El sector primario asturiano se ve por completo desatendido y obviado desde la más absoluta e intencionada indiferencia. Una tierra rica, capaz y con raíces claramente agrícolas no debe perder su esencia, su razón de ser.
Durante el mes de diciembre se produjeron varias protestas y manifestaciones en la capital asturiana a favor de un cambio sustancial en la gestión política y legal del sector. Parece mentira para Asturias que siga legislando sin contar con los principales interesados, los mismos que sobreviven a diario del campo. Habrá de tomar en cuenta sus opiniones, escucharles e involucrarlos en el proceso decisivo para no echar a perder lo poco que nos queda. Sin casi industria, la hostelería machacada y el turismo que no deja lo suficiente ni lo hará nunca, no podemos dejarnos llevar. Hay que devolver las herramientas al campo y facilitar la creación de nuevas que permitan un desarrollo efectivo y firme. El Paraíso es mucho más que un eslogan, aunque parece que se les esté olvidando a las oficinas públicas.
Hay que devolver las herramientas al campo y facilitar la creación de nuevas que permitan un desarrollo efectivo y firme.
Poseemos una cantidad ingente de cultura, alimento y carácter pese a que siempre se ha dicho que no sabemos vendernos bien no es necesario hacerlo, sino protegernos y desarrollarnos, una vez se consiga lo demás vendrá solo.
Con iniciativas de producción ecológica que son referentes, cada año se crean nuevas empresas y se certifica, a través del COPAE, un mayor número de tierras. Disponemos de razas autóctonas consideradas las mejores carnes de toda Europa, una gastronomía de espatarrar, no solo en variedad sino en calidad. No es que parezcamos buenos, es que lo somos ¡coño! El problema radica en que quienes deben regular lo nuestro, no terminan de creerlo (o no les interesa, tengo dudas). Unos tienen interiorizado ese denigrante sentimiento de “pueblerín” que les empequeñece. Otros, creyéndose mejores, desprecian la aldea pese a que aún huelen a cucho y dedican peinetas que deberían dejar para el disfrute íntimo. Es obligatorio para los diferentes gobiernos, actuales y venideros, asumirlo como una auténtica necesidad, ya que de lo contrario no haremos más que afianzar el camino en el que nos encontramos, el de la extinción.
Otros, creyéndose mejores, desprecian la aldea pese a que aún huelen a cucho y dedican ‘peinetas’ que deberían dejar para el disfrute íntimo
Casi un tercio de nuestro territorio se encuentra amparado por leyes proteccionistas muy necesarias, el resto, el que puede dar de comer a las siguientes diez generaciones, no se contempla a la par que se denigra y destruye.
Necesitamos carreteras en buen estado que favorezcan las comunicaciones y no se vengan abajo con un temporal. Revitalizar y poner en valor el agro asturiano, el mismo que traerá ingresos y evitará la despoblación. Atender sus necesidades y llevar a cabo proyectos adecuados. Favorecer la recuperación y uso de los mercados de abastos, que hoy dan pena verlos. Crear legislación que proteja a los productores y condicione a empresas que operen aquí para asumir producto local.
Al Gobierno asturiano, al de hoy y al de mañana, le hace falta un buen tirón de orejas
Invertir en formación de calidad, en divulgación y concienciación a los consumidores y productores para que entendamos que no todo vale, que lo de fuera no es siempre lo mejor y que nuestros recursos, bien gestionados, son ilimitados. Aboguemos por lo nuestro sin necesidad de caer en una autarquía.
Desde el campo, seamos conscientes de la necesidad de mantener y proteger el entorno llevando a cabo prácticas coherentes y controladas. Usemos el conocimiento tradicional para la gestión del mismo sin destruir. Tampoco olvidemos la necesaria unión de los pequeños ganaderos y productores, aquella que ha de surgir de abandonar viejos modelos inservibles y asumir que la obra debe cambiar de reparto o todo seguirá igual, estancado.
Al Gobierno asturiano, al de hoy y al de mañana, le hace falta un buen tirón de orejas para recordarles que las cosas no solo se piensan para el tiempo de legislatura, sino a muy largo plazo. Pónganse las pilas.
Por otro lado, y esta vez a nivel nacional, se ha generado una tremenda polémica respecto a las declaraciones del ministro Garzón en relación a las macrogranjas.
Esto no es más que el resultado directo de las muchas problemáticas a las que se enfrenta el sector de la alimentación y el ganadero en particular: la incultura del consumidor y su aprovechamiento por parte de la industria de la alimentación.
Hay que trabajar el pensamiento crítico y para ello siempre ha resultado efectiva la cultura en todo su espectro
En la primera habitan profundos abismos de ignorancia originados por la completa desvinculación con el alimento y su procedencia. El consumidor, por diferentes motivos que darían para hablar durante horas, en su mayoría carece de interés por conocer lo que come. Prima la estética en un mundo que juega a la sobreinformación para despistar. Mucho glamour envasado que poco más y comemos ladrillos si están medianamente maquillados. La solución es sencilla: trabajar el pensamiento crítico. Para ello siempre ha resultado efectiva la Cultura en todo su espectro, no solo escrita sino también vivida. ¡Váyase usted al campo coño! Lea las etiquetas y si no sabe interpretarlas pregunte a quien le atiende en el supermercado. Preocúpese. No podemos descargar (toda) la responsabilidad en el gobierno de turno, o en las empresas, sin antes entender que el mercado se mueve por los consumidores.
Llama la atención aquellas coherentes declaraciones del Ministro de Consumo. Sin embargo, sería interesante que desde su cargo y el de su compañero el Ministro de Agricultura, aplicaran con contundencia lo que promulga y pusiera de una **** vez al sector primario en la posición que merece.