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viernes 26, septiembre 2025

Ana María Zurbano Ruiz-Casaux. Artista del piano y las joyas

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Algunos han podido escuchar el sonido de Ana María Zurbano, la pianista profesional que fue alumna de Monique Deschaussées, y otros la conocen como Surina Muu, la artesana diseñadora de joyas con predilección por las gemas. En realidad, son dos caras de una misma artista que en algunas ocasiones confluyen.

No son muchos los momentos en los que es posible disfrutar de un mercado artesanal amenizado por música en directo y mucho menos si procede de un piano. Por eso, el stand de la diseñadora de joyas afincada en Oles resulta tan sorprendente como cautivador.

La discípula de Monique Deschaussées, una eminencia mundial en la enseñanza de piano, ha querido seguir los pasos de su fallecida mentora, a la que profesa una gran admiración. «Ha sido un honor y una suerte increíble recibir clases de una maestra como ella. Estudió con Alfred Cortot, especialista en Chopin que, a su vez, recibió clases de un alumno del compositor polaco, y con Edwin Fischer, que recibió clase de un alumno de Fran Liszt. Monique unió ambas corrientes para crear la Técnica Pianística Completa». Basándose ahora en su propia experiencia, Ana imparte clases de piano para dar a conocer esta metodología y lograr que los jóvenes “vivan el piano” en vez de sufrirlo.

Ana María Zurbano Ruiz-Casaux en una imagen de cuando era pequeña. Actualmente es profesora de piano en el Conservatorio de Gijón. Título Superior de piano. Creadora de joyería artesanal
Ana María Zurbano Ruiz-Casaux ya apuntaba maneras desde muy pequeña.

-Lo primero, ¿cómo fueron tus inicios con el piano? ¿Fue debido a alguna actividad extraescolar?
-Qué va, lo mío fue genético, vengo de una familia de músicos. Mi abuelo materno, Juan Ruiz-Casaux fue violonchelista, y no solo eso, era el conservador de los Stradivarius de la Casa Real, amaba esos instrumentos, eran como sus hijos. De hecho, él recuperó la viola Stradivarius que estaba perdida porque se la había llevado Pepe Bonaparte. Tocaba para los reyes, Alfonso XII y Alfonso XIII; fundó un quinteto que se llamaba Agrupación Nacional de Música de Cámara. Soy la única descendiente viva que se dedica profesionalmente a la música; además de su pasión por la música, heredé también el Marquesado de Atalaya Bermeja. Mi madre, ya fallecida, era pianista de música de cámara y también profesora en el Conservatorio Superior de Madrid, así que la música ya estaba impresa en mí. Lo curioso es que con pocos años yo tocaba solita, ya sabes, en casa de herrero… cuchillo de palo.

-Algunas familias empeñadas en que sus hijos vayan pronto al conservatorio a aprender piano y otros…
En mi caso ocurrió que llamé la atención de los catedráticos, compañeros de mi madre, que al escucharme tocar le dijeron que tenía que ponerme un profesor ¡ya!, porque, sin haber dado clases, tenía nociones suficientes de lenguaje musical, agilidad de lectura y habilidad a la hora de tocar. Mi madre era una buena pianista, pero no sabía enseñar. Yo la veía tocar y me parecía algo natural. Un día le dije: “tócame el gran vals de Chopin”, y ella interpretó la primera parte y luego se fue a dar un paseo. A la vuelta me lo había aprendido de memoria. Tenía tantas ganas de tocar que ponía los dedos intuitivamente, no sabía si lo hacía bien o mal, pero lo sacaba.

-Ahora eres tú la que enseñas.
-Sí, soy profesora de piano en el Conservatorio de Gijón pero, durante bastantes años, he sido pianista de danza. Tocaba para las clases de danza del Conservatorio de Madrid, fue una época muy bonita, me gustaba mucho.
Como profesora me da mucha satisfacción que los niños, e incluso los adultos, entiendan los movimientos, qué pasa con la muñeca, lo que sientes al tocar. Es algo emocional y también físico, porque tienes que tener unas buenas sensaciones para, por ejemplo, no hacerte una lesión. Tocar el piano es un ejercicio de psicomotricidad fina, una habilidad muy especial que desarrolla el cerebro, los hemisferios derecho e izquierdo. Por eso, cuando los padres preguntan “¿qué instrumento puede tocar mi hijo?”, yo les digo que el piano o un teclado, creo que deberían ser una asignatura fija desde el colegio.

-En una de tus publicaciones en Instagram decías que había que aprender a vivir el piano. ¿Qué implica esa expresión?
-Pues, por ejemplo, que tienes que saber respirar. Uno no puede vivir respirando mal y es muy importante también a la hora de aprender un instrumento, y si es uno de viento, es lo que primero que hay que hacer.
Luego está la inteligencia física, tienes que desarrollar esa parte, y no solamente a nivel de piano, sino en el resto de cosas que hagas en tu vida. Es importante cómo coges un vaso, cómo abres una puerta, que al hacerlo las articulaciones estén libres, no tensas. Cuando veo a una persona haciendo estas cosas, ya sé cómo va a tocar. La tensión hay que erradicarla en la práctica del piano, porque al final te lesionarás. Por otro lado, cuando ves a alguien que parece que lo hace fácil sabes que hay un trabajo grandísimo detrás, a nivel de conciencia física, de sensaciones, de equilibrios de la mano, del brazo, etc.

-¿Por eso es importante aprender a una edad temprana?
-Esto es como en un deporte. Y si desde el principio no les educas en esto, cogen malos hábitos y muchos lo dejarán porque les parecerá difícil, pero no lo es si estás bien enseñado. Por eso es importante empezar cuanto antes, que aprendan a sentarse bien y tengan las sensaciones correctas al poner las manos en el piano y las sensaciones en la espalda. Al repetirlo, todo esto se graba en la memoria muscular y evita que te hagas daño.
Precisamente yo, que ya era profesional cuando fui a dar clases con Monique y tenía problemas en lo técnico, tuve que empezar de cero. Ella primero te pedía que dejaras de tocar, tenías que estudiar la técnica fuera del piano para construir las buenas sensaciones. Era su manera de trabajar y a mí me funcionó; pianistas muy importantes han acudido a ella a solucionar problemas técnicos.

-¿Qué es lo principal que te ha aportado Monique?
-Me ha aportado la construcción de la técnica pianística desde la A hasta la Z, era una especialista, una gran maestra en esto. La primera vez que fui a verla me dijo que tocara un poco, y yo toqué algo de Brahms, que me encanta. Enseguida me pidió que parase y me dijo: “Tú eres músico”. Y por esa razón se tomó la molestia de aceptarme como alumna, no lo hacía habitualmente, ya que para ella suponía un gran esfuerzo enseñar la técnica pianística desde cero.
A mí me ha servido muchísimo a nivel personal, y a nivel pedagógico ¡ni te cuento! Porque, ahora que lo he experimentado en mí misma, enseño con mucha conciencia de lo que digo.

¿Qué crees que vio en ti ese día?
A lo mejor tuvo la intuición de que podía trabajar conmigo, y también ella era muy generosa, lo que quería era ayudar. De alguna manera yo tenía facilidad para entender la música, me viene de mi familia. Le pasaba las hojas a mi madre en los conciertos, me sé toda la música de cámara de Brahms y he escuchado muchísimos conciertos.

-Como pianista profesional no es lo mismo tocar a Beethoven que a Brahms o a otro gran compositor. ¿Cómo se llega a interpretar bajo esa diferencia?
Pues sí, cada uno es absolutamente diferente. Lo primero que hay que hacer es escuchar los estilos de cada compositor, sobre todo en vivo. Luego, tú ya sabes qué pedal tienes que usar para Beethoven o Mozart, por ejemplo, y que Bach tocaba el Clave, e intentas tocar el piano lo más parecido a como lo haría él, aunque es complicado porque son instrumentos distintos.
Conocer sobre la vida de los compositores también te ayuda mucho. Hay vidas muy tristes; Beethoven, por ejemplo, sufrió mucho, y Chopin murió muy joven debido a sus pulmones. En sus obras a veces plasman sus sueños, sus preocupaciones, sus angustias…

Ana María Zurbano Ruiz-Casaux. Profesora de piano en el Conservatorio de Gijón. Título Superior de piano. Creadora de joyería artesanal

-¿Qué es el piano para ti?
La música es mi hobby y mi trabajo. Tocar el piano, e incluso escucharlo tocar, para mí es disfrutar, pasarlo bien. Y es una suerte poder dedicarse a algo con lo que disfrutas, un lujo. Es verdad que en la carrera de piano también se sufre porque es dura y hay que echar muchas horas para llegar a tocar bien una obra difícil en un concierto. Hay muchos pianistas que nos sentimos como supervivientes del conservatorio, pero el conservatorio es necesario porque es lo que te hace profesional. Y si tienes la suerte de tener profesores buenos que no frenen tu camino, porque lamentablemente algunos sí lo hacen, podrás conseguirlo.

-¿Qué hay que tener en cuenta para que la carrera de piano no sea un calvario?
-Si yo tuviera un hijo o una hija que tocara piano, vigilaría con qué profesor va, porque esa elección puede hacer que siga hacia delante en su trayectoria musical o que retroceda. Yo estuve a punto de dejarlo por una profesora que me echaba para atrás todo el rato. La pedagogía y la psicología son fundamentales y hay cosas que no se le pueden hacer a un alumno, no puedes faltarle el respeto o regañarle y decirle que no puede, que tiene alguna cuestión que impide que pueda progresar. Hay que tener cuidado con eso, porque puedes cargarte un futuro profesional, un futuro aficionado o, simplemente, no le dejas que disfrute.

-¿Monique te ha inspirado en cuanto a lo que es la relación con los alumnos?
-En cuanto a su técnica, sí, por supuesto, lo que pasa es que pedagógicamente ella enseñaba a pianistas profesionales. Yo cogía aviones para ir a París y aprender con ella, una clase duraba cinco horas y en el medio me dejaba descansar un poco. Tenía mucho carácter, mucho genio y se enfadaba si no hacías las cosas como ella quería, pero luego era tan generosa… y siempre te decía: “Venga, que tú puedes”. Y te daba las herramientas para poder hacerlo. Era muchísima la información que me aportaba y el trabajo que tenía que hacer yo en mi casa para rehacer mi técnica, pero merecía la pena completamente. Lógicamente, lo aprendido tengo que aplicarlo al nivel que mis alumnos pueden asumir; hay que motivarlos para que no se aburran.

Una de las frases que ella decía era: “La música empieza cuando el cerebro se para”. ¿Has podido comprobarlo?
-Sí, ella lo llamaba el punto cero, un punto antes de tocar que te conducía a no hacer, no querer. Es como entrar en una especie de relajación y de conciencia corporal, lo que ella llamaba los equilibrios. Y cuando te sentabas en el piano y estabas en ese estado, era como encontrar el silencio interior y la concentración necesaria para tocar relajado, algo básico.

-Hace poco te presentaste a las pruebas de la oposición en Asturias, ¿cómo te preparas para una situación como esta?
En las oposiciones te la juegas, tienes mucho miedo a perder los nervios y equivocarte del todo. Hay que tener control emocional y físico, la cabeza tiene que estar tranquila para poder concentrarse la respiración. Así que los últimos días antes de la presentación hice ejercicios respiratorios, meditaciones, estiramientos… Y estudiaba a ratos cortos, para no cargarme. Una vez que ya tenía el tema dominado lo que quedaba era disfrutar, pasarlo bien mientras toco. El tribunal tiene su propio criterio y no sabes si les vas a gustar o no, así que pase lo que pase, la cuestión es estar tranquila y aprovechar los recursos que tienes para que el piano suene mejor, porque además es un piano que no conoces y cada instrumento tiene su propio sonido.

-De alguna manera, ¿el piano puede llegar a ser un camino interior para una persona?
-Sí, porque el estudio del piano nos hace muy conscientes de lo que hacemos. Supone poner mucha concentración y mucha consciencia corporal de lo que haces, de la respiración y de todo. Tienes que sentir cuando estás agotado y saber por qué lo estás, y lo mismo si respiras mal o haces demasiada fuerza con el pulgar, por poner algún ejemplo.
Toda esa parte del estudio tiene que ser muy lúcida, con mucha cabeza, luego, una vez que dominas esa parte la música sale libremente. Cierras los ojos y vas como con un piloto automático en el que necesitas un control mínimo, porque la intuición y la memoria muscular desarrollada te permiten interpretar ágilmente, no necesitas aporrear el piano.
En medio de una interpretación no puedes dudar, tienes que confiar en la mano y dejar que haga lo que ha hecho bien durante tantas horas de estudio. La confianza en una misma es vital y se refleja muchísimo cuando te sientas al piano: es importante tener pensamientos positivos, por eso la meditación ayuda mucho.

-¿Cómo debe ser la relación música – técnica?
-Siempre hay que tocar musicalmente, no se puede estudiar sin que hagas música, algunos lo confunden y están  horas machacando el piano sin sentido musical. La técnica está al servicio de la música, es la herramienta para que salga el sonido bonito, esa dulzura, esa agilidad. Y, en realidad, es la manera más fácil y efectiva para que salgan las cosas, aunque a veces tienes que tener una disciplina cerebral para hacerlo. Yo, cuando acabé de tocar en la prueba para las oposiciones, miré mis manos y pensé: “Mis soldaditos, habéis hecho bien vuestro trabajo”.
A ver si ahora se entiende mejor, yo la entiendo en el sentido de que aunque estés aprendiendo la técnica del piano siempre hay que hacerlo bajo la búsqueda de la música, del gusto musical. Me recuerda a lo que siempre nos dicen de que  no se puede cantar bien sino se interpreta… la técnica sola no vale para nada.

-Como pianista, ¿eliges al que mejor toca o al que más transmite?
-Yo prefiero al que emociona, me quedo con ese. Porque impresionar, si tienes un poco de agilidad, es muy fácil. Cómo decía antes, lo primero que tiene que salir es la música antes que la técnica, y si la persona transmite, me da igual si se equivoca más o menos. Había un pianista muy famoso que se llamaba Arthur Rubinstein, creo que era compañero de estudios de mi abuelo y era encantador. Este hombre daba muchos conciertos y se equivocaba bastante, pero tocaba muy bien y es uno de los grandes pianistas de la historia. Además, arrojar una nota o dar una en falso forma parte de este oficio.

-Por lo que he leído de tu mentora, era una mujer libre de convencionalismos. ¿Eso es bueno para el piano?
-Sí, ella no enseñaba como lo hacen en el conservatorio, la suya era una enseñanza que iba más allá, mucho más profunda. En su manera de enseñar te hacía entender que el piano era mucho más que solamente el instrumento, el piano eras tú y por esto tenías que conocerte a ti misma. Tenías que saber cómo manejar tus articulaciones, te marcaba un camino muy minucioso. Ella no podía estar encorsetada en un sistema que no profundiza lo suficiente; también hay que decir que cuando los alumnos dan una hora de clase a la semana tampoco se puede hacer más. Una cosa son las condiciones que hay y otra lo que sería el ideal, pudiendo dedicar mucho más tiempo, como hacía ella, y, además, en su caso, a alumnos que ya eran profesionales.

-¿Qué dos momentos de tu vida recuerdas más importantes en relación a tu trayectoria en la música?
-El primero, cuando era pequeña y descubrí la atracción que tenía por sentarme y tocar el teclado, sin saber muy bien por qué. El otro, sin duda, la primera clase con Monique porque me cambió la vida, y esto se lo oyes decir a todos sus alumnos. Aquel primer día de clases me quedé flipada. En ese momento yo ya era profesora, pero estaba estancada, tocaba y tenía la sensación de estar atada, no era libre tocando. Lo primero que hizo ella fue cogerme las manos, empezó a moverme las articulaciones de los nudillos para estar segura de cómo funcionaban y descubrió que mis quintos dedos tenían un tope, no bajaban del todo. Me dijo: “vete al médico y hazte una radiografía a ver qué es lo que pasa”. Y resulta que tenía un tope de nacimiento y el médico me dijo que no se me ocurriera forzar esa articulación. Para ella esto no supuso un problema, me dio recursos técnicos para seguir adelante y solucionar la dificultad física. Creo que ese primer día fue incluso más importante que el día que me saqué el grado superior de piano.

-¿Tu alma suena a piano?
-Sí, aunque me hubiera gustado ser cantante, pero no tengo el instrumento. Y cuando toco, canto interiormente. Yo creo que no existe un músico, que realmente lo sea, que no experimente la necesidad de hacerlo cuando toca un instrumento como el piano. Pienso que la música está basada en el canto, y si no lo canturreas, no lo sientes o no lo entiendes musicalmente.

Su segunda pasión: el diseño de joyas

-En tu otra faceta artística, como diseñadora de joyas, te conocemos como Surina Muu. ¿Cómo llegó a tu vida la artesanía?
-Desde siempre me ha encantado la artesanía, cuando era pequeña me gustaba hacer cosas, cosía muñecas, hacía miniaturas… Y me encantan las piedras preciosas. En las épocas que iba a Caravia buscaba fluoritas, las llevaba a casa y las limpiaba, y tengo muchas en casa que significan más por lo emocional que por lo que valen económicamente. Y unido a que me gusta la joyería, así empezó la cosa. Empecé haciendo pendientes y –bastante más tarde, porque como pianista no suelo llevarlos– me puse con el diseño de anillos. Y me gustan, pero me molesta todo lo que lleve en las manos, incluso el reloj o las pulseras. Y ahora resulta que lo que más vendo son los anillos, que los hago abiertos para que sean más adaptables.

-¿Qué gemas te gusta utilizar en tus diseños? ¿Y cómo aprendiste a hacerlo?
-Uso mucho las turmalinas, me gustan por su variedad de colores, son muy bonitas, y muchas de ellas, semi-transparentes. En realidad, lo que me gusta es la combinación de formas y colores.
Aprendí sola, equivocándome mucho, haciendo y deshaciendo hasta que en un momento dado di con algo que me gustaba y que también le gustaba a la gente. Pero yo hago lo que a mí me gusta, no soy una persona que copie o que siga las modas, prefiero seguir la intuición y luego, cuando lo llevo a un mercado, veo cómo es la respuesta. Y la verdad es que luego sí gustan.

Anillo diseñado por Surina Muu.
Anillo diseñado por Surina Muu.

-Has llevado el piano a algún que otro mercado, consiguiendo mezclar tu pasión y tu afición. ¿Qué lugar ocupa cada una?
La música es mi profesión, pero también es mi afición. A veces me pongo a tocar una canción, la saco de oído en el piano y me lo paso fenomenal. Luego está la artesanía, que me encanta, pero también tengo otras aficiones, como cuidar animales. Soy adoptante, sobre todo de conejos (es el tercer animal más abandonado y muy pocos sobreviven). Cuando vine de Madrid, donde me sentía con poca libertad, me fui a vivir al campo. Necesitaba más naturaleza, más espacio y menos gente. Ahora soy feliz tocando el piano, haciendo artesanía, pasando la cortacésped, pintando la portilla de la finca… son cosas que me relajan.

-En una de las imágenes te veo con uno de tus animales adoptados.
-Sí, con Buchita, una gorriona que me encontré en Madrid. Era muy pequeña y estaba herida en el suelo en un lugar poco seguro, me la llevé a casa a ver si sobrevivía a la noche y llegó a vivir once años conmigo. Vivía en semi-libertad y quería estar siempre conmigo, se ponía en mi mano y también en el hombro cuanto tocaba el piano, pero también cuando me ponía con la artesanía. Se bañaba en mis manos, fue una experiencia preciosa.
A los niños a los que doy clase, que me encanta hacerlo, también intento inculcarles el amor por los animales, porque la música no es solo tocar un instrumento, también es tener empatía y sensibilidad. Y una vez que tienes eso puedes ser más artista. Para los alumnos también es una forma de relajarse, y luego abordan el piano de otra manera.

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