Los peregrinos que deseen emprender el Camino Primitivo podrán pernoctar en el monasterio de San Pelayo, en Oviedo. Las monjas benedictinas que lo regentan, Las Pelayas, como se las conoce coloquialmente en la capital asturiana, darán cobijo a los caminantes en un futuro albergue.
El proyecto municipal de abrir un albergue de peregrinos en el convento de estas religiosas ya avanza con paso firme, tras la reciente aprobación de la Consejería de Cultura. El edificio mantendrá su uso tradicionalmente religioso, pero adecuará una parte de sus instalaciones -las que dan a la calle del Águila y el Jardín de los Reyes- para acoger a aquellos que realizan la peregrinación por el Camino Primitivo.
Según lo previsto, las dependencias de los futuros huéspedes ocuparán la segunda y tercera planta, y en ellas se habilitarán zonas de uso compartido y aseos comunes. Los peregrinos se alojarán en habitaciones equipadas con lavabo y tocador que, inicialmente, mantendrán el tamaño de la distribución original del convento.
El proyecto de abrir un albergue de peregrinos en el monasterio de San Pelayo ya avanza con paso firme, tras la reciente aprobación de la Consejería de Cultura.
La adecuación del inmueble no alterará las rutinas y normas de convivencia que mantiene la comunidad de religiosas, que ya tiene experiencia en ejercer de anfitriona. El convento ofrece habitualmente un servicio de acogida y hospedería a personas que se acercan en busca del silencio y tranquilidad de este lugar, pero también a quienes pasan unos días de vacaciones y descanso en la capital del Principado.
El proyecto del complejo monástico nace con la vocación de impulsar la peregrinación jacobea e incluirá una oficina de atención al peregrino. El lugar elegido para el albergue es también muy apropiado por su ubicación, ya que precisamente la calle del Águila fue el punto de partida del rey Alfonso II, en la que se considera la primera peregrinación del Camino de Santiago. El propio rey mandó construir en la ciudad ovetense una pequeña capilla en la que preservar un conjunto de reliquias procedentes de Tierra Santa (Jerusalén).
Además de ayudar a la conservación del conjunto monástico, la iniciativa del albergue también dará visibilidad a una comunidad en clausura que atesora una historia milenaria. Y una vez en funcionamiento, serán pocos los peregrinos capaces de resistirse a las famosas pastas de almendras y las galletas que habitualmente salen del obrador de Las Pelayas, muy apreciadas también por sus rosquillas de San Blas. Además, quizá puedan inspirarse escuchando los cantos gregorianos que han dado a conocer a esta congregación, que entre otras cosas tiene varios discos editados.