La Fundación Abracadabra busca llevar la magia y la ilusión a los colectivos que más lo necesitan: niños enfermos, discapacitados, grupos en riesgo de exclusión social… Su labor es un despliegue de actuaciones que incluso trasciende las fronteras españolas, para ayudar a la gente a soñar y a sonreír allá donde se necesite. En estas fechas, con más motivo.
El currículum mágico de José Armas impresiona, pero no tiene truco: además de ser el representante en Asturias de la Fundación Abracadabra de Magos Solidarios, es Miembro de la Sociedad Española de Ilusionismo y de la Federación Internacional de Sociedades Mágicas. Su último espectáculo, “Ilusiones”, es uno de los más contratados en España, y por si fuera poco también se ocupa de la programación del Festival Internacional de Magia de Asturias, que se celebra cada año.
-¿Es la Navidad un tiempo propicio para la magia?
-Evidentemente, para los colectivos con los que trabajamos, la Navidad puede ser psicológicamente dura, porque es una fecha especialmente familiar. Entonces hacemos un esfuerzo mayor para atender a quien nos lo solicita, y llevarles espectáculos de magia e ilusionismo. A los niños que están hospitalizados, por ejemplo, que tienen que quedarse internados en estas fechas, o a personas que no tienen medios para celebrar nada, o ni siquiera una casa en la que estar. Y, aunque sea por un rato, ven que no sólo la gente que está en plenas condiciones económicas o de salud puede disfrutar de un espectáculo como éste.
-¿Cómo programáis estas fechas?
-En general, lo hacemos en función de las necesidades y peticiones de los colectivos, sin demasiada antelación. A veces hay espectáculos que surgen directamente de la Fundación para ofrecerlos a colectivos que ya nos conocen y saben que nos tienen a su disposición, como la Asociación de Familias de Niños con Cáncer de Asturias, o Cáritas. También puntualmente organizamos espectáculos en teatros para recaudar fondos para una causa concreta, giras solidarias con magos famosos por los hospitales, etc.
“Es difícil encontrar a alguien que diga que no le guste la magia. Uno puede creérselo o no, pero a todo el mundo le llama la atención”.
-La Fundación tiene tres años de vida. ¿Cómo surgió?
-Éramos magos de diferentes puntos de España, que veníamos haciendo actuaciones solidarias por iniciativa propia, de forma desorganizada. Lo que surgió fue una iniciativa para canalizar todo eso a través de una Fundación, y luego darla a conocer a todos los colectivos que puedan necesitarnos.
-¿Es más agradecido el público infantil que el adulto?
-Yo he trabajado con todos, y son tan agradecidos los niños como los mayores. Y desde luego todos estos colectivos son mucho más agradecidos que la gente normal que acude a verte a un teatro. La Fundación trabaja de forma gratuita y desinteresada, pero al final lo cobras en la satisfacción personal de cuando terminas una función y vienen a darte las gracias, a saludarte.
Cuando trabajas por ejemplo con personas que lo están pasando mal, porque se han quedado sin hogar recientemente, y consigues, aunque sea por un par de horas, que se ilusionen, que sonrían y estén alegres les estás ayudando. La magia le gusta a todo el mundo, es muy propicia para eso porque juega con la ilusión. Lo mismo ocurre con niños, a veces con enfermedades muy graves que están ingresados en una habitación de hospital durante meses, y sabes cuando te marchas que les has levantado el ánimo. A veces no nos acordamos de todos esos colectivos que, por una situación transitoria o permanente, lo están pasando mal, y quedan desligados de las instituciones públicas y privadas, de la sociedad en general.
-¿Por qué los espectáculos de magia no pierden vigencia?
-Es difícil encontrar a alguien que diga que no le guste la magia. Uno puede creérselo o no, pero a todo el mundo le llama la atención. La explicación es sencilla: la magia gusta tanto al niño de tres años como a los abuelos de ochenta. Los niños viven en ese mundo de ilusión y fantasía, así que si ven que haces aparecer algo, o que cortas a alguien y lo vuelves a unir, se van tan tranquilos porque eres mago. Y a los padres les llama la atención todo lo contrario: como no se creen que existan estas cosas les intriga el hecho de no poder explicarlo.