Jaime Santianes, chef: «Bendito Tupper es cocinar con amor. No vendemos comida, compartimos cariño»

Lo más leído

Más del autor /a

Desde los fogones de restaurantes de alto nivel hasta los tuppers que llegan cada semana a distintos hogares, el chef asturiano Jaime Santianes ha dado un giro vital y profesional que respira autenticidad. Hoy nos habla de Bendito Tupper, un proyecto familiar que nace de la pasión de su mujer y que él acompaña con cariño, oficio y una pizca de meditación.

- PUBLICIDAD -

-Cuéntanos cómo os va el negocio y cómo surge esta idea.
-En España montar un negocio nunca es fácil, no es un país que lo ponga sencillo para emprender. Pero la verdad es que esto está funcionando, llevamos poco tiempo y estamos contentos.
Bendito Tupper nace de mi mujer, y yo estoy aquí para ayudarla. Llevo muchos años en la hostelería y ahora tengo más libertad porque mi etapa más profesional está más tranquila. Mi mujer, que era publicista, decidió dar un giro radical a su vida tras un viaje por la India. Se enamoró de la cocina y primero montó Amor Cuinat (Amor Cocinado), cocinando en casas particulares. Luego llegó el COVID, tuvimos una hija, y vimos claro que enviar comida a domicilio podía ser un modelo de negocio sólido. Y lo es: cada vez la gente tiene menos tiempo, menos ganas de cocinar y más necesidad de soluciones prácticas. El tupper ha dejado de ser una solución improvisada para convertirse en una opción real y cotidiana.

-¿Qué ha supuesto para ti pasar de la alta cocina a este proyecto, digamos, más doméstico?
-Ha sido un cambio total. Mi hija me preguntaba si quería jubilarme y yo le decía que no, que quería prejubilarme… pero su madre me ha liado. Llevaba años sin cocinar (yo llevaba la gestión de restaurantes), pero volver a los fogones ha sido como montar en bici, nunca te olvidas. Si te lo tomas con calma, cocinar puede ser casi una forma de meditación. Me pongo mis podcasts, cocino tranquilo… antes era imposible, con llamadas todo el día, reuniones, estrés. Ahora cocino platos sencillos, tradicionales, como los de la abuela, y lo hago con gusto.
La hostelería se ha vuelto muy dura. Tras el COVID, cuesta encontrar gente que quiera trabajar en el sector. Los márgenes son más ajustados, los costes han subido, pero los precios no tanto. Yo he tenido la suerte de vivir momentos muy buenos, pero ahora necesitaba algo más tranquilo. Y esto es volver a los orígenes, a cocinar por amor, por la familia.

Jaime Santianes acompañado de su pareja, Núria Arnau. Bendito Tupper
Jaime Santianes acompañado de su pareja, Núria Arnau.

-¿Cómo definirías Bendito Tupper?
-Es la ilusión de mi mujer, que vive la cocina con una pasión desbordante, y se ha convertido en un proyecto familiar donde todos ponemos cariño. Incluso el cocinero que trabaja con nosotros (empezó conmigo hace 20 años, cuando vino de prácticas), ahora abre temprano, cocina tranquilo y a las cinco se va a casa. Eso en hostelería es casi un lujo.
Preparamos comida casera para el día a día. La mayoría de nuestros clientes son suscriptores: eligen cinco o diez tuppers por semana y confían en nosotros. Les cuidamos con menús equilibrados, con proteínas, legumbres, variedad… y ellos se despreocupan. Es bonito saber que estás ayudando a mejorar la vida de alguien, aunque sea con algo tan cotidiano como la comida.

-¿Dirías que este tipo de cocina te recarga?
-Sin duda. Cocinar así, con calma, me reconecta. Y ver a mi mujer tan entregada, tan apasionada, me inspira. Como te decía antes, emprender en este país es complicado, todo son trabas. A veces parece que preferirían que fuéramos funcionarios antes que crear empleo. Pero ella sigue adelante, incluso cuando estamos en la cama me dice: “Tengo una idea, tengo que sacarla ya”. Podría estar haciendo otra cosa, ganar lo mismo con menos esfuerzo, pero cuando haces algo que te gusta de verdad y crees en ello, se nota. Y eso es Bendito Tupper: comida hecha con amor. Bendito Tupper no es solo una empresa de comida casera a domicilio, es un proyecto íntimo, familiar, hecho con alma.

- PUBLICIDAD -

-¿Qué os diferencia del resto de negocios que ofrecen comida en tupper?
-Cuando empezamos, en tiempos del confinamiento, había cuatro o cinco empresas en este sector. Hoy, sólo en Barcelona, hay más de treinta. Es evidente que el modelo ha crecido porque responde a una necesidad real, pero nosotros no queríamos ser una empresa más. Lo que nos diferencia es que somos una empresa pequeña y cocinamos con cariño; no queremos ser una gran empresa. Nos han propuesto crecer rápido, con inversión, pero no es lo que buscamos. Somos tres o cuatro personas haciendo comida como la haría tu abuela. Platos caseros, honestos, con algún toque divertido: unos macarrones con chorizo pueden llevar leche de coco en lugar de queso, y así les damos un punto asiático. Pero no buscamos experimentar, buscamos alimentar bien.
Nos gusta viajar, cerrar enero y agosto para desconectar y cocinar para poca gente. Nuestros tuppers son más caros, sí, pero porque no competimos en precio, competimos en calidad, en cuidado, en salud. Nosotros alimentamos el cuerpo pero también el alma.

-Como me comentabas ahora, vuestras recetas tienen un toque oriental. ¿De dónde viene esa influencia?
-De nuestra historia personal. Hemos viajado mucho por Asia, y mi mujer estuvo un año entero recorriendo el sudeste asiático con una mochila. Fue allí donde decidió que quería ser cocinera tras un máster de crecimiento personal. Ha estado tres veces en la India, y nuestra hija cumplió tres años en Asia. Es una parte de nuestra vida.
Esa pasión se refleja en nuestros platos: curry, especias, cocina callejera… pero siempre con base casera. Y también tenemos el “Plan Ramona”, en honor a la abuela de Nuria, que representa esa cocina tradicional que reconforta. Además, ofrecemos el “Kit Baby”, un pack de 14 platos pensado para quienes acaban de tener un bebé. Es un regalo muy especial que ayuda a vivir esa primera semana sin preocuparse por qué comer.
Y como somos pequeños, podemos personalizar. Si alguien nos llama diciendo que necesita comer cremas durante dos semanas por una operación, se las preparamos. Nos gusta acompañar a nuestros clientes, estar cerca, cuidarles.

-Cada semana ofrecéis nuevos platos. ¿Cómo es ese proceso de creación?
-Cada semana lanzamos diez platos nuevos y cada dos meses renovamos el ciclo. Por supuesto, hay repeticiones, porque en casa también repites platos. No queremos hacer experimentos, queremos que la gente coma bien. Adaptamos los menús a la temporada: platos más frescos en verano, más reconfortantes en invierno. Cambiamos las verduras, las salsas, los matices. Un día la boloñesa es de ternera, otro de pollo con cúrcuma. Son variaciones sobre una base reconocible, porque lo que hacemos es comida del día a día. Si quieres sorprenderte, hay muchos restaurantes. Nosotros queremos que te sientas en casa.

-¿Cuántos tuppers elaboráis a la semana?
-Empezamos con unos 200 o 300 pedidos y ahora estamos en torno a los 500 semanales. Hemos cogido un local más grande, con capacidad para crecer, pero lo hacemos de forma orgánica. No metemos anuncios en Instagram para vender de golpe. Crecemos por el boca a boca, porque la gente nos recomienda, porque quien prueba repite.

-Habéis conseguido una clientela fija…
-Sí, tenemos mucha gente fiel. La mayoría están suscritos, pero como puedes pausar la suscripción cuando quieras, hay semanas que algunos paran porque se les acumulan los tuppers o porque tienen otros planes. Los tuppers duran unos 13 o 14 días, y también se pueden congelar, así que hay flexibilidad.

-¿Tenéis algún plato estrella?
-No hay un plato estrella como tal, pero sí hay recetas que vuelan cada vez que las sacamos. El pollo a la catalana con orejones, los macarrones con chorizo y leche de coco, las lentejas de indias, las albóndigas guisadas, la sepia con patatas… También los canelones, que se pueden pedir sueltos desde la web, y unos garbanzos secos al horno con curry, remolacha, coliflor y brócoli que gustan mucho. Cada cliente tiene sus favoritos, y eso es lo bonito: que cada uno encuentra su plato.

-Dices que en 2030 los supermercados venderán solo comida preparada. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
-Uf… necesitaría una tarde entera para explicarlo. Pero sí, creo que estamos muy mal. Vivimos en una rueda de hámster, corriendo sin parar, sin darnos cuenta de lo que realmente importa. Hemos dejado de valorar cosas tan básicas como alimentarnos bien o cuidar de nosotros mismos. Ves a padres que le dan a su hijo un bollo industrial en la puerta del cole, cuando por el mismo precio podrían hacerle un bocadillo decente. No lo hacen por maldad, sino porque no se dan cuenta. Y si no te das cuenta de eso, ¿cómo vas a valorar el acto de cocinar?  Cocinar es parar, conectar, cuidar. Pero claro, eso no genera dinero para el sistema. Si estás feliz cocinando en casa, no necesitas ir al centro comercial ni comprar compulsivamente. Y eso no interesa al sistema. Como dicen en Cataluña: estem fotuts (estamos jodidos). Pero bueno, cada uno tiene que encontrar su camino.

-Cocinar es también una forma de relacionarte con los demás, de dar de ti…
-Totalmente. En casa cocinamos mucho, y nuestra hija ya se mete con nosotros a batir huevos y preparar cosas. Es una forma de estar juntos, de compartir. Pero claro, es más fácil ponerle una pantalla delante y ya está. Lo básico, lo fundamental, lo hemos perdido. Y como no es rentable, nadie lo promueve. Pero cocinar, como leer o pasear, es una forma de estar bien. Y eso, hoy, parece casi revolucionario.

-De todo tu recorrido vital, ¿qué es lo que más huella te ha dejado?
-He vivido muchas cosas, pero sin duda lo que más huella me dejó fue trabajar con Ferran Adrià en El Bulli. Fue un momento histórico. Tuve la suerte de estar allí un año. Era un genio, el puto amo. Y trabajar con un genio, si estás abierto a aprender, es algo que te marca para siempre. Eso no quiere decir que haya sido la mejor etapa de mi vida. Los últimos años con Nino Reduello, por ejemplo, han sido increíbles. Nos conocimos en El Bulli, litera con litera, y luego empezamos a abrir cosas juntos en Barcelona. Pero a nivel profesional, El Bulli fue un hito.

-¿Cómo se convive abrazando los dos extremos: la alta cocina y la cocina sencilla?
-Conviven muy bien. Por un lado, sigo vinculado al grupo La Ancha, que tiene más de 600 trabajadores. No estoy en el día a día, pero superviso que todo siga el criterio que compartimos Nino, mi amigo y socio desde los tiempos de El Bulli, y yo. Por otro lado, estoy en Bendito Tupper, cocinando con gorra y camiseta, haciendo boloñesas los lunes y martes. Y eso me encanta porque estoy con los pies en la tierra, participando en todos los niveles. Siempre he sido emprendedor, y he tenido la suerte de ganarme bien la vida haciendo cosas que me apasionan. Y, además, ayudando a gente que quiero: a Nino, a mi mujer, a mi equipo. Eso te da un punto de satisfacción muy especial. Saber que lo que haces tiene sentido para alguien más.

Jaime Santianes acompañado de su pareja, Núria Arnau. Bendito Tupper

-¿Qué queda de aquel chaval que estudiaba en la Escuela de Hostelería del Principado en Oviedo?
-Sigue quedando mucho. Sobre todo, esa forma de vivir la vida con intensidad. Siempre he sido un tipo muy exagerado, como dice mi hija. Me emociono con todo, con un cuadro, con una comida, con una conversación… no porque todo me parezca increíble, sino porque creo que hay que vivir cada momento con pasión. Cuando estaba en los restaurantes, la gente me decía: “Se nota que te gusta esto, cómo sonríes, cómo te entregas”. Y es que, aunque a veces pensaba que no me gustaba tanto la gente, lo hacía con toda mi alma. Ahora me pasa con el mar, con correr cada mañana, con cocinar. Esa pasión por lo que hago la tengo desde pequeño.

-¿Mantienes tu vínculo con la tierrina?
-Sigo unido a Asturias, sobre todo por mi hija y mis padres. Aunque hace 28 años que no vivo allí, voy en navidades y en verano, y mis padres vienen mucho por aquí. Me dicen que me he desprendido de Asturias, pero yo creo que esa forma de vivir con intensidad es muy asturiana. Aquí en Cataluña me dicen que no soy de aquí, y cuando voy a Asturias se me escapa un “Messi” y me miran raro. Me caen por todos lados, pero eso también me hace sentir que soy de muchos sitios.

-¿Te encuentras a gusto con la vida que tienes ahora?
-Muchísimo. Siempre he trabajado mucho, pero también he tenido la tranquilidad de saber que estaba haciendo lo que debía. Y cuando haces las cosas con esfuerzo y conciencia, la vida te recompensa. Ahora mismo estoy hablando contigo con el mar delante, ya me he bañado esta mañana, mi madre vino hace poco y nos bañamos juntos. El Mediterráneo, el sol, mi hija, que es mi pasión absoluta… soy muy consciente de que tengo una vida increíble. Y también muy agradecido, porque no todo el mundo la tiene.

-Una curiosidad, ¿tu afición por la cocina te vino de tu madre?
-No, para nada. En casa cocinaba una chica que trabajaba con mis padres. Mi madre cocina ahora, pero en mi infancia no era lo habitual. Mi pasión por la cocina fue algo innato, nadie en casa lo entendía. Cuando era un chaval si no me grababan el programa de Arguiñano, me enfadaba. Los domingos me ponía a cocinar y mis padres alucinaban. Era una vocación que no venía de ningún lado, como si algún gen se hubiera perdido por el camino y me hubiera tocado a mí.

¿De cuánta utilidad te ha parecido este contenido?

¡Haz clic en una estrella para puntuarlo!

Promedio de puntuación 4 / 5. Recuento de votos: 2

Hasta ahora, ¡no hay votos!. Sé el primero en puntuar este contenido.

- PUBLICIDAD -

Más del autor /a

DEJA UN COMENTARIO

¡Por favor, introduce tu comentario!
Introduce aquí tu nombre


Últimos artículos

Lo más leído

Últimos artículos