A pesar de que ya vislumbra su jubilación, Rosa Menéndez, la expresidenta del CSIC, conserva la misma pasión y profesionalidad que le condujo a liderar la mayor institución científica de nuestro país. Y muy pronto, la científica natural de Cudillero tendrá entre sus manos el galardón Mujer Prestosa que concede el colectivo Mujeres de Empresa.
En las distancias cortas, la química confiesa que todavía se pone un poco nerviosa ante una entrevista. Resulta tan sorprendente como encantador en una mujer que ha roto moldes al ser la primera en presidir el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Afortunadamente, en Rosa se materializa que llegar a altas cotas profesionales no está reñido con conservar un carácter afable y cercano.
Su cese en el CSIC, en 2022, le ha permitido regresar a casa, disfrutar cada mañana viendo «su querido Aramo» y recuperar su actividad en el INCAR, el centro de investigación de origen en el que tantas horas dedicó al estudio del carbono y el grafeno, entre otras cosas. Los asturianos podrán compartir próximamente con la científica su trayectoria, ya que el próximo 7 de agosto, en la Feria de Muestras de Gijón, recibirá el premio Mujer Prestosa por una carrera profesional que la ha llevado a ser un referente en la región. Un galardón que «tiene algo especial, porque está muy ligado a la tierrina. Lo siento como muy cercano y personal».
-Ahora es más fácil encontrar alumnas en carreras de ciencias, pero no lo era tanto cuando usted lo hizo y muchas mujeres no encontraron el apoyo familiar que necesitaban. ¿Qué formulación tuvo que darse para que consiguiera estudiar Química?
-Mi entorno familiar fue muy favorable. Mis padres eran gente humilde, mi padre albañil y mi madre trabajaba en el campo, y siempre tuvieron claro que querían que sus hijos fuesen a la universidad, que tuviesen aquello que ellos no pudieron tener en su momento. Lucharon siempre por nuestra formación, que se consiguió con mucho esfuerzo y con ayudas de becas. Tanto a mí como a mis hermanos nos dieron libertad para elegir aquella carrera que quisiésemos y fue una decisión personal. Inicialmente, dudé si hacer químicas o ciencias exactas (lo que es ahora matemáticas), pero para estudiar matemáticas tenía que irme a estudiar fuera. Además, también me influyó en la elección un profesor que tuve en el Bachiller y que falleció recientemente: Don Santiago, era muy buen profesor y por eso siempre llevé una base muy buena de química y matemáticas.
«Mis padres eran gente humilde (…) y siempre tuvieron claro que querían que sus hijos fuesen a la universidad, que tuviesen aquello que ellos no pudieron tener en su momento. Lucharon siempre por nuestra formación»
-Esto dice mucho de los profesores.
-Sí, por eso es increíble lo poco que se les concede en este país, contrasta con el respeto que se les debería rendir y también tendrían que tener unos sueldos razonables acordes con la labor que realizan.
-Su carrera ha sido y sigue siendo espectacular, hasta el punto de ser la primera en presidir el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, y estar al frente del CSIC varios años. ¿En algún momento sintió cierto vértigo en esa trayectoria?
-Mi carrera es de mucho trabajo, de mucho esfuerzo. Cuando miras en retrospectiva y analizas los tiempos, ves que requirió mucha dedicación, y a mí, aparte del trabajo como científica, siempre me gustó la gestión, me sentía útil. Por eso, la mayor parte del tiempo, compatibilicé el trabajo científico con tareas de gestión de ciencia a nivel del Ministerio, de la Comisión Europea o en la dirección del INCAR. Luego, cuando me llegó la etapa de la presidencia del CSIC, durante esos cinco años tuve que dejar todo lo relacionado con investigación porque tenía que dedicarle las 24 horas; también influyó en cuestiones de incompatibilidades, porque no puedes figurar como responsable de algo que tú estás de alguna manera gestionando, o financiando.
-Su vida profesional como científica se ha repartido entre estas dos facetas de su vida, la gestora y la investigadora, pero ¿con cuál de ellas vibra más?
-Depende de las etapas de mi vida. En determinados momentos, lo que era la investigación a nivel de laboratorio me motivó de forma tremenda. Cada día descubrías algo nuevo y te enamorabas de ese trabajo que tenías delante, aunque estuviese relacionado con materiales oscuros, como las breas u otros derivados del carbón. Para mí siempre fue apasionante.
Luego, a medida que pasó el tiempo, un acicate importante fue la labor de formación de estudiantes, la dirección de másteres y tesis doctorales. Mantenerme en contacto con la gente joven siempre me hizo vibrar, igual que ese sentido que tengo desde pequeñita de sentirme útil, de que lo que haga sirva para algo.
A medida que fui avanzando en la carrera científica, me iban conociendo en distintos foros y me empezaron a llamar para formar parte de comisiones y de comités en el CSIC, en el Ministerio… Esto me permitió ampliar el espectro y conocer lo que estaban haciendo los demás y, de nuevo, pude tratar de ayudar y gestionar de la forma más óptima posible –con la ayuda por supuesto de evaluadores– los recursos que tenía que distribuir para que llegasen a aquellos proyectos que más lo merecían. La gestión siempre me ha gustado también.
«Un acicate importante fue la labor de formación de estudiantes, la dirección de másteres y tesis doctorales. Mantenerme en contacto con la gente joven siempre me hizo vibrar»
-El culmen de la gestión llegó con su presidencia en el CSIC, la institución científica más importante a nivel nacional.
-Esto me sobrevino, porque nunca tuve como objetivo en mi vida presidir esta institución, pero cuando llegó, lo acepté y lo asumí. Trabajamos muy duro, conté con un equipo potente, de buenos profesionales en sus respectivos campos, que es algo fundamental. En cualquier estamento es muy importante que la gente que te rodea, y en la que te apoyas, sea de tu confianza, y es bueno que sepan más que tú en muchos aspectos porque es la manera de crecer todos juntos.
-De repente deja de ser la científica conocida en la escena regional para subirse a un escaparate nacional. Si había algo de tranquilidad, se acabaría. ¿Cómo se vive algo así?
-Bueno, es como conducir un transatlántico. El CSIC tiene actualmente en torno a unas 17.000 personas distribuidas por toda España en más de 120 centros, pero está muy bien estructurado. Cuando llegué, yo ya conocía la institución por dentro porque había sido vicepresidenta y vocal en su junta de gobierno. No era algo nuevo para mí y gozaba de un equipo potente a nivel de organización central y con delegaciones institucionales, es una labor de equipo. Me gustaba compararlo con una orquesta, donde está el director, pero luego están todos los músicos que integran esa orquesta y lo que se intenta es que no desafine ninguno, que sea gente motivada y dedicada. Creo que el CSIC funciona bien, fundamentalmente, gracias a las personas que lo componen.
«En cualquier estamento es muy importante que la gente que te rodea, y en la que te apoyas, sea de tu confianza, y es bueno que sepan más que tú en muchos aspectos porque es la manera de crecer todos juntos»
-Desde siempre usted abogó también por el trabajo interdisciplinar. ¿Es necesario crear redes para poder salir de las fronteras de cada uno?
-Exactamente, en el INCAR siempre trabajamos en los proyectos que teníamos en colaboración. Los ingenieros de materiales de la Universidad de Oviedo colaboraron con nosotros en muchos proyectos, porque ellos controlaban más el aspecto mecánico y de ingeniería, mientras que nosotros más el de preparación. Y luego también con empresas, porque estas tienen objetivos claros e intentabas dirigir lo que estás haciendo hacia las necesidades que presentan esas empresas.
Y una vez en la presidencia del CSIC, creamos las plataformas temáticas interdisciplinares, algo de lo que estamos muy orgullosos todo el equipo. La gran fortaleza del CSIC es que es multidisciplinar, tiene gente trabajando en ámbitos muy variados. Lo que se trata es de unir la experiencia. El conocimiento de personas de distintos ámbitos que colaboran conjuntamente te hace progresar mucho más rápido, y esto se demostró durante la pandemia en cuanto al desarrollo de sistemas de detección, de identificación del coronavirus, protección y prevención (desarrollo de las vacunas y antivirales).
-Vaya época que le tocó vivir…
-No fue sencilla, pero bueno, de todo se aprende. Tenías que mantener actividades en aquellos ámbitos relacionados con la pandemia y en aquellos, digamos, experimentos que no se podían parar en los centros cerrados. Fue una época complicada, pero ya ha pasado, y se hicieron cosas muy interesantes.
-Y a nivel general, durante esa etapa, la ciencia estuvo muy presente en nuestro día a día. Todo el mundo miraba hacia los científicos, ¿sentía una presión añadida?
-Sí, pero creo que fue de utilidad. Veías a virólogos como Luis Enjuanes o Margarita del Val, entre otros, hablando en televisión. Los científicos eran como los actores, alguien más aceptado por la sociedad.
«Siempre llevé al CSIC en mi ADN, he trabajado por y para la institución en los más de 40 años que llevo en ella y estoy contenta. No me lamento del esfuerzo, de las horas que dediqué, al revés»
-Ya no es presidenta del CSIC, seguro que ahora vive más tranquila y su teléfono sonará menos. Aunque escuchándola está claro que el Centro lo lleva en el corazón. ¿Es algo que no se abandona?
-Solo en plan anecdótico te contaré que cuando estamos en reuniones o en algún acto, Nacho Villaverde, el rector de la Universidad de Oviedo, siempre me dice: “Rosa, presidenta, porque para nosotros serás siempre nuestra presidenta”. Y la verdad es que es algo que te queda ahí dentro, al igual que el resto de etapas. Esa época fue potente, pero yo siempre llevé al CSIC en mi ADN, he trabajado por y para la institución en los más de 40 años que llevo en ella y estoy contenta. No me lamento del esfuerzo, de las horas que dediqué, al revés. Creo que se obtuvieron resultados y yo, aparte de sufrir un poco en ocasiones porque había momentos duros, he sido feliz trabajando en pro y para el CSIC.
-¿Tan importante es entrar como saber salir?
-Yo soy química, y siempre dije que somos un material fungible que tiene un periodo de vida determinado, nunca me quise perpetuar en ningún cargo. Es una función que desempeñas el tiempo que se te asigna y cuando, por las circunstancias que sean, has terminado, pues te vuelves a tu sitio. Es la ventaja que tenemos los funcionarios, que sacas una oposición y tienes tu puesto de trabajo y el mío está en el INCAR, en Oviedo, que también pertenece al CSIC.
«Yo soy química y siempre dije que somos un material fungible que tiene un periodo de vida determinado, nunca me quise perpetuar en ningún cargo»
-¿Cuáles cree que han sido los momentos más difíciles de su trayectoria profesional? Esos en los que ha tenido que tragar saliva y decirse a sí misma: “venga, que yo puedo”.
-Lo tengo ahí grabado. Fue el irme de becaria postdoctoral al extranjero. Yo no hablaba inglés, hablaba francés y prácticamente no había cogido un avión en mi vida; luego, durante muchos años ya no me bajé del avión. De alguna manera, el entonces director del INCAR fue quien nos empujó a otra compañera y a mí a salir (éramos de las primeras que lo hacíamos, en el año 87). Fue duro porque no hablaba el idioma y estaba en un ambiente totalmente nuevo, pero me adapté rápidamente y en un mes ya estaba medio hablando inglés y dando conferencias.
Tuve la suerte de tener como mentor al profesor Harry Marsh, que en aquellos momentos era un referente a nivel mundial en materiales de carbono. Y no sé si vio que yo tenía potencial, pero a veces me echaba a los leones, me empujaba a hacer cosas, y se lo he agradecido toda mi vida. Lo recuerdo como una etapa que me costó, pero también era joven y si no tiras para adelante cuando lo eres, no llegas a nada en la vida.
Otro momento complicado fue durante la pandemia, porque en ese tiempo en el que permanecíamos cerrados en nuestras casas tenía que mantener la actividad de la institución y estar al tanto de todo lo que ocurría, incluidas las apariciones en los medios. Y eso de que la ciencia es independiente, que está al margen de todo, no es del todo cierto. En esta vida todo depende de todo.
-¿Cree que el hecho de ser mujer le aporta un plus a la hora de gestionar, organizar y crear nexos?
-Yo creo que sí. Nunca, en ningún foro, me sentí discriminada en el sentido de que me ninguneasen por ser mujer, pero desde mi experiencia –y tampoco me gusta generalizar– creo que delegas mejor, confías más, tienes más empatía… Las mujeres somos más de compartir y colaborar, quiero creer que es innato en nosotras, y no buscamos ser las reinas. Tenemos unas habilidades distintas.
«Las mujeres somos más de compartir y colaborar, quiero creer que es innato en nosotras, y no buscamos ser las reinas. Tenemos unas habilidades distintas»
-Alguien dijo que “Si quieres llegar rápido, camina solo, pero que si quieres llegar lejos, vete acompañado”. ¿Opina lo mismo?
-Estoy totalmente de acuerdo. No sé de quién es la frase, pero eso está clarísimo, uno solo no llega a ningún sitio o tarda más. Yo tuve siempre mucha suerte con mis mentores y compañeros, desde mi director de tesis hasta los directores del Centro o los presidentes de la institución. Y si alguien me ha puesto alguna zancadilla, afortunadamente, no me he enterado o la he olvidado. La verdad es que siempre me ha gustado luchar y vivir el día a día, y si hay algo que no me parece bien, intento arreglarlo y si no está en mi mano, lo olvido y lo voy dejando arrinconado.
-Ha dicho una palabra interesante, luchar. Evidentemente, para todo lo que ha conseguido ha tenido que trabajar duro, pero ahora, ¿por qué sigue luchando?
-Buena pregunta, ahora que estoy como a unos seis meses de la jubilación porque en febrero cumplo los 70 sigo trabajando con muchas ganas. Tengo un proyecto de investigación del Ministerio para la Determinación de Contaminantes Emergentes en Aguas, seguimos con el tema del grafeno y me apoyo en un buen equipo que garantiza la continuidad. También sigo dando conferencias porque me gusta divulgar, el contacto con la gente. Colaboro con distintas fundaciones y estoy en la Academia Asturiana de Ciencia e Ingeniería. Digamos que ahora llevo un trabajo más sosegado y lo estoy disfrutando al máximo.
-Tiene pinta que la suya va a ser una jubilación relativa.
-Hombre, alguna cosilla pienso seguir haciendo, porque si no para la neurona puede ser terrible. Tengo la suerte de que siempre me ha gustado lo que he hecho y seguiré haciendo cosas, pero no tan implicada como puedo estar ahora en activo.
«lo de ser Mujer Prestosa tiene algo especial. Es un reconocimiento muy entrañable, cercano y muy ligado a la tierrina»
-En alguna ocasión comentó que era una enamorada del carbón.
-Mejor dicho, enamorada del trabajo, lo que pasa es que a mí el carbón me ha dado mucho, por todos los materiales que hemos obtenido de los productos derivados del carbón. Pero ya sabes las circunstancias en las que estamos, hay que asumir que la sociedad evoluciona y cada cosa tiene su tiempo y hay que ir adaptándose.
-Detrás de esa negrura que conocemos en Asturias, ¿hay un mundo increíble de posibilidades que ya se están demostrando?
-Claro, yo he trabajado con carbón unos años para mejorar la eficiencia de los procesos de conversión en centrales térmicas, siderurgia, pero luego en los años 90 ya derivé a materiales de carbono –que no se obtienen a partir del carbón, pero sí de productos derivados de él–, y que provienen fundamentalmente de la industria carboquímica y también petroquímica, como el grafeno o grafito. Son materiales de alto valor añadido con aplicaciones tanto en el sector aeronáutico y espacial como en temas relacionados con la mejora del medio ambiente, producción de energía limpia, almacenamiento de energía, salud, etc.
-Está a punto de recibir el galardón Mujer Prestosa 2025 por su faceta profesional y aunque le han dado incontables premios, seguro que este será bien recibido.
-Sí, será el 7 de agosto en la Feria de Muestras, en Gijón. Siempre se agradece que la gente valore lo que has hecho o lo que estás haciendo, pero en particular lo de ser Mujer Prestosa tiene algo especial. Es un reconocimiento muy entrañable, cercano y muy ligado a la tierrina; fue algo que al principio me llamó la atención. Desde luego que han sido y son originales las mujeres empresarias de Asturias, lo cual es lógico porque para ser empresaria tienes que tener iniciativa.
«Hay que luchar en el tema de la educación, en los colegios, en la familia, porque es labor de todos que las jóvenes no vean estas carreras como algo muy duro o imposible (…). Las mujeres podemos igual que los hombres, eso que lo tengan claro. No hay carreras de niños y carreras de niñas»
-Para caminar siempre viene bien tener a otras mujeres como referentes, como por ejemplo, Margarita Salas.
-Margarita es un referente para todos los asturianos y para todas las asturianas. Yo tenía relación directa con ella porque, estando en Madrid, venía a verme al despacho para charlar un rato casi todos los meses. Además de su faceta científica, otra cosa que me gustaba mucho de ella era su cercanía con los estudiantes y, sobre todo, su interés por las jóvenes de origen rural. Ella siempre quiso estimular la participación de las mujeres en la ciencia, en la cultura, desde las etapas más tempranas.
-Afortunadamente, se han dado pasos en el apoyo a la mujer científica.
-Sí, lo que pasa es que ahora estamos un poco bajos en materia de vocaciones. Hay que luchar en el tema de la educación, en los colegios, en la familia, porque es labor de todos que las jóvenes no vean estas carreras como algo muy duro o imposible. Que entiendan que en esta vida van a tener que luchar en cualquier trabajo, pero que la satisfacción que pueden tener por lo que hacen compensa el esfuerzo, eso desde luego. Y las mujeres podemos igual que los hombres, eso que lo tengan claro. No hay carreras de niños y carreras de niñas.
-¿Todo lo bueno requiere esfuerzo?
-Exactamente, pero eso en cualquier faceta, en cualquier profesión la gente tiene que luchar. El problema de una carrera científica es que tienes un largo recorrido y a veces incierto. Los jóvenes, cuando obtienen el grado en la universidad, quieren tener su trabajo y su independencia económica a muy corto plazo. Les gusta más la inmediatez.
-A eso se suma la tan mencionada precariedad de la investigación científica en España. ¿Tendrá esto un desarrollo mejor próximamente?
-Los últimos años no hemos estado tan mal, aunque siempre se puede estar mejor. Yo solo pediría que no fuese a peor, que se mantenga lo que tenemos, porque las cosas no están muy claras de cara al futuro. Y si luego se incrementa, mejor. Hay que luchar por mejorar y poder adquirir, por ejemplo, los grandes equipos que hay en otros laboratorios del mundo. Y si hablamos de mantener y atraer talento, ofrecer condiciones equiparables a aquellos países que son nuestros referentes.