En los centros de menores, una vez que los jóvenes alcanzan la mayoría de edad, la Administración pública deja de tutelarlos. Al provenir de entornos problemáticos, o ser inmigrantes, se encuentran sin un hogar al que regresar. Esta Asociación es una de las pocas que han puesto en marcha soluciones para acogerlos, acompañarlos y orientarlos. Su experiencia y exitosa labor les convierte en una voz a tener en cuenta.
Desde que inició su trabajo, la Asociación Identidad para Ellos y Ellas ha atendido a más de ciento sesenta chicos y chicas, con edades entre los dieciocho y veinticinco años, que previamente pasaron por centros de protección de menores.
Quince años de trabajo intensivo en los que han vivido experiencias que los han forjado y fortalecido en sus convicciones y objetivos. Esta Asociación tiene una característica que la hace única: muchas de las personas que la forman son profesionales y también ex tutelados que conocen el sistema y lo han vivido desde dentro. Esto aporta un conocimiento que personaliza el trato y crea una empatía vital con los chicos y chicas que se encuentran ante este tipo de situaciones.
Marcos Madrigal Juárez, Presidente de este colectivo, vivió en un centro de protección de menores y ahora trabaja con la seguridad de que mucho más es posible.
-Una vez que los chavales cumplen dieciocho años, la Administración pública deja de tutelarlos. ¿Qué sucede con ellos?
-En mi caso, después de haber estado en organizaciones desde los diez a los dieciocho años me encontré en el año 92-93 junto con otros dos compañeros que estábamos en centros, que teníamos que abandonarlos porque su responsabilidad legal y económica acababa. De los tres chicos que estábamos, uno no tenía entorno al que regresar y otros dos teníamos que volver a un entorno del que nos habían sacado y donde la problemática que nos había llevado a centros seguía estando y había crecido mucho.
Nos negamos, y en el año 92, después del verano, nos presentamos en la Consejería y les dijimos que nos dieran alternativas. Estábamos estudiando COU, con la mente puesta en la Universidad y todo nos parecía muy injusto. En el 93 conseguimos las primeras ayudas a la vida independiente por parte del Principado de Asturias.
-¿Cuál es la situación actual en la región?
-En el año 2002 es cuando organizaciones como la nuestra y otras muchas que hay en España, comenzamos a presionar a la Administración y a los partidos políticos para que vieran la realidad del problema y poco a poco van respondiendo. Claramente se puede decir que Asturias ha evolucionado mucho. Se calcula que este año habrá unos sesenta y siete chicos mayores de edad en esta situación, y ahora mismo el Principado tiene unas veinticinco plazas para acogerlos. Todavía no se acoge al 100% de la población y también es cierto que muchos chicos no quieren seguir en régimen cerrado y es lícito, con lo cual tienen que existir proyectos que cubran estas necesidades de jóvenes de dieciocho a veintiún años. En Asturias hay una unión temporal de organizaciones que gestiona un programa para ese perfil, nosotros nos comprometemos a acompañar de los dieciocho a los veinticinco años.
«Muchos chicos no quieren seguir en régimen cerrado y es lícito, con lo cual tienen que existir proyectos que cubran estas necesidades de jóvenes de dieciocho a veintiún años»
-¿Cómo definirías esta Asociación y a qué espectro social va dirigido?
-Nuestro principal objetivo es la sensibilización social hacia la protección de menores. Lo cual incluye informar a la población y los políticos para que adopten una postura solidaria y de atención prioritaria hacia este colectivo. Al estar constituidas por profesionales educativos con experiencia en este tema y por personas ex tuteladas, nuestra voz es importante a la hora de decir cómo creemos que debería ser esa atención.
-Hace quince años que trabajáis en este sector. ¿En qué ha cambiado desde vuestros inicios hasta hoy?
-Es muy difícil afianzar este tipo de asociaciones porque partimos de que en Asturias las asociaciones que hay tienen un nivel muy alto, llevan trabajando desde los años 60 y 70 y forman un núcleo muy cerrado, donde es muy difícil que entre gente joven que quiere innovar y hacer cosas distintas. Aunque no vamos a negar que los servicios de atención y protección de menores han evolucionado mucho y parece que hay más inversión económica, nos damos cuenta de que la economía no lo cubre todo en los servicios sociales y que hemos llegado a un punto en el que las administraciones tienen que abrirse al enfoque participativo. Tienen que valorar más a los profesionales que estamos a pie de obra, y hasta ahora, la infraestructura de estos organismos públicos no cuentan mucho con nuestra experiencia y labor a largo plazo. A nosotros nos gusta citar a James Charlton, escritor estadounidense que apoya un movimiento a favor de la vida independiente de las personas con discapacidad, y que es el faro que seguimos. Él dice: «Nada sobre nosotros sin nosotros».
-¿Cuál es el perfil de estos jóvenes que vienen para ser tutelados? ¿De qué entorno provienen frecuentemente?
-Un 80% suelen ser varones y un 20% mujeres. Del total, un 60% son inmigrantes y un 40% nacionales. Principalmente son chicos que han estado una media de nueve años en centros de protección de menores, que han cumplido la mayoría de edad y que, muchos de ellos, han ido ya a proyectos que llevamos años luchando con las administraciones para que existieran. Es verdad que han salido esos proyectos, pero la crisis fragmentaria que sufre ahora la sociedad, les afecta. Piensa en un chico que sale del centro con dieciocho años, tiene un trabajo de un año, cumple los diecinueve, pierde ese trabajo y… ¿qué pasa con él? Ya no tiene donde volver, no tiene el nido que puede tener el hijo de cualquier familia que se marcha a estudiar o trabajar a Alemania, le va mal y con veintidós años vuelve a casa. Los chicos que salimos de centros no tenemos una casa a la que volver, por eso surge nuestro programa «Amadeo», para ser ese sitio al que puedan regresar tras una crisis, después de haber salido del programa de protección.
«Que haya una ley no quiere decir que los problemas se solucionen; la ley es importante, pero no lo es todo»
-¿Qué tipo de atención reciben estos chicos y chicas en vuestra Asociación?
-Una de las cosas que nos conduce al éxito es hacer un programa muy flexible, que se adapte a las circunstancias de cada uno de ellos. Les damos una, dos, tres y cuatro oportunidades si son necesarias. Hacemos una labor de acompañamiento y motivación. Cada vez que llega un chaval, asignamos a un voluntario o a un técnico y estamos todo el día motivando y siendo la referencia. También es muy importante que nuestra organización esté cubierta por personas que han estado tuteladas. Así, ese chico joven que tiene rebeldía y un poco de rencor social, se encuentra con una asociación que rompe esa distancia que a menudo marcan las instituciones, y se establece un entendimiento y una cercanía. Nosotros lo hemos vivido y ellos sienten que les entendemos, sienten una capacidad de empatía que, en otro tipo de organizaciones, es más complicado que se dé.
-En 2015 se reformó la Ley de Protección del Menor. ¿Ha sido suficiente para paliar carencias anteriores?
-Desde el punto de vista legislativo, no podemos negar que España está muy bien. Hay más de 60.000 leyes generales, todo está muy bien estructurado y tenemos una legislación al nivel de los países más avanzados. El problema que encontramos en nuestro país, no solo con las leyes de menores sino con cualquier ley social, es cómo se transmite eso a las situaciones de necesidad. Ahí es donde vemos que el Estado y las organizaciones que nos dedicamos a esto, estamos un poco descoordinadas. La legislación es muy buena, pero no acabamos de funcionar bien. Que haya una ley no quiere decir que los problemas se solucionen; la ley es importante, pero no lo es todo. Igual que tampoco lo es todo el dinero. Cogiendo los últimos diez años, en lo que a protección de menores se refiere, se ha dedicado mucho dinero público a la intervención social y sin embargo, desde nuestro punto de vista, los resultados no son proporcionalmente tan positivos.
-¿En qué objetivos estáis trabajando ahora mismo?
-Hemos empezado a desarrollar nuestro nuevo programa «Amadeo» y queremos consolidarlo. Lo queremos realizar en tres áreas asturianas: occidente, centro y oriente con base y cabecera en Oviedo, Gijón y Avilés.
Tenemos también el proyecto «Dédalo», que es un piso de vida independiente para un perfil de jóvenes que ya están trabajando, que están más o menos insertados y cuando tienen un sueldo tienen que aprender a gestionarlo. Son niños que han estado en centros en los que todo está cubierto y, cuando salen a la realidad y tienen el primer sueldo, les cuesta gestionarlo. Creemos que, desde un ámbito más personalizado, somos capaces de enseñarles.
A corto plazo queremos intentar conseguir un profesional a tiempo completo y sensibilizar más a la sociedad asturiana de esta problemática. Consideramos que ya nos lo merecemos después de nuestra dilatada experiencia y de nuestro esfuerzo. Nos gustaría que nos tuvieran en cuenta.