María Teresa Álvarez ha publicado muchos libros y casi todos ellos tienen un denominador común: la mujer. El último está dedicado a María de Magdala. Una novela en la que cuenta la historia de la más valiente discípula de Jesús de Nazaret, y que no es la prostituta de la que siempre nos han hablado.
Dice que ha sido muy difícil y a la vez muy hermoso meterse en la piel de María Magdalena, una mujer a la que siempre admiró y respetó. Ella fue la primera testigo de la resurrección de Jesús y también a quien el Maestro le pide que se lo comunique a los demás.
A pesar de que no existe documentación sobre su vida, es uno de los personajes históricos sobre los que más se ha escrito. “Cada uno de los que nos hemos ocupado de ella hemos creado nuestra propia María Magdalena. Yo desde el momento en que conoce a Jesús de Nazaret utilizo los textos evangélicos que me iluminan un poco el camino. Lo que está claro es que la vida de María de Magdala cambia totalmente cuando se encuentra con el Maestro. Se convierte en otra persona, porque en Jesús encontró lo que estuvo buscando durante toda su vida. La oscuridad desaparece y todo cobra sentido. Fue una fiel defensora de su legado y también gozó de la fuerza que todos necesitamos para seguir adelante”.
-¿Por qué en este momento un libro sobre María Magdalena?
-La verdad es que no sé muy bien cómo surgió la idea. Probablemente en mi subconsciente estaba deseando acercarme a ella. Conocerla mejor, aunque, en realidad, (como antes comentaba) no sabemos casi nada de cómo fue su vida. Sólo que nació en Magdala, que acompañó a Jesús y que fue la primera testigo de su resurrección. Lo que desde luego no fue es la prostituta de la que habla san Lucas. No quiero pensar en malas intenciones, pero no entiendo muy bien la razón de la confusión. Además, pudieron haber pensado en las otras Marías; la de Cleofás, la de Santiago, pero no, fue ella la identificada con la prostituta que lava los pies a Jesús con sus lágrimas y los enjuga con sus cabellos. Después del Concilio Vaticano II, el papa Pablo VI reivindicó la trascendencia histórica de María al mandar retirar del calendario litúrgico el apelativo de “Penitente”. Desde entonces no volvió a leerse en la misa de su festividad el evangelio de San Lucas sobre la mujer pecadora.
Escribir sobre María Magdalena fue un reto para mí. Creo que he conseguido que el personaje sea creíble. Utilizo recursos literarios. Me ayudo de un personaje, inventado por mí, Moria, a quien María le cuenta su vida. Ello me permite humanizar el relato al ser interrumpida María con preguntas muy normales que todos haríamos si escucháramos a alguien contarnos su vida. Moría podría ser cualquiera de nosotras. Está escrito en primera persona, y para alguien creyente como yo, ha resultado difícil poner en su boca las palabras de dolor camino al Calvario y después la alegría de la resurrección. Ha sido emocionante.
-¿Dirías que fue una mujer adelantada a su tiempo?
-No entraría en esas clasificaciones. En todas las épocas ha habido mujeres que quisieron desarrollarse como personas y eso no es ser adelantada a tu tiempo sino, simplemente, ser consciente de la marginación a la que te someten. Imagínate lo que era ser mujer en aquella época. Si estabas casada, al morir sus padres sólo heredaba su marido. Te casaban con quien más le interesaba a la familia. No podías salir sola a la calle. Tu vida quedaba reducida al ambiente familiar. Existe una oración que se rezaba en aquel tiempo que decía: “Gracias Señor porque no me has hecho ateo. Gracias Señor porque no me has hecho mujer”. Creo que María era una mujer con carácter, que deseaba tener una vida propia, desarrollarse como persona, y eso en aquel tiempo era prácticamente imposible.
“Creo que María era una mujer con carácter, que deseaba tener una vida propia, desarrollarse como persona, y eso en aquel tiempo era prácticamente imposible”
-Desde el principio ella sueña con un amor pleno al que poder entregarse ¿Dirías que su necesidad interior de un amor así fue una constante en su vida?
-¿Quién no desea un amor así? María busca un amor que sea su otro yo, que forme parte de su ser. Alguien en quien confiar como en sí misma, que nunca la traicione, que haya una verdadera comunión entre ellos. Y eso es muy difícil, casi imposible. Pienso que, aunque encuentres una persona de la que te enamores y te corresponda y seas feliz, en el fondo creo que en todo ser humano existe una aspiración a algo más que no sabría explicar. María encontró en Jesús la plenitud del amor. Ama a Jesús con todo su cuerpo, con toda su alma, con todo su ser. Pero no es un amor como los que había tenido, en los que la relación sexual era lo esencial.
-¿Por qué crees que al lado de Jesús ella encontró lo que estuvo buscando tanto tiempo?
-Jesús es un ser maravilloso que rompe todos los esquemas. Cura a los enfermos, defiende a los débiles, se acerca a todos los que la sociedad rechaza. Era una persona distinta. Su mensaje es el Amor. ¿Cómo no enamorarse de una persona así? Él es el Amor, la misericordia, por ello María cuando se encuentra con la pureza de la mirada de Jesús, siente dolor por toda la fealdad que se esconde en su corazón, sus deseos de venganza, el odio que no la deja vivir y se aleja de Él avergonzada. Pero cuando Jesús pronuncia su nombre, se siente amada y perdonada. Su mundo cambia. Jesús, para mí, es el Hijo de Dios.
“Jesús es un ser maravilloso que rompe todos los esquemas (…). Su mensaje es el Amor. ¿Cómo no enamorarse de una persona así?”
-¿Por qué tanto la Iglesia como la historia han dedicado tanto tiempo y energía a maltratar su imagen?
-No creo que haya sido maltratada. Sin duda, María debería tener un mayor protagonismo porque es la testigo, la apóstol de los apóstoles. Ya lo dijo san Juan Pablo II y ahora, el Papa Francisco, ha elevado la celebración de Santa María Magdalena al grado de fiesta en el calendario romano general.
Lo que sucede es que las mujeres hemos sido olvidadas por la Historia, y la Iglesia no ha sido ajena a las corrientes siempre contrarias al sexo femenino. Sin embargo, debemos tener muy claro que no hay nada que haya hecho el hombre que no lo haya hecho la mujer y siempre en inferioridad de condiciones. Por ejemplo, un personaje sobre el que escribí, María Pacheco “la comunera”, defendió el movimiento comunero en Toledo mucho más tiempo del que lo hicieron su marido y los otros capitanes, que fueron ajusticiados en Villalar. Sin embargo, en Madrid podemos pasear por las calles de Bravo, Padilla y Maldonado. María Pacheco no tiene calle.
Volviendo a María Magdalena, aunque lógicamente se hable de ella en los evangelios al llegar la Pascua de Resurrección, no se suele destacar el papel que, sin duda, desempeñó en la formación en las incipientes comunidades cristianas. Ella fue la más fiel y valiente discípula del Maestro. La que se atreve en plena noche a acercarse al sepulcro. ¿Dónde están los apóstoles? No es ella sola la que trabaja en las nacientes comunidades, otras muchas mujeres lo hicieron. Parece que en estos últimos tiempos se está reflexionando sobre el papel de las mujeres en la Iglesia, y abriéndoles pequeños huecos. Siempre digo que es una pena que el papa Francisco no tengo unos cuantos años menos.
-No es que no hayan estado, sino que se las ha ignorado…
-La mujer ha sido siempre una víctima de la memoria histórica. Por eso escribo sobre mujeres, porque quiero llenar mi memoria existencial con nombres femeninos. Hay una anécdota que lo refleja muy bien: la hermana de Mendelssohn componía y cuentan que tenía mayor facilidad para hacerlo que él. Pero a las mujeres sólo les permitían tocar el piano en familia. Dar un concierto era impensable. Cuentan que Mendelssohn fue a saludar a la reina de Inglaterra y, como a ella le gustaba mucho la música y estaba muy contenta de tenerlo allí, le tarareó una de sus canciones y le dijo que le encantaba esa pieza. Él tuvo el valor y la honradez de decirle que era de su hermana. Como este, podría contarte mil casos de la historia. Por eso te digo que el olvido no es sólo para María Magdalena. Ella fue una víctima más del ocultamiento que se ha hecho de las mujeres a lo largo de la historia. La sociedad está cambiando, aunque no todo lo que nos gustaría y consideramos necesario.
“La mujer ha sido siempre una víctima de la memoria histórica. Por eso escribo sobre mujeres, porque quiero llenar mi memoria existencial con nombres femeninos”
-Fue a María Magdalena a quien Jesús se apareció tras resucitar, ¿por qué a ella?
-¿Eligió Jesús a María Magdalena? Pues no sabría decirlo, pero lo que sí me consta es que las mujeres somos más tenaces, y ella se lo ganó a pulso. ¿Cuántos hombres fueron a la tumba? ¿Quién lo acompañó todo el tiempo camino del Calvario? No sé si Jesús la eligió o la premió por su constancia, pero me parece precioso que haya sido una mujer la primera en conocer su Resurrección. Además, teniendo en cuenta la situación por la que pasaban las mujeres en aquel momento, la alegría es aún mayor. Siempre digo que me encantó escribir el libro porque, aunque ya lo sabía, me reafirmé más en la creencia de que no hay personaje histórico que haya defendido más a las mujeres que Jesús de Nazaret. En aquella época se rodeó de mujeres y tuvo gestos con ellas que nadie se atrevería a hacer. Por ejemplo, el pasaje de la adúltera, “quien esté libre de pecado que tire la primera piedra”, la samaritana e infinidad de ejemplos más. Son ellas las que lo acompañan en los momentos difíciles. Date cuenta de lo que hacen los apóstoles, solamente está Juan al pie de la cruz. Ya no vamos hablar de las negaciones de Pedro. Por supuesto que San Pedro quería muchísimo al Señor, pero somos humanos, cobardes y tenemos miedo. Siempre digo que nosotras estamos acostumbradas a que todo nos cueste mucho más. Una mujer tiene que demostrar que sabe, y al hombre se le da por sabido. Eso nos hace ser más fuertes y, en este caso, María se arriesga y si tiene miedo, lo supera. Somos distintas.
-¿Fue ella la fuerza que sostuvo todo tras la marcha de Jesús?
-Sin duda, fue un pilar firme en los momentos titubeantes. Pienso que María les infundía ilusión y esperanza. Estoy casi segura. Olvidándome de lo que dicen en los evangelios apócrifos, pienso que ella, que sabe que Jesús ha resucitado, que lo quiere con toda su alma, que sabe que está con ella y que nunca la abandonará ¿cómo no va a intentar ayudar a los otros para que difundan la palabra del Maestro y difundirla ella misma? Si en los momentos más terribles tú has sido la valiente, ¿cómo después no vas a seguir siéndolo? Ella cree en la palabra del Maestro y está dispuesta a difundirla por encima de todo, y es la que les da ánimo.
Cuando alguien me dice que no cree en la Resurrección, siempre pienso que, para mí, la prueba de que Jesús ha resucitado, es el comportamiento que tuvieron después todos los apóstoles. Estaban encerrados por miedo y cuando ya ha muerto el Maestro, después de no haber tenido el valor de acompañarlo, queriéndolo como lo querían, ahora que ya no está ¿por qué cambian de actitud? No les dejó ningún reino, ni el poder de la alquimia, ni nada de nada. ¿Qué sucede para que, de pronto, salgan a difundir su mensaje y estén dispuestos a morir por Él? Ya me dirás qué es lo que pasó en ese intervalo. Sólo la Resurrección da sentido a nuestra fe.
“Siempre digo que nosotras estamos acostumbradas a que todo nos cueste mucho más. Una mujer tiene que demostrar que sabe, y al hombre se le da por sabido. Eso nos hace ser más fuertes”
-Hay quien dice que María Magdalena huyó a Francia. Allí hay grupos que así lo afirman y también iglesias creadas en su nombre.
-Yo creo que eso son leyendas. Se habla de un posible intento de legitimar a la dinastía de los merovingios. ¿Por qué iba a venir al sur de Francia? También está la historia del priorato de Sión, que dicen ser poseedores del Santo Grial y que precisamente lo trajo María. Hay muchas leyendas, muy bonitas, y fantasiosas, pero yo no me las creo. No se sabe donde murió María Magdalena ni cuándo. Yo me hago eco de la teoría oriental que dice que viajó con la Virgen y con San Juan a Éfeso y murió allí.
-¿Qué crees que hemos heredado de ella?
-No tenemos por qué haber heredado nada de ella, lo que pasa es que a muchas mujeres nos gustaría seguir sus pasos, que ella nos pudiera transmitir esa valentía y esa fuerza. Creo que hay un montón de Marías Magdalenas entre nosotros. En órdenes religiosas y fuera de ellas. Hay muchas mujeres que están deseando proclamar y hablar de Jesús porque son creyentes y, a veces, tienen trabas para poder hacerlo. Sin ninguna duda, hay muchas mujeres deseosas de seguir sus pasos.
-¿Es un libro destinado sólo a personas creyentes?
-Con toda seguridad, no. Pienso que puede resultar interesante para cualquier tipo de lector que le guste la historia. Que Jesús de Nazaret existió y murió crucificado es una realidad. El historiador Flavio Josefo habla de él. ¿Que alguien puede sentir rechazo por la identidad de los personajes protagonistas del libro? Es posible, aunque es una pena, los prejuicios no son buenos y siempre es interesante ampliar horizontes.
“Me encantó escribir el libro porque, aunque ya lo sabía, me reafirmé más en la creencia de que no hay personaje histórico que haya defendido más a las mujeres que Jesús de Nazaret”
-Se habla también poco de la figura de su madre, que desde el primer momento comprendió y acompañó a su hijo en todo lo que tenía que hacer. Era ella la que sostenía a los demás…
-Piensa que María es corredentora del mundo con Jesús. Hay una frase muy bonita que dice: “la Virgen María es la sonrisa de Dios”. Era difícil para mí en el libro establecer la relación y el contacto entre María Magdalena y María. Al final hice que María se pusiera enferma y la madre de Jesús se quedó a cuidarla. Pasan varios días juntas y hablan de todo. Siempre, cuando escribes dejas algo de ti, y hay un pasaje evangélico que siempre llamó mi atención, es cuando alguien le dice a Jesús: “Han llegado tu madre y tus hermanos” y él dice: “¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?”. Imagínate lo que puede sentir una madre al oír eso. Y hago que María Magdalena le pregunte qué sintió cuando su hijo reaccionó de aquella forma. María se sorprende de la paz que transmite la madre del Maestro y también de la fuerza que demuestra en todo momento, siendo ella quien apoya a todos en los momentos difíciles. Asumir que un hijo está destinado a vivir ese final es terrible para una madre, pero Dios le da fuerza.
-También el libro describe de una manera muy bella el vínculo que se estableció entre María y María Magdalena. Ambas comprendían el mensaje y al Maestro de una manera diferente al resto.
-Creo y soy una gran defensora de la sororidad. María Magdalena y la madre del Maestro hablan un mismo lenguaje. Las dos comparten un amor incondicional por Jesús.
-¿De dónde surge esa comprensión de María hacia su Hijo?
-De Dios. Él es quien siempre nos da fuerzas y nos ilumina. El libro me ha hecho profundizar en algunos textos evangélicos. En la última cena, Jesús dice: “os conviene que yo me vaya, porque, si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito; pero si me voy, os lo enviaré”. Esa es la fuerza que en Pentecostés se posesiona de los apóstoles. San Pedro, que lo negó, muere en Roma y pide que lo crucifiquen boca abajo porque no quería morir como el Maestro. ¿De dónde sale esa fuerza? Eso no es humano, es divino. Es la fuerza del espíritu.
“A muchas mujeres nos gustaría seguir sus pasos, que ella nos pudiera transmitir esa valentía y esa fuerza. Creo que hay un montón de Marías Magdalenas entre nosotros. En órdenes religiosas y fuera de ellas”
-¿Qué le debemos las mujeres a Jesús?
-Todo. Nos trató como personas. Aunque no seas creyente, tienes que ver que fue un personaje histórico que, en su momento, trató a las mujeres con la dignidad que merecían y esto hay que valorarlo siempre.
-¿Cuál era el poder de Jesús para resultar tan atractivo y tener la capacidad de transformar?
-¿A ti no te resultaría atractiva una persona que se comportara como Jesús de Nazaret? Él enseña con el ejemplo. Su mensaje es el amor. Amor incondicional a todos. ¿Cómo un comportamiento tal puede dejar indiferente? María Magdalena es incapaz de perdonar a los que le han hecho daño. Pero llegará un momento cuando el Amor ya es una realidad en su vida, que perdonará. María se dará cuenta entonces de que ella se siente feliz y liberada por haberlo hecho. El Amor a Jesús la ha transformado. Jesús es el hijo de Dios, pero eso es cuestión de fe.
-La fe, ¿da sentido a tu vida?
-Por supuesto que sí. La fe en Dios me ayuda a vivir y hace que mi día a día sea mucho mejor. Me ayuda a soportar muchas situaciones. Procuro, aunque fallo muchas veces, seguir el mensaje evangélico.
“Aunque sea un buen católico practicante si luego no manifiesto mi amor y misericordia con los demás, estoy perdiendo el tiempo. El mundo no va a cambiar, pero tú sí puedes cambiar”
-Al igual que el Maestro, ¿piensas que es necesario el silencio y la soledad para escucharle?
-Absolutamente. Son las vitaminas que alimentan nuestra alma. No puedes dar aquello de lo que careces. Debemos mantener vivo nuestro trato con el Señor, saber que está contigo, dialogar con él, contarle tus cosas, que Dios sea una realidad en tu vida. Y por supuesto que te responde, no escuchas su voz, pero te pone personas y situaciones que te llevan a Él. Dios nos envía infinidad de mensajes, debemos estar atentos.
-Para escucharlo, ¿hay que tener predisposición?
-Claro. Siempre me ha gustado la diferencia de significado entre las palabras oír y escuchar. Tú puedes oír y no prestar atención, con lo cual no escuchas. Pero si tienes predisposición de escuchar, lo haces.
-¿Le habla a todo el mundo?
-A todos. Todos somos iguales a sus ojos, y Dios es pura misericordia. Yo creo que el pasaje más hermoso de los evangelios es la parábola del hijo pródigo. Vuelve a casa el hijo, después de haber estado con prostitutas, de haber dilapidado toda su fortuna y la imagen perfecta de Dios es su padre cuando lo recibe. El hijo que está en casa se siente ofendido. Su postura es totalmente humana. Y esto es muy aplicable a nosotros, los católicos practicantes. ¿Cuál es nuestra postura ante esta parábola? Si somos como el hijo que está en casa, que es bueno, leal, cuida de su padre pero que se siente dolido porque da una fiesta para su hermano y a él nunca se la dio ¿qué hemos aprendido de la convivencia diaria con nuestro padre? ¿Acaso no queremos parecernos a él? Pues hemos estado perdiendo el tiempo. Muchas veces he pensado: ¿De qué me sirve mi relación con Dios? Aunque sea un buen católico practicante si luego no manifiesto mi amor y misericordia con los demás, estoy perdiendo el tiempo. El mundo no va a cambiar, pero tú sí puedes cambiar.
“Para mí, rezar es hablar con Dios, contarle tus cosas. Anda que no le recé y hablé con él y con María Magdalena cuando escribí el libro…”
-Tanto el Maestro como María Magdalena dedicaban mucho tiempo a la oración. ¿La conexión con la fe o la creencia requieren dedicación?
-Sí. Para florecer las flores necesitan agua. En la vida espiritual la oración es fundamental. La oración y el silencio son vitales. Unos días de aislamiento al año son importantes para recobrar fuerzas. Es un nutriente necesario.
-Para ti ¿qué es rezar?
-Es hablar con Dios, contarle tus cosas. Anda que no le recé y hablé con él y con María Magdalena cuando escribí el libro… Me pasó una cosa muy curiosa en este sentido. Todos los años voy a Roma y escribo, cada domingo, un artículo que me publica La Nueva España. Por casualidad mi editora leyó uno y le gustó mucho. Inmediatamente le mandé unos cuantos más. En total había publicado cuarenta artículos. Le entusiasmaron y pensó en la posibilidad de editar un libro con las fotos que yo había hecho para ilustrar los artículos. Después de darle vueltas al final decidió que al imprimir las fotos en color el libro salía muy caro, con lo cual el proyecto se descartó. La verdad es que lo sentí mucho. Yo ya estaba escribiendo María de Magdala. Cuando ya casi me había olvidado del tema de Roma, una mañana suena mi móvil, es mi editora y me dice: “María Teresa, el libro de ‘Mis otoños en Roma’ se hace”. Casi no podía creérmelo, era el 22 de julio, festividad de María Magdalena, aquello era un regalo.
-Mientras haya alguien que “viva y amplifique el amor”, ¿él siempre estaría presente?
-Él siempre vive y está presente en todos. Hay un pasaje en el evangelio de San Mateo en el que nos cuentan cuando se desata la tormenta en el lago y los discípulos muertos de miedo le piden a Jesús, que va dormido en la barca, que los salve. Hace tiempo, un sacerdote amigo me comentó que las parábolas deben ser interpretadas. En este caso me explicaba: ¿cómo Jesús va a ir dormido en la barca con una tormenta que está a punto de hacerlos naufragar? Lo que quiere decir la parábola es que la barca es nuestra vida que muchas veces es zarandeada por mil cosas, y es entonces, en el momento de peligro y dificultad, cuando acudimos a Jesús del que hace tiempo lo tenemos olvidado en posición de durmiente, pero Él está con nosotros, nunca nos abandona.
“La figura de María Magdalena me ha reafirmado en mi defensa del papel de las mujeres, renovando mis fuerzas para seguir poniendo mi pequeño granito de arena para que ocupen el lugar que les corresponde”
-Viendo los conflictos y enfrentamientos que generan las religiones, ¿cuánto mejor sería todo siguiendo lo que decía María: “Él nos ama a todos y cada uno, nosotros también le queremos, pero cada uno a nuestro modo”?
-Es el ecumenismo. El Papa Francisco está pidiendo la unión de los cristianos. Es mucho más lo que nos une que lo que nos separa.
-¿Cuánto de lo escrito en este libro es documentación y cuánto imaginado?
-Toda la vida de María hasta que se encuentra con Jesús es imaginada. Ahora bien, me he documentado a fondo sobre el ambiente de la época; como se vestían, qué comían. En la novela María se mueve en dos ambientes, el judío en el que ha nacido, y en el romano. No debemos olvidar que en aquellos años los romanos eran los dominadores y allí se habían establecido. Ha sido hermoso imaginarme el palacio de Herodes el Grande en Cesárea Marítima y describir como sería una cena en él, cuando lo habitaba Poncio Pilato y su mujer Prócula.
-¿Crees que María Magdalena aprobaría la imagen que nos ofreces de ella en el libro?
-No sé si ella me aplaudiría si lo leyese, pero enfadarse seguro que no. Estoy convencida de que en algunas cosas la harían feliz. Pienso que tiene que sentirse contenta de que nos acordemos de ella y reivindiquemos su nombre. Que todos sepan que ella, una mujer, María Magdalena, ha sido la primera testigo de la Resurrección de Cristo.
“Me identifico con María Magdalena porque yo he creado el personaje. Dejo mucho de mí en los libros y todos los personajes tienen algo mío (…). Soy valiente y un poco provocadora, pero ya quisiera parecerme en espíritu a ella…”
-Escribir sobre María Magdalena, ¿te ha transformado?
-No, no lo ha hecho, pero me ha ayudado a reflexionar y a profundizar en mi relación personal con el Señor. Estoy contenta de haberlo escrito. La figura de María Magdalena me ha reafirmado en mi defensa del papel de las mujeres, renovando mis fuerzas para seguir poniendo mi pequeño granito de arena para que ocupen el lugar que les corresponde.
-¿Qué identificas de ella en ti?
-Muchas cosas. Me identifico porque yo he creado el personaje. Dejo mucho de mí en los libros y todos los personajes tienen algo mío, hasta Flavio. ¿Qué comparto? Por supuesto, el ser mujer, el no conformarme con el rol que han pretendido asignarme. Sin ninguna duda, la coquetería, llevar el pelo suelto, ser feliz paseando por el lago de Tiberíades. Soy valiente y un poco provocadora, pero ya quisiera parecerme en espíritu a ella…
-¿Qué te gustaría conseguir con este libro?
-Pues algunas cosas ya las he conseguido. Hubo quien me escribió diciendo que le había dado una gran paz, a otras les ha hecho reflexionar. En un principio siempre buscas que se lea y se pase un rato agradable con él, pero si luego María Magdalena consigue tocarles el corazón sería fantástico. En muchas dedicatorias pongo: “Con la ilusión de que María Magdalena se convierta en tu amiga después de leer el libro”.
-La frase de Santa Teresa de Lisieux que pone punto final al libro es perfecta: “Jesús nos ha defendido en la persona de María Magdalena”.
-Sí, es verdad. Yo me siento defendida en su figura.