Una tela antigua o de segunda mano después de pasar por sus manos se convierte en un modelo exclusivo. Ninguna pieza es igual a otra y eso es lo que las hace especiales. Son las telas, los colores, las texturas las que hablan a la diseñadora Jacaranda Sanz y le enseñan el camino. Así nace la empresa de diseño La Desheredada con sede en Navia.
-¿Quién es Jacaranda Sanz?
-Nací en Madrid, pero desde los 19 años estoy viviendo en Asturias. Primero en Oviedo, luego me casé y por motivos laborales de mi marido nos trasladamos a Navia. Toda mi familia materna es asturiana y aquí he pasado siempre mis vacaciones y todos los veranos.
Procedo de una familia textil, mi madre tenía una fábrica de confección en Madrid. Desde pequeña me recuerdo rodeada de retales con los que hacía vestidos a mis muñecas, forraba marcos o hacía bolsos. Siempre me apasionó este mundo, hasta el punto de que los viernes y sábados cuando había mucho apurón de trabajo, me encantaba echar una mano en la fábrica a lo que me dejaran: quitar hilos, empaquetar prendas… De ahí que luego estudiara Diseño y Patronaje Industrial. Luego lo del reciclaje, el aprovechar prendas, es algo que siempre fue conmigo. Aprovechaba los retales que sobraban en la fábrica, luego los domingos me iba al rastro y buscaba prendas antiguas, o telas de antes y las transformaba en nuevos modelos. Empecé diseñando para mí, luego para mis hermanas, amigas, pero nunca me lo planteé como un negocio. Es a partir de la pandemia cuando hice un curso de emprendimiento para mujeres que organizó el Ayuntamiento y presenté mi proyecto que gustó mucho. Luego fui a la Cámara de Comercio de Avilés y también tuve muy buenas críticas, y a partir de ahí dije: “¿por qué no?”.
“Siempre me apasionó este mundo (…). Empecé diseñando para mí, luego para mis hermanas, amigas, pero nunca me lo planteé como un negocio. Es a partir de la pandemia cuando hice un curso de emprendimiento para mujeres”
-¿Con qué filosofía nace este proyecto?
-En vez de comprar compulsivamente cantidades de ropa y almacenar, ¿por qué no aprovechamos lo que tenemos, lo que ya no nos ponemos y le damos otra vida? Esta es la idea. A ello hay que sumar la conciencia social, los acontecimientos a nivel global nos están empujando a la necesidad de un cambio rápido, tenemos que mirar un poco lo que viene detrás y lo que vamos a dejar a las generaciones venideras. A día de hoy la herencia parece un poco catastrófica, me refiero a nivel medioambiental.
-Moda y sostenibilidad, pueden ir unidas…
-Sí, por supuesto. A ello añado otro componente que tienen mis prendas y es el emocional. La vida anterior de una prenda, de un tejido es parte de la nueva vida. Tengo prendas heredadas de mi madre, mi abuela, tías, o antiguas adquiridas en algún anticuario, todas tienen una vida detrás, la conozcas o no. Tienen una historia que llega a ti y que, a partir de ahí, tendrá una historia nueva. He trabajado muchos años en tiendas de ropa y es un servicio muy frío. Se hacen estudios de mercado, se estudian tendencias y se fabrican millones de prendas iguales. El componente emocional es algo muy importante para mí, un plus en mis creaciones.
“Aprovechaba los retales que sobraban en la fábrica, luego los domingos me iba al rastro y buscaba prendas antiguas, o telas de antes y las transformaba en nuevos modelos”
-¿Qué tiene la ropa de antes que no tenga la de ahora?
-El boom de las confecciones masificadas es de hace unos años para acá. Nosotros además de la fábrica teníamos venta al por mayor, abastecíamos a otras firmas, y tienda a pie de calle. Recuerdo que existían dos temporadas: primavera-verano y otoño-invierno, y siempre confeccionábamos la temporada anterior. Luego la maquinaria se paraba unos meses para ver las nuevas tendencias. Ponías atención en la calidad de los tejidos, los colores, se dedicaba tiempo a una prenda pensando en el disfrute de la persona. Se ponía cariño. Ahora se produce durante todo el año.
-¿Tus diseños son prendas únicas?
-Hay veces que son piezas únicas y otras en las que hago varios diseños iguales. Por ejemplo, si consigo un estocaje de una tienda que va a cerrar y tiene veinte camisetas en colores variados, los cojo y luego miro qué telas pueden combinar y transformo las prendas. Busco entre los tejidos que tengo aún en el taller, los he conseguido en viajes o que me han dado. Saqué hace poco una minicolección de camisetinas para niñas con mangas abullonadas hechas con una tela de tartas de fresa que había adquirido mi madre en uno de sus viajes a Londres hace años. Después de tantos años vio la luz. El límite del diseño lo pone la cantidad de tela de la que disponga. En otros casos me traen un abrigo para transformar y a lo mejor sí tengo que comprar alguna cosa -cuero, piel o serraje-, pero siempre que pueda evitar comprar, mejor, así reutilizo.
-¿Los tejidos hablan?
-Los tejidos tienen una vida propia y en cierta forma te dicen qué puedes o no hacer. A veces quieres hacer un pliegue y esa tela no quiere, hay que adaptarse al comportamiento de la tela, son ellas las que te señalan el camino y te ‘dicen’ en qué prenda acabarán convirtiéndose. Muchas veces viendo un determinado tejido se me ocurre un diseño o al contrario, pienso en un diseño y sé que tela le va mejor a ese proyecto.
“En vez de comprar compulsivamente cantidades de ropa y almacenar, ¿por qué no aprovechamos lo que tenemos, lo que ya no nos ponemos y le damos otra vida?”
-¿Cómo definirías tu estilo?
-Ecléctico y emotivo. Ecléctico porque mezclo colores, texturas, diseños, abalorios, aprovecho restos de mercerías, botones de hace muchos años, puntillas, todo lo que requiera la prenda, el resultado es un diseño nuevo, alegre y creativo. Luego, si se trata de un encargo, está el gusto de la clienta, influye el color de su pelo, de su piel, si quiere más o menos volumen en la prenda…
-De las cosas que has hecho, ¿cuál es el mayor reto al que te has enfrentado?
-Recuerdo ver a mi madre con una gabardina color marfil, que por dentro iba forrada de pelo animal print con una capucha, que cuando se la ponía parecía Rita Hayworth. Un día se acercó demasiado a una estufa y se la quemó, pero solo por la parte de fuera. Le dije que no la tirara, la desmonté, saqué el forro para fuera y me hice un chaleco por la rodilla con capucha animal print. Esta prenda podría decir que fue el comienzo de esta actividad, marcó para mí un antes y un después.
-¿Qué buscas en una prenda para que sea perfecta?
-Que sea cómoda, te encuentres a gusto con ella y te sientas favorecida. A veces ocurre que te vas a vestir y parece que acabas siempre con la misma prenda… es como si tuviese una especie de imán. Te hace sentirte segura.
“El componente emocional es algo muy importante para mí, un plus en mis creaciones”
-¿A qué público va dirigida tu ropa?
-A todo tipo de público. Como la idea comenzó por mí misma pensé al principio que el publico iba a ser ese: mujer entre 35 y 55 años. Pero ahora tengo clientas de todas las edades, incluso público infantil.
-¿Dónde se pueden adquirir tus prendas?
-A través de Instagram y Facebook, aunque como todo lo hago yo sola y el proceso es muy artesanal tampoco puedo coger muchos pedidos. Luego también se pueden adquirir en tiendas físicas como Mialma en Nava, Isabel Moda en Luarca y está en estudio una tienda en Salamanca que está interesada en vender mis diseños. Ahora cuando empiece el buen tiempo a ver si entro en algún circuito de Pop Ups (venta efímera), creo que la forma de comprar y darse a conocer está cambiando. El producto ha de ir donde está la gente.
-Trabajas desde Navia…
-Sí e intento consumir producto en el comercio local lo más local posible, para crear ese tejido entre todos e ir ampliándolo, ayudándonos. Llevo aquí 11 años y la verdad es que en este tiempo el comercio ha crecido mucho, especialmente después de la pandemia. También el sector turístico, especialmente en verano.
“Hay tejidos que contienen plásticos, y con el roce continuado sobre la piel producen afecciones cutáneas. Hay gente que, por sostenibilidad, por salud, busca calidad”
-¿Crees que a la hora de comprar la gente está ahora más interesada por conocer la procedencia de una prenda, cómo está hecha, que hace unos años?
-Sí, y ese porcentaje va en aumento. Porque no solo con este consumo compulsivo estamos contaminando al planeta sino también a nosotros mismos. Hay tejidos que contienen plásticos, y con el roce continuado sobre la piel producen afecciones cutáneas. Hay gente que, por sostenibilidad, por salud, busca calidad. Y no tienen porqué ser materiales reciclados, algodón cien por cien, linos o viscosas, incluso el poliéster, que ha existido toda la vida, era antes de otra calidad. Ahora lo hacen con derivados de plástico, así como los hilos que al final acaban produciendo dermatitis, sarpullidos…
-¿Cuál es la parte más gratificante de tu trabajo?
-Cuando alguien se pone una prenda que le hace sentir algo.
“Cuando desmonto una prenda reutilizo todo (…). Trozos de tela, botones antiguos, se pueden convertir en collares, sombreros, bolsos”
-Además de ropa también diseñas complementos…
-El mundo textil lo comparo muchas veces con el mundo de la sidra. A mí me encanta la sidra, mi marido trabajó durante un tiempo en un llagar, y es que de la manzana se aprovecha absolutamente todo. Pues en el mundo textil pasa lo mismo. Cuando desmonto una prenda reutilizo todo. Por ejemplo, las mangas de las camisetas que transformo las convierto en unas pequeñas bolsitas donde luego meto la bisutería que también diseño. Trozos de tela, botones antiguos, se pueden convertir en collares, sombreros, bolsos. Ahora por ejemplo estoy sacando una colección de bolsas para la primavera aprovechando las fundas de colchones antiguos que son unos algodones de alta calidad con unos estampados preciosos.
-Y ¿de dónde viene el nombre de La Desheredada?
-¡Afortunadamente somos una familia muy bien avenida, no van por ahí los tiros! Va más en el sentido de desheredado social, decir ¿por qué me tengo que comprar un bolso nuevo que además es de plástico? Me trae más cuenta invertir en este que es de una tela que tiene una historia detrás, además, solo lo voy a tener yo o como mucho dos o tres personas más. Es sentir que a vas a pie cambiado, no siguiendo las tendencias que te impone el mercado.
-Una curiosidad… ¿no te han parado por la calle para comentar la originalidad de tus diseños?
-Sí, especialmente la gente mayor. Les llaman la atención los tejidos. Me he hecho faldas con aquellos vestidos de punto estampados que tenían nuestras madres y los reconocen. Me dicen, “madre nena, yo tenía un vestido como ese y me encantaba”, y luego añaden, “la de ropa buena que yo he tirado”, ¡cuántos tesoros han ido a la basura!