La vida de esta asturiana es la de una mujer madre de tres hijos, pero también la de una ingeniera enamorada de su trabajo. Conciliar ambos mundos no ha sido tarea fácil, pero Isabel López es ahora un referente de éxito empresarial para muchas niñas y mujeres. Fundadora de una empresa líder en ingeniería y consultoría, Izharia, la gijonesa ha recibido varios premios en reconocimiento a su capacidad de liderazgo.
En el año 2018, la Asociación de Mujeres Empresarias de Madrid dio a conocer la trayectoria de Isabel con el reconocimiento como Mujer Empresaria del año. No fueron las únicas que repararon en su carrera vital de esfuerzo y lucha, por eso también tiene el Premio Europeo a la Mujer Emprendedora 2019 que otorga la Asociación Europea de Economía y Competitividad.
-Le debe a su padre su interés por la ingeniería.
-Sí, él fue el que nos inculcó la pasión por asignaturas como las matemáticas y la física. Yo era la mayor de siete hermanos, de los cuales seis nos dedicamos a la ingeniería. Era buena estudiante y cuando acabé el instituto quería hacer económicas pero mi padre me orientó hacia la ingeniería, que empezaba en impartirse en Gijón. La carrera me gustó y fui la única mujer en mi promoción.
-¿Fue un gran contraste empezar en la universidad, al ser un territorio eminentemente masculino?
-Soy de la generación del 62 y realmente fue un cambio importante porque primero estudié en un colegio de monjas y cuando fui al instituto era una época en la que estos todavía eran masculinos o femeninos. Así que cuando me planté en una carrera que era solo de hombres me veía muy rara. En algún momento estaba como en fuera de juego porque teníamos profesores súper machistas. En una asignatura éramos solo dos mujeres y nos trataban como si fuéramos algo especial, en aquel momento no había la sensibilidad que hay ahora con respecto al machismo.
«Cuando me planté en una carrera que era solo de hombres me veía muy rara. En algún momento estaba como en fuera de juego porque teníamos profesores súper machistas. En una asignatura éramos solo dos mujeres y nos trataban como si fuéramos algo especial»
-¿Siguió rodeada de hombres al empezar a trabajar?
-Sí, entré en Duro Felguera y allí las únicas mujeres que había eran secretarias. Estuve durante dos años y medio; luego, en 1989, me propusieron ir a Madrid, había empezado a salir con un compañero de la carrera y decidimos irnos. Es una ciudad muy acogedora para gente de todas las nacionalidades. Para los que somos de provincias resulta inhóspita cuando vas un día o dos, pero cuando te instalas allí te da muchas posibilidades profesionales.
Seguí un año y medio más en Duro Felguera pero luego me fui a Red Eléctrica España porque tenía una oferta más sólida y mejor orientada a la especialidad que yo había estudiado: electricidad. Estuve durante veinte años y ahí crie a mis hijos.
-¿Cómo compaginó la maternidad con su actividad laboral?
-Siempre fui la típica persona poco funcionarial, en las empresas era punta de lanza con proyectos novedosos, pero cuando con treinta años te llega el momento de ser madre empiezan a aparecer los problemas. De repente piensas que no llegas a ser buena madre, ni tampoco una buena profesional. Este tipo de rollos que nos montamos las mujeres en la cabeza hace veintisiete años tenían mucha fuerza.
Al principio lo pasé muy mal porque no encontraba la forma de compaginar todo. La realidad es que estaba súper ilusionada con mi hijo pero vivía angustiada, llegué a pensar en dejar el trabajo, pero mi marido y mi padre se opusieron. En un momento dado, en cuanto vi una posibilidad pensé en coger una reducción de jornada. Esta opción me permitió vivir entre el mundo del trabajo y el de mis hijos. Llegaba a casa a las cuatro de la tarde y estaba más relajada.
-¿La conciliación sigue siendo un gran escollo para las mujeres?
-El problema de la conciliación es difícil de resolver y pasa por muchas medidas, pero sobre todo por no llenarnos la boca con esta palabra que luego no lleva unidas medidas reales.
Muchas familias con menos medios económicos no pueden pagar a alguien que les ayude y deberían tener guarderías públicas. Si no tienes escolarización gratuita desde que se acaba el periodo de baja, que son cuatro o cinco meses, es muy difícil que la mujer pueda trabajar. Y una vez que se desengancha volver al mercado laboral es muy complicado.
-Combinar maternidad y trabajar fuera de casa, ¿es una carrera de fondo?
-Claro, como todo esto no está organizado, cuando tienes hijos pequeños la vida es una gincana, que al final deja a las mujeres fuera del mercado laboral. Todo lo que tiene que hacer un padre o una madre para ocuparse de sus hijos ocurre en la jornada laboral, y como lo hagas todo seguido no vas a trabajar. Los horarios para poner las vacunas de los niños en el centro de salud, las tutorías del colegio son en plena jornada laboral. Nada está montado para que tú tengas un trabajo de primer nivel salvo que tengas un chófer y un alto nivel económico.
Los profesores hacen jornada reducida, con lo cual los niños salen de los centros a las tres de la tarde y tú sales de trabajar a las siete. Debería estar prohibido que a partir de las cinco de la tarde la gente siga trabajando porque mientras las mujeres están cuidando a sus hijos los hombres hacen pasillo de cinco a ocho con los jefes. Al final, estás fuera de proyectos importantes. Y en las grandes empresas cuando pides reducción de jornada lo que hacen es que te arrinconan en departamentos en los que haces cosas rutinarias, como me sucedió a mí.
“El problema de la conciliación no está resuelto. Es difícil de resolver y pasa por muchas medidas, pero sobre todo por no llenarnos la boca con esta palabra que luego no lleva unidas medidas reales”
-¿Podría España tomar referencias de otros países?
-Sí, este es un problema que hace tiempo que no hay en otros lugares de Europa o en EEUU, aquí los horarios de trabajo son larguísimos.
-Además de las condiciones laborales difíciles, hay que lidiar con actitudes machistas que también se encuentran en el mundo de la empresa.
-A mí me pasó en Red Eléctrica cuando me nombraron responsable de construcción, ¡imagínate una mujer en ese puesto! Había algunos que me trataban de “tontita”, por ser chica y rubia, pero cuando venían a mí se llevaban un susto porque no tenía nada de “tontita”. No nací con ese carácter, pero lo fui forjando a base de las dificultades y de todo lo que ha ido pasando.
Los micromachismos están implantados en la sociedad y a través de la educación poco a poco irá cambiando. Lo bueno es que ahora las nuevas generaciones se lo plantean todo, tanto ellas como ellos.
-En plena crisis económica dejó un trabajo seguro como el que tenía en esa compañía para montar su propia empresa. ¿No era una decisión demasiado arriesgada?
-La gente me decía que estaba loca, pero lo hice porque estaba incómoda. Tenía un jefe que me hacía la vida imposible y yo pensaba ‘me quedan quince años de profesión y voy a vivir amargada’. Siempre tuve una autoestima alta, sabía que era buena y nunca me asustaron los retos ni el trabajo así que, ¿por qué no me iba a ir bien? En 2010 junto con un amigo montamos Izharia, desde el principio tuvimos mucho trabajo y también mucha suerte, porque siempre tienes que tenerla, y ha sido una carrera meteórica.
«Los micromachismos están implantados en la sociedad y a través de la educación poco a poco irá cambiando. Lo bueno es que ahora las nuevas generaciones se lo plantean todo, tanto ellas como ellos»
-Cumplís este año vuestro décimo aniversario, con casi cien empleados y en la cúspide de la ingeniería. No está nada mal.
-Sí, tenemos casi cinco millones de facturación, lo que no está mal para una ingeniería y trabajamos en varios países. Estamos en un momento “goloso”, la empresa está muy estabilizada y somos un equipo muy unido.
-¿Cuál es su fórmula para conseguir algo así?
-Ha sido un trabajo, no de mil horas, pero sí de pico y pala y sobre todo buscando a un buen equipo. Cuando quieres hacer algo tienes que estar con los mejores, con gente que se implique, no que colabore.
Y ahí estamos, tenemos un equipo directivo muy chulo y en los próximos cinco años se nos abren muchas aventuras por delante. Estamos en un momento de cambio en Europa, con la apuesta por las renovables, con el cambio a lo digital, un momento en el que hay que ser respetuosos con el medio ambiente y hay que cuidar a las personas, porque cada persona tiene un valor.
-Ahora que está en lo más alto de la empresa ¿ha cambiado su forma de ver las cosas?
-Esta mentalidad de que hay que cuidar a las personas la tuve desde el principio. Yo desarrollo mucha labor de madre o de padre, porque es verdad que en la empresa hay mucha gente joven que tienen niños o circunstancias familiares, e intentas echarles una mano.
En el peor momento de mi vida en el que mi hijo con dos años casi se ahoga estuve a punto de dejar de mi empleo, pero fue mi marido quien me dijo: vete a trabajar, los próximos quince días me quedo yo con él. Y a mí eso me liberó. Se trata de no poner trabas a la gente para que pueda trabajar. Y si mañana tus niños están malos quédate a trabajar en casa con el portátil. Si la gente es buena y es buen profesional hay que abrirle puertas y darle oportunidades.
-¿En qué cree que puede ser diferente el hecho de que una mujer esté dirigiendo una empresa?
-Yo soy una enamorada de los equipos mixtos porque cada uno aportamos cosas diferentes. Las mujeres aportamos la parte más humana en la dirección y la gestión. Como somos creadoras de vida, lo vemos todo desde otro punto de vista. Vemos más de una salida cuando se nos presenta un problema y eso para la empresa es muy bueno. También somos muy trabajadoras y organizadas.
-El año pasado recibió el Premio europeo a la mujer emprendedora de la Asociación Europea de Economía y Competitividad. ¿Qué supuso para usted?
-En realidad el primer “susto” me lo llevé en 2018 cuando ASEME, la Asociación de Empresarias de Madrid me dio el Premio Mujer empresaria 2018. No me lo podía creer. Así que el de 2019 fue casi una continuación, igual que el que nos dio recientemente la Comunidad de Madrid a Izharia, el premio a la Mejor Ingeniería Eléctrica y de Renovables.
El primero te impacta más y los siguientes te encantan, le dan sentido a la pregunta que me he hecho durante veinte años “por qué habré estudiado Ingeniería, con lo que sacrifiqué por esta carrera tan difícil”. Son un reconocimiento a tu profesión, al esfuerzo…
“El proyecto ‘Mujeres Influyentes de Asturias’ tiene como objetivo que unas tiremos de otras y ser un referente para más mujeres dentro de la sociedad”
-¿Son necesarios este tipo de reconocimientos?
-Con estos premios lo que se intenta es ofrecer referentes para otras mujeres y que vean que ellas también lo pueden conseguir. Yo empleé toda la vida a trabajar y a tener hijos y no me he dedicado al mundo del asociacionismo, pero un día me propusieron hacerme de la Sociedad de Empresarias de Madrid. Y el haber ganado el Premio a la Mujer Empresaria 2018 me dio visibilidad. Cogernos de la mano y tirar para arriba unas de otras, darnos a conocer es muy importante. Es una cosa que las mujeres no hacemos todavía, yo peleo con las que conozco que van de casa al trabajo y del trabajo a casa. Les digo que tienen que darse a conocer, porque, aunque sean muy buenas trabajadoras hay que conseguir más. Y la visibilidad te la da el asociacionismo.
-¿Cómo surgió lo de participar en el proyecto ‘Mujeres Influyentes de Asturias’?
-Fue Beatriz Recio, la periodista impulsora de la red quien me animó. Me llamó un día y me dijo que iba a lanzarlo en Asturias y que yo, junto con otras mujeres asturianas, representábamos un referente de mujeres empresarias o directivas. En la fundación hay mujeres del mundo de la política, de la empresa… El tema es un poco lo que decía antes: tirar unas de otras y ser un referente para otras mujeres dentro de la sociedad. Que las niñas nos conozcan y cuando quieran dirigir su vida tengan referentes.
También me encanta por tener una conexión con Asturias y poder participar en mi tierra.