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lunes 14, octubre 2024

El agua… ¿infinita en Asturias?

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Somos agua o, dicho de otra forma, sin agua, no somos. Y aquí en Asturias, con la que está cayendo en el resto de la península, la situación es de normalidad en cuanto a la disponibilidad de agua. Si bien es verdad que los caudales de los ríos son bajos porque tuvimos un comienzo de año bastante seco, los embalses tienen unos niveles más que aceptables. Los Alfilorios se aproxima al 70% de su capacidad, Arbón supera el 90%, La Barca algo menos del 48%, Doiras llega al 85%, Salime alcanza los 80% y Tanes supera el 81%. Estos son los datos que a día de hoy proporciona la Confederación Hidrográfica del Cantábrico.

Asturias dispone de un recurso total de agua superior a la demanda anual, sin embargo, en años muy secos se puede producir riesgo de desabastecimiento por la insuficiente capacidad de regulación del actual sistema, un hecho que se puede ver agravado por el cambio climático. Si este verano no llueve lo suficiente, advierten que, posiblemente en septiembre haya que tomar alguna medida de contención del consumo. Y como no se almacena la misma agua en unas cuencas que en otras para garantizar el suministro a todos los concejos asturianos en caso de sequía, el pasado año el Principado aprobó una inversión de más de 430 millones de euros hasta 2030 para la construcción de una red de arterias y canalizaciones para hacer esto posible.

Por contra, en la mayor parte de nuestro país la sequía es noticia y es problema. He leído que se declara situación de sequía cuando las lluvias suponen menos del 30% de lo que tendría que ser habitual y que existen una serie de indicadores de escasez que permiten que los sistemas de abastecimiento se puedan situar en prealerta, alerta o emergencia. En el primer estadio se extremaría la vigilancia y se controlarían las posibles fugas; en el segundo, se reducirían ciertos consumos públicos y en el tercer estadio, el de emergencia, se limitarían los usos no necesarios, como regar jardines, lavar el coche, llenar piscinas, etc. Las cosas no pintan nada bien y eso que aún no ha llegado el verano. A estas alturas tenemos ya un 20% del país en nivel de prealerta, un 13% en alerta y un 14% en situación de emergencia por escasez de agua. Y la escasez de lluvia no solo afecta a los embalses sino también a las tierras de cultivo. La sequía se ha llevado por delante en la mitad sur de la península gran parte de la cosecha de cereales, fruta y hortalizas, y también en todo Levante, Aragón y Cataluña. Y sumado a eso, la ganadería está en jaque: al no haber pastos hay que alimentar a los animales con pienso, y eso supone un fuerte incremento en los costes para el sector que acabará repercutiendo también en el consumidor. Los precios subirán de forma generalizada y harán que la cesta de la compra sea aún más cara de lo que la estamos pagando hoy.

La sequía, aunque estemos en Asturias, ha llegado a nuestras vidas y es motivo de preocupación de gobiernos, empresas y ciudadanos. El agua, ese bien que pensábamos que era infinito resulta que ahora está amenazado y escasea. Lo llaman el nuevo ‘oro azul’ y dicen que podría desbancar al petróleo como materia prima más preciada. ¿Tenemos nosotros esa valoración del agua? Creo que no. Tendemos a un excesivo consumo o al desperdicio porque no otorgamos al agua el valor que merece. Prácticamente todo lo que hacemos los seres humanos de las sociedades industrializadas se puede hacer con la mitad del agua.

Joaquín Araújo, en su libro Somos agua que piensa, dice que mientras no entendamos que todos somos hermanos del agua, no habrá cambio posible en la relación que tenemos con ella y con el planeta en general. Y añade que “cuanta más agua haya en libertad, es decir, agua no usada directamente para nuestras necesidades lucrosas de despilfarros, es un agua infinitamente más valiosa que la que está en las cañerías. Porque es el agua de la vida, de la continuidad de la vida, de la belleza y de todos los futuros”.

Instituciones públicas y privadas con la ayuda de los ciudadanos deberíamos combinar medidas de conservación, gestión, adaptación climática y educación y sensibilización sobre el agua. Es necesario que todos adquiramos una visión común y un compromiso compartido. Solo así construiremos un territorio más resiliente frente a la escasez de agua. El primer paso para conseguirlo es conocer su existencia.

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