paz.
Porque para comprender dicho significado hay que comprender el Plan Divino del cual el hombre es el principal instrumento o protagonista. Hay que comprender el diseño del hombre, el significado de la frase… «hecho a imagen y semejanza de Dios». Hay que comprender qué se oculta tras el hecho, la realidad histórica, de la naturaleza guerrera del hombre, de su necesidad de poder, de dominio, de su incontrolable impulso destructor. Hay que comprender el origen de esa aparentemente indomable fuerza y el método para canalizarla y convertirla en una energía creativa, positiva y útil para el conjunto de la humanidad.
La humanidad nunca, nunca, en toda su existencia, ha conocido la paz, porque el hombre aún no ha alcanzado el estado evolutivo necesario para poder comprender el verdadero significado que se esconde tras la palabra paz.
La paz siempre ha sido un sueño inalcanzable para los humanos más avanzados. La imagen de una humanidad unida, trabajando de la mano para remediar todos los males que la afectan, es de momento una utopía, material que aporta alimento a la mente de los poetas y de los soñadores. Pero unos y otros son bichos raros pisoteados y despreciados por los «grandes hombres», los conquistadores, los amantes de la guerra, los que se sirven de ella para intentar saciar su ambición de poder.
¿Quién ha saboreado la verdadera paz? ¿Quién se ha elevado hasta sus dominios?
¿Quién ha entrado en su reino misterioso y lejano? ¿Por qué es tan difícil alcanzarla y disfrutarla?
Sencillamente porque no es de este mundo, porque no pertenece a esta etapa, fase o ciclo de esta humanidad. Porque el hombre no está preparado para asumirla sin condiciones, porque la paz, la verdadera paz, exige una rendición total, sin condiciones, de toda la humanidad, sin vencedores ni vencidos, sin memoria, sin cuentas pendientes. Exige una rendición de cada uno en su guerra personal.
La paz siempre ha sido un sueño inalcanzable para los humanos más avanzados.
El camino hacia el Reino de la verdadera paz pasa por comprender, asumir y vivir la realidad de la naturaleza fraternal de todos los seres humanos, del carácter irrevocable de hijos del Creador que todos poseen, del hecho, aún no experimentado por las masas, de que la humanidad forma una inmensa red energética donde cada uno es un vórtice de energía que transmite y recibe energía dentro de la red, de forma que todos sus pensamientos y actos afectan al conjunto y generan corrientes que vuelven hacia su receptor multiplicadas.
Sólo la consciencia de esa red, sólo la vivencia consciente de esa realidad puede elevar y transportar a cada uno a la comprensión y vivencia de la verdadera paz, una vivencia interna, porque es dentro, en el mundo interno, donde se vive, se siente y se transforma en una realidad física.
Los hombres hablan de paz, pero no se entienden, porque están hablando de cosas diferentes para cada uno, cosas que tienen que ver con los intereses de cada uno, con las ventajas que les puede aportar “firmar” esa supuesta paz.
Pero la auténtica paz es igual para todos, porque es un derecho de todos, porque espera por todos.
El camino hacia el Reino de la verdadera paz pasa por comprender, asumir y vivir la realidad de la naturaleza fraternal de todos los seres humanos.
Los hombres sueñan con la paz, pero se preparan para la guerra. Eso sólo es posible en el estado evolutivo actual, pero la paz que se consigue con la guerra es efímera, es sólo el descanso para la siguiente guerra. La historia así lo demuestra. Es la historia de la humanidad.
Es evidente que algo falla. Hay algo que no funciona. Pero no funciona en la humanidad como conjunto, ni en cada nación, ni en cada raza, ni en cada grupo social, ni en cada familia, ni en cada ser humano.
Simplemente, no funciona ¿por qué?
La respuesta sólo está en la comprensión del Plan Divino, del Sueño del Uno, del Proyecto del Creador para esta humanidad.
Conocerlo no es difícil. Sólo hay que buscarlo más allá de las religiones, más allá de las leyes y normas creadas por el hombre, más allá del sentimiento y del razonamiento. Más allá de la «verdad» conocida.
La respuesta está en medio del ruido provocado por el hombre y a la vez en el silencio de la ausencia del hombre.
Los hombres hablan de paz, pero no se entienden, porque están hablando de cosas diferentes para cada uno.
La respuesta está en el interior de cada uno y a la vez en la suma de todos los interiores.
La respuesta está en cambiar la espada por la mano tendida, el rencor por la comprensión y el respeto, la ignorancia por sabiduría, el odio por el amor.
Por eso, el hombre aún no está preparado para la paz. Pero la Paz está en el futuro que el Creador tiene dispuesto para construir una nueva humanidad, más allá del odio, del egoísmo y del ansia de poder, aspectos heredados de los “dioses” con los que convivió en el pasado y que son responsables de lo “bueno” y lo “malo” que existe en su interior.
El Hombre Nuevo que existe como una realidad en la Mente del Creador surgirá tras el “examen” que está viviendo el hombre actual.
Así está escrito, así está anunciado y así será. Ya está siendo.
Me ha encantado.
Gracias.
me ha encantado tu articulo ….
si encontramos la paz con nosotros mismos nos va a ser mas fácil ayudar a encontrarla fuera.
Sabias palabras en estos tiempos