Sara Castaño es fotógrafa gastronómica. Como ella misma dice, “se pasaría la vida escondida por las cocinas haciendo fotos”. En colaboración con Patricia Guerrero, de Espacio La Biznaga, pusieron en marcha una iniciativa de retratos solidarios a fin de recaudar fondos para Ucrania y donarlos a World Central Kitchen. El proyecto fue todo un éxito y ya se plantea repetirlo en Gijón y Avilés. Solo le falta encontrar un lugar en el que poder llevarlo a cabo.
Guerra. Esta es la palabra más oída y repetida últimamente. De pronto se sitúan en el mapa ciudades hasta ahora desconocidas para nosotros: Mariúpol, Járkov, Jersón, Mikolaiv, Gostomel… Lugares llenos de gente en los que cientos de familias vivían en paz. De la noche a la mañana, tocó huir y salir con lo puesto, dejar atrás los recuerdos, las posesiones y, en algunos casos, hasta los seres queridos.
Sara y Patricia recaudaron más de 300 euros que donaron a la ONG de José Andrés, World Central Kitchen.
Los telediarios abren y cierran sus informativos con imágenes de la guerra en Ucrania, mientras desde nuestras casas asistimos a la destrucción de vidas construidas a base de esfuerzo y trabajo. “Yo veía los telediarios y se me caía el alma a los pies -confiesa la fotógrafa asturiana Sara Castaño-. Pensaba: ¿qué puedo hacer aparte de una donación puntual o llevar material a un punto de recogida? En base a lo que sé hacer se me ocurrió hacer retratos a gente por un precio simbólico de 15 euros y que ese dinero se donase a una ONG. Hablé con Patri de Espacio La Biznaga, en Oviedo, y le pregunté si ella me dejaría su local para hacer allí las fotos. Accedió y al final fue una colaboración de las dos”.
Comenzaron a mover la idea a través de las redes sociales y la mayor sorpresa fue ver la cantidad de gente que se apuntó. El aforo era para treinta personas y acudieron más de veinte. Familias, una madre con su hija, gente con mascotas, una pareja joven, un señor que conoció a Sara en el Restaurante Kraken… Personas anónimas cuyo único motivo era colaborar y aportar su granito de arena en esta crisis humanitaria. “Me sorprendió que mucha gente nos daba las gracias por esta iniciativa -reflexiona Sara-. Fue bonito conocer la historia que había detrás de cada una de las personas que vinieron, ver como los padres les contaban a sus hijos el motivo de estar allí haciéndose esa foto. Me impresionó mucho una chica ucraniana que ahora vive aquí y que me escribió por Instagram dándome las gracias por hacer estas cosas. Yo sentía que no estaba haciendo nada y fíjate con qué poco puedes estar ayudando. No te olvidas de que el motivo por el que estás haciendo esto es muy triste, pero por otro lado ves como Europa se está volcando con toda esta solidaridad y eso te reconforta. No solo hay maldad, también hay mucha bondad”.
“Yo veía los telediarios y se me caía el alma a los pies. Pensaba: ¿qué puedo hacer aparte de una donación puntual o llevar material a un punto de recogida?”
Sara y Patricia recaudaron más de 300 euros que donaron a la ONG de José Andrés, World Central Kitchen. El método se planteó de forma muy sencilla: cada persona que se inscribía hacía la donación directamente en la página web de la entidad y les enviaba a ellas un pantallazo con la contribución. Cada persona recibió las fotos en formato digital a través de correo electrónico. Todo muy directo y sin intermediarios. Cuando le preguntas a Sara por qué escogió esta ONG y no otra para donarle el dinero recaudado la respuesta está cargada de lógica. Ella es, principalmente, fotógrafa de gastronomía y le parecía que la labor que está haciendo José Andrés como cocinero dando de comer a toda esta gente es muy importante. Además, es alguien que le inspira confianza.
Viendo el resultado tan positivo que tuvo la iniciativa en Oviedo, se está planteando exportarla a Gijón y Avilés. “Sé que hubo gente que no pudo venir y que le hubiese gustado participar. Lo que pasa es que tengo que buscar un sitio en el que poder hacerlo. A nivel personal fue una tarde muy enriquecedora, conocí a mucha gente, hice retratos a personas muy variadas y, aún encima, me quedó un recuerdo bonito de haber contribuido ayudando a otras familias”.
“Ves como Europa se está volcando con toda esta solidaridad y eso te reconforta. No solo hay maldad, también hay mucha bondad”
Sara tiene dos hijos pequeños de cinco y siete años. En casa les cuentan todo lo que está pasando, porque consideran que es importante que sepan lo que sucede en el mundo. Reconoce que, para ellos, sobre todo para la mayor, fue muy positivo ver a su madre creando este proyecto y hasta quiso colaborar haciendo carteles de ayuda a Ucrania que fue pegando por la ciudad. A su manera, también participó en la iniciativa. “Lógicamente no hace falta que vean las imágenes más crudas, pero es importante que sepan lo que está pasando porque ese es el primer paso para no repetir los mismos errores. Ellos tienen que aprender a valorar lo que tenemos y que no pueden comprarse mil juguetes, aunque sean baratos, porque en el mundo todo está conectado y hay muchas personas que no tienen nada o se han quedado sin ello. Tienen que aprender empatía y así se convierten en personas. Parece algo muy obvio, pero cuando pasan cosas así te das cuenta de que hubo gente a la que, de pequeños, no se lo enseñaron”.