Desde subidas épicas por carretera, como el Angliru o los Lagos de Covadonga, hasta las pistas más conocidas como la Senda del Oso o el Anillo Ciclista. En medio, un increíble abanico de propuestas para todos los niveles que hacen de Asturias el paraíso del ciclista.
Dos ruedas y un sillín, los pedales, el cuadro y el manillar: no parece ser para tanto. Una bicicleta es un engranaje sencillo, sin aparentes complicaciones, y sin embargo los aficionados al ciclismo no paran de aumentar en los últimos tiempos. Entonces ¿de dónde sale la fiebre por este deporte? En primer lugar, la bici permite una independencia casi total. No necesita más combustible que el que consume el ciclista, y a cambio ofrece la posibilidad de recorrer un número de kilómetros impensable en otro medio de transporte similar. Además de ecológico, es barato: una vez hecha la inversión inicial no requiere más que un mantenimiento básico. Como siempre, el aumento de la demanda ha «democratizado» un poco los precios, al menos para acceder a un equipo elemental. A partir de ahí, puede uno gastarse cuanto quiera y pueda, no sólo en la bici sino en vestimenta y equipamiento: bidón, portaherramientas, ropa técnica, zapatillas, casco y protecciones…
Más allá de una salida o actividad concreta, crece también el ciclismo de ruta como opción para unas vacaciones o unos días de descanso.
A pesar de que el mecanismo básico ha evolucionado poco desde finales del siglo XIX, los avances técnicos y la aplicación de nuevos materiales han permitido una gran especialización y la proliferación de una serie de términos para definir los diferentes usos y categorías posibles. El incremento de carriles-bici en las zonas urbanas (una tendencia que en Asturias no ha terminado de calar, salvo excepciones) ha potenciado todavía más el uso de bicicletas urbanas o de paseo. Quizá la orografía asturiana no es la mejor para esto, pero es indiscutible que el ciclismo urbano descongestiona el tráfico, evita la contaminación (atmosférica y acústica) y aumenta la calidad de vida.
Espacios abiertos
Pero es fuera de las ciudades donde el ciclismo asturiano se mide entre los grandes. En BTT (Bicicleta Todo Terreno) o MTB (MounTain Bike) se abre todo un mundo: Descenso o Downhill, Enduro o XC son las modalidades competitivas más habituales, mientras que en las no competitivas triunfa el Trail, All Mountain o Freeride. Esto simplificando términos, porque no hay consenso absoluto y muchas veces la frontera entre una y otra práctica se difumina; pero sí es cierto que influye la característica del trazado y las posibilidades técnicas de la bici. Y, sobre todo, la capacidad y las ganas del ciclista de probarse a sí mismo en terrenos difíciles.
Entre las propuestas asturianas destaca el Anillo Ciclista, un recorrido exigente y bien señalizado que aúna a los seis concejos de la Montaña Central (Aller, Lena, Mieres, Morcín, Ribera de Arriba y Riosa). A los 165 kilómetros divididos en etapas, se añade el atractivo de rondar el mítico puerto del Angliru, sólo apto para deportistas muy en forma. En la base de la Sierra del Aramo está también la Senda del Oso, construida sobre el trazado de un antiguo tren minero, casi cincuenta kilómetros que se pueden hacer en etapas, compartiendo el camino con los numerosos senderistas que se animan a recorrerlo. Lo mismo ocurre con la mayor parte del trazado de la Senda Costera, que recorre el litoral asturiano en diversos tramos, transitados a medias entre caminantes y ciclistas.
Más allá de una salida o actividad concreta, crece también el ciclismo de ruta como opción para unas vacaciones o unos días de descanso. Aquí entran los profesionales y los amateurs, ya que existen alternativas para todos los niveles y condiciones físicas. Es recomendable practicarlo en grupo, tanto por seguridad como por diversión, planeando la ruta previamente. Muchos hoteles y albergues ofrecen paquetes especializados para cicloturistas, atendiendo a las necesidades particulares de este colectivo: guarda-bicis, transporte de equipaje, taller de reparación, fisioterapia y spa, menús para deportistas… Es una oferta todavía minoritaria, pero muy valorada por los deportistas, un colectivo cada vez más exigente para demandar servicios y prestaciones a medida. Es además un público fiel, que no duda en recomendar una buena experiencia a otros colegas, generando un mercado estable y de calidad, un filón turístico que tiene todavía mucho recorrido por delante.