Nada será ya como antes.
La lluvia no será ya la lluvia,
será celebración aún más gozosa,
mirarla cómo cae traerá un milagro
de panes y de peces llegando desde el cielo
para empujar la flor, el trigo, la memoria
de tu cuerpo y mi cuerpo aquella tarde
que fue todas las tardes.
Las cosas no serán la misma cosa,
los árboles
no serán ya los árboles,
serán ahora un abrazo sin contagio
al alcance de todos, descubrirás
que su sombra es más sombra
y que incluso en invierno, ya sin hojas,
se ven todos los nidos con mayor nitidez,
vacíos, pero intactos.
Las cosas no serán la misma cosa,
las calles no serán ya las calles,
la alegre muchedumbre
será ahora una extraña pasajera
con su maleta a solas
aconteciendo a un mundo que no entiende,
y aunque la gente ocupe las aceras
tú las verás vacías, y hacia dentro
extraviadas quizás, preguntándote ellas
cómo se llega a ti.
Las cosas no serán la misma cosa,
las ventanas no serán ya las ventanas,
las miradas no serán ya las miradas,
no amaré ya jamás como allí amé
el tacto de aquel guante
con sus dedos de plástico.
Las manos que sin manos se acercaban a mí.
Las cosas no serán la misma cosa,
la piel no será ya la piel
ni el desnudo el desnudo,
habrá que comenzar a desvestirse
por el botón del miedo, y al besarnos
quitada ya la ropa, aprender que había huecos
antes nunca tocados,
por fin seremos tacto.
Recorrerá mi lengua muy despacio
la isla abandonada, estallaremos juntos
como si fuera un último deseo
cumplido cuando ya no crees en nada.
Las cosas no serán la misma cosa,
nosotros no seremos los mismos,
los otros no serán ya los otros,
el amor no será ya el amor,
será solo el amar, y será más.
No habrá piel, habrá carne
jugándose la vida.
De La curación del mundo. Ediciones Hiperion. 2020.