A tan sólo diez minutos de la capital del Principado, Morcín ofrece lo que todo visitante busca: paisaje y gastronomía. Para lo primero, hay que estar dispuesto a caminar y perderse por las numerosas sendas que hay en el concejo. El resultado se puede predecir de antemano: Morcín enamora, y la conquista ya es absoluta cuando llegamos al segundo punto, la gastronomía.
A Morcín hay que ir entrando paso a paso. El concejo es fácilmente identificable por su ubicación en las estribaciones de la Sierra del Aramo y por la masa caliza del Monsacro, que los morciniegos denominan la Magdalena. De ella se cuentan muchas leyendas, algunas de tesoros sarracenos y de veneradas reliquias, y aunque cuenta con dos bellas ermitas medievales dignas de visitar, buena parte de su éxito reside en la impresionante vista que regala cualquiera de sus cimas -el Cuitu Ramiru, también conocido como Pico Monsacro, el Llanu Villar, la Fayona y el Pico Marieyu-, ya que si el día está despejado es posible ver desde la línea de costa hasta los Picos de Europa. Para llegar hasta las capillas hay varios senderos: el más frecuentado parte desde La Collada, pero también es posible acceder desde Viapará o desde Los Llanos.
El pico Monsacro (1.504 m.) es sin duda uno de los más conocidos en la zona, pero hay otro que también frecuentan vecinos y visitantes y que permite plantear diferentes recorridos. Se trata del Llusorio, una cima de 997 metros que es punto geodésico divisorio de los concejos de Morcín, Riosa y Mieres. La ruta más sencilla parte de la aldea de La Figar, y permite llegar a la cumbre en aproximadamente hora y media, aunque por el camino vale la pena detenerse a disfrutar de las hermosas vistas desde el Mirador de Pando.
Desde la cima de otro de los picos que custodian al concejo, La Mostayal (1.304 m.),
también se puede contemplar una estupenda panorámica. Una de las rutas de acceso más habituales tiene el punto de partida en Peñerudes, lo cual permite conocer el torreón medieval del siglo XV que toma ese mismo nombre, levantado en una prominente colina con el objetivo de servir de defensa a la ciudad de Oviedo. Aunque su ubicación da a veces lugar a confusión -al hallarse separado por un collado del resto de la sierra- La Mostayal forma parte también de la Sierra del Aramo, al igual que la Gamonal, una cumbre que comparten los vecinos concejos de Morcín y Riosa.
Algunos senderos, como el de la Ruta de Los Molinos, pueden realizarse en bicicleta de montaña, teniendo en cuenta que la orografía del concejo es exigente y que hay que tener buenas piernas para afrontar algunas de las pendientes. El punto de partida puede ser La Carbayosa, y el recorrido va parejo al río Morcín para finalizar en el Molín de la Ponte. En el transcurso se encuentran varios molinos, algunos todavía en activo.
Caminando por los senderos del concejo encontramos vestigios de su pasado minero, de hecho algunas de las rutas señalizadas llevan el nombre de las minas de la zona, como la Ruta Mina Pandiella, un recorrido muy sencillo de aproximadamente una hora de duración, que transcurre entre los pueblos de Villar y La Roza por un antiguo camino ganadero; también la Ruta Mina La Esperanza es de fácil acceso y recorre una antigua trinchera a la que se puede acceder desde distintos puntos del concejo.
El entorno del embalse de los Alfilorios también posibilita un pequeño paseo, perfecto para que familias con niños puedan disfrutar del lugar y del área recreativa de la zona norte del embalse. La belleza y la tranquilidad que se respira en este rincón supera con creces el inconveniente de la escasez de servicios hosteleros en la zona, aunque próximamente llegará la solución a este problema, con la apertura de un hotel en La Piñera.
Morcín, un concejo en expansión
Para llegar hasta este municipio de 50 km2 hay que adentrarse en la Montaña Central, un territorio que creció con la minería durante los siglos de esplendor y que ahora, reconvertido, ofrece otros recursos. Morcín es un buen ejemplo de ello: a pesar de que en su territorio aún funciona un pozo minero, el Monsacro, el concejo ha empezado a mirar en nuevas direcciones, aliándose con otros municipios del valle del Caudal para diferentes proyectos. Además, las buenas comunicaciones le han aportado un aliado inesperado, la capital ovetense, y en los últimos años muchos de sus habitantes han elegido este municipio para fijar su residencia. Buscaban un entorno rural, donde se respirase tranquilidad y se disfrutase de espacios verdes, todo ello sin perder la cercanía al centro de Asturias. El resultado de la ecuación fue el concejo morciniego y de forma especial la localidad de Santa Eulalia (o Santolaya), que en los últimos años ha visto incrementada su población con la implantación de zonas residenciales.
La Foz se apunta al grafiti
Desde el pasado mes de agosto la fachada de un edificio de La Foz ha renovado su apariencia gracias al trabajo del conocido grafitero César Frey, más conocido como El Séptimo Crío. La obra muestra motivos asturianos generales como la sidra y las manzanas, y locales como el pozo Monsacro y las capillas de la Magdalena, y es una buena forma de promocionar lo que el concejo ofrece al visitante. Con su ejecución se cumple así el deseo de un conocido morciniego ya fallecido.
Para César Frey la obra ha constituido todo un reto debido a las características del encargo. Para llevarlo a cabo utilizó una jirafa hidráulica y ”fue complicado, porque cuando dibujas lo haces frontalmente y luego tienes que pensar en cómo quedará a nivel de calle, cómo quedará dimensionado. Además los andamios tampoco te permiten ver cómo discurre la obra en su totalidad, y tienes que improvisar la mitad de los dibujos”.
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