La tribu que me acoge
no acepta ya la servidumbre de ser costilla,
hueso derivado,
fragmento, fracción de un todo,
y reivindica su osamenta íntegra.
Exige su esqueleto propio, erguido,
completo y guerrero.
La piel valerosa, acaso delicada,
pero curtida en el silencio de mil batallas,
lleva siglos viviendo en una urna frágil.
En una celda despiadada
En un nido de silencio.
En el vientre de la ballena.
En diversos escenarios, pero siempre
con destrozos y desgarros.
La revolución está en marcha
y penetra por un resquicio, voraz,
por una grieta de la esperanza.
La casta se aferra al humo
y se enfrenta a una perturbadora certeza: algo ha estallado.
Haremos ruido y pasará a la Historia.
Porque la tribu no acepta ya la servidumbre del silencio.
De Calibán, (Torremozas, 2020)