Este multipremiado artista asturiano de Villaviciosa ha participado en varias ediciones de ARCO, con la galería asturiana Cornión, y sus obras se encuentran en diferentes museos y colecciones públicas de nuestro país.
Su pasión es jugar con los relieves, pasión que se acrecienta a medida que aparece el color en la obra para resaltar o descubrir aspectos ocultos que sólo el espectador atento puede desentrañar. Se establece una relación de emociones que seducen, cautivan, y hasta enamoran, relegadas a fin de cuenta a la sensibilidad que tenga despierta el observador.
-¿De dónde te sale la vena artística?
-Empieza como una válvula de escape. Dicen que el que canta su mal espanta, y yo creo que pasa lo mismo con el dibujo o la escultura. Hay días que necesito echar ciertos males fuera, cojo la motosierra y empiezo a trocear leña para la calefacción, o a sanear un tronco, pero termino dándole forma casi sin darme cuenta. Es una descarga mental.
-Has dicho: «Me gusta ese instante primero cuando una cosa te gusta». ¿Crees que una obra debe ser seductora, que no debe ser indiferente?
-Hay una cosa, que explica muy bien Paco Cerrito, que es la mente colectiva. Hay cosas que conectan con todos, emociones que todos reciben. Yo cuando acabo una escultura, y tiene algo, muchas veces no sé lo qué es, estoy intrigado con ella, y casualmente le ocurre lo mismo a los demás. Eso es lo que a mí me sorprende.
‘Cuando acabo una escultura, y tiene algo, muchas veces no sé lo qué es, estoy intrigado con ella, y casualmente le ocurre lo mismo a los demás. Eso es lo que a mí me sorprende’.
-Se habla de crisis económica, de crisis humana ¿crees que hay también crisis de valores en el arte?
-Siempre se está en una crisis que es mentira. Yo no sé quién decía que somos felices, lo que pasa es que no nos enteramos. Si hablan de crisis hoy, ¡qué podrían decir en los años cuarenta! Nunca se vive tan bien como ahora, la única pena es que no se vive eternamente. Si sufres con la crisis de aquí, pues marcha a otro sitio donde no la haya.
-Hablemos de arte contemporáneo.
-Hay confusión, porque la gente busca lo original en lugar de encontrarlo. Ahora quieren mezclar todo: tecnología, arte, filosofía… Eso está alimentado por los gobiernos, y fabrican artistas que se dedican a eso, más por el interés del mercado que por el artístico.
Mucha gente dice que el mundo artístico se va al traste, los críticos se preocupan, hay galerías que cierran. Pero siempre hubo de todo, puedes decir que la época de Miguel Ángel fue la mejor, pero seguro que también había gente que era una castaña, simplemente ha pasado el filtro del tiempo. Esto es más una crisis sociológica, porque la sociedad es muy competitiva y unas cosas dominan sobre otras. Lo que pasa es que no dominan las mejores. El Calatrava, por ejemplo, está muy bien como nombre de humorista, pero si hablamos de un arquitecto, eso es antiarquitectura.
A la hora de la verdad estamos hablando de economía. Cuando se hacía una catedral, la estética sólo le interesaba al arquitecto, el resto entendía que aquello era un negocio, porque estaban siglos levantándolo, allí venía la gente a trabajar o simplemente a verlo, y se movía dinero. La mayoría de las iglesias en España, sobre todo de la época del barroco y el gótico, se meten con los edificios que están alrededor. Comparándolo con el edificio de Calatrava, eso está ahí encajado de una forma que no hay Dios que lo entienda, sólo puede entenderse por lo que genera económicamente.
‘Hay confusión, porque la gente busca lo original en lugar de encontrarlo. Ahora quieren mezclar todo: tecnología, arte, filosofía… Eso está alimentado por los gobiernos, y fabrican artistas que se dedican a eso, más por el interés del mercado que por el artístico’.
-¿Qué te parece el Centro de Arte de la Laboral?
-Estuve allí dos veces, y siempre para enseñárselo a amigos. Ese cachondeo me divierte. De lo que hay dentro, a veces hay alguna cosa que me sugiere, pero va más ligado al espectáculo y a la política de masas. De golpe, hay muchos artistas que si no ponen bombillas y nuevas tecnologías a lo que hacen, parece que están en el siglo pasado. Lo que me da pena es que ellos, los propios artistas, lo sientan así.
Yo hice alguna instalación años ha, y supongo que volveré a hacerlas. Una obra de adecuación de un local es un espacio para que participe la gente y estás jugando con la iluminación, con el sonido, con sensaciones… es otro concepto, más dentro del espectáculo que de las artes.
-¿Es complicado vivir del arte en los tiempos que corren?
-Para mí, debe ser un azar. Hay gente que pasa por ser artista, cuyo fin es vivir del arte, pero yo creo que la expresión artística es algo intrínseco e inevitable de la persona. Vivir del arte puede ser un azar, como si te toca la lotería, a mí coincide que me gusta exponer, pero tengo por ejemplo un amigo que tomó la opción de dar clases en un colegio, y hace cantidad de cosas originales y diferentes, pero sin vocación de venderlas. Yo nunca le he hecho feos a exponer, pero tampoco he buscado nunca una galería, vino todo rodado.
‘Hay gente que pasa por ser artista, cuyo fin es vivir del arte, pero yo creo que la expresión artística es algo intrínseco e inevitable de la persona’.
-¿Qué te sugieren las macroferias como ARCO?
-ARCO a mi no me sugiere. Cuando empezó fui como espectador, a echar el día y lo disfruté mucho. Luego, cuando ya no me interesaba, fui a exponer, porque conocí a Amador, de la galería Cornión, y me propuso ir. Fuimos Pelayo Orteya y yo, y resultó interesante porque vendí una escultura. Otro año volvimos y no fue mal, nos divertimos, estás una semana, aprovechas para ver otras exposiciones… Este año fui el día antes de que se inaugurase, y lo vi bien, sin excesivo público, pero en general me agobio. Es demasiada información en poco tiempo, y a la primera vuelta me saturo.