A través de la carretera AS-12 se asciende hacia el paisaje interior de Boal, que permite disfrutar de los contrastes de vegetación existentes entre las montañas, y los valles y bosques de ribera. Es momento de empaparse de historia y cultura boalesas, sus tradiciones y oficios.
En una clara apuesta por el turismo que busca paisaje verde, Boal ha realizado una importante tarea de señalización y puesta en valor de recursos. Uno de ellos son los miradores que, situados en lugares estratégicos, ubican el contexto geográfico y ofrecen una panorámica del paisaje interior boalés, así como de la costa del occidente asturiano y la mariña lucense.
Cinco rutas perfectamente señalizadas y acondicionadas permiten al caminante acercarse a toda esta riqueza natural, paseando desde la espectacularidad de Penouta al bosque autóctono de Froseira; y conociendo de cerca los cortinos y molinos, o los embalses de Doiras o Arbón. Tras la caminata, hay espacios para tomarse un respiro, como las áreas recreativas de Puente de Castrillón, Llaviada o Penouta.
Además Boal tiene una rica historia, alejada de la gran monumentalidad. La historia del saber hacer y de la tradición bien conservada, que va desde las pinturas de la Cova del Demo, pasando por el Castro de Pendia -enclave estratégico dentro de la rica cultura castreña de todo el Parque Histórico del Navia-, o los legados que nos dejaron los que en su día fueron a intentar encontrar fortuna a ultramar. Los americanos o indianos fueron los artífices de las Escuelas Graduadas, el Lavadero de Boal, Casa del Zanco, Villa Anita…
En la localidad de San Luis se refleja este fenómeno de la emigración a ultramar, en el Museo de la Emigración. Allí se explican las causas, formas, historias humanas y la labor tan importante llevada a cabo en el concejo por la Sociedad de Naturales de Boal en la Habana, gracias a su acertada decisión de invertir en educación.
Boal fue también tierra de “ferreiros” -fundamentalmente de claveros- y de apicultores, creando entre Boal y miel un binomio indisoluble. También se puede realizar un acercamiento a estos dos oficios yendo a Rozadas y Los Mazos, donde se encuentran respectivamente el Centro de Interpretación de la Artesanía del Hierro y la Casa de la Apicultura.
Precisamente la miel es el gran atractivo turístico del otoño en la localidad, sobre todo a través de la XXV Feria de la Miel, buena excusa para alojarse en algunos de los variados establecimientos hoteleros, probar los manjares gastronómicos de los restaurantes y disfrutar de una naturaleza intacta. Pinche aquí para ver más reportajes de este concejo