Le impusiste un idioma a Calibán
y ahora él muerde tu mano.
Le enseñaste tu lengua
para seguir la línea de sangre trazada,
para postrarse ante el padre,
para no cuestionar al amo.
Sin embargo a veces,
algunas noches,
cuando los lobos aúllan con vehemencia
y el trueno quiebra el silencio,
Calibán olvida tu lengua
y blasfema en la suya,
la lengua de los volcanes y la selva.
Esa lengua de sangre oscura de la madre,
la sangre de la bruja desahuciada,
y se lamenta
en su código salvaje,
se pregunta dónde está la ternura,
el orden de las cosas,
si es posible contener la náusea,
regresar al útero,
volver a nacer.
De Calibán (Torremozas, 2020)