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sábado 4, mayo 2024

El pequeño comercio, ¿sueños rotos?

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Esta mañana me he acercado a la ferretería de mi pueblo a comprar unas perchas adhesivas y como no tenían en ese momento, Isabel se ha ofrecido, como lo hace otras ocasiones a conseguírmelas: “ya te aviso cuando las tenga”, me ha dicho. En este pequeño negocio tienen un poco de todo, pero yo diría que las manos de Isabel y su marido, Julio, son las que te solucionan más problemas. Observan y escuchan a los vecinos y se buscan la vida para adaptar su oferta e incluso ampliarla a las necesidades del entorno. Son unos supervivientes.

Creo que las personas que están detrás de los mostradores de las tiendas de pueblo, ya no digamos nada de los bares, tienen un papel fundamental en la supervivencia del medio rural. Son como el latido, si existen es porque el pueblo está vivo. Y su permanencia depende en gran parte de nuestro compromiso de seguir comprando. Es como una especie de acuerdo, no escrito, entre las dos partes: permanencia a cambio de fidelidad.

Aun así, el pequeño comercio se encuentra en peligro de extinción ya no solo en los pueblos -donde el problema se agrava- sino también en las ciudades. Cuando paseas por las calles de Oviedo, Gijón o Avilés, es habitual encontrarte con carteles como “Liquidación por jubilación”, “Se traspasa”, “Se vende”, “Se alquila”, “Cierre” … El pequeño comercio se ha hecho aún más pequeño a la sombra de las grandes superficies al no encontrar relevo generacional, no poder hacer frente a la subida de los impuestos, sufrir los efectos de la inflación y la subida de precios o el alza de las cotizaciones a la Seguridad Social. Y aun con eso, si alguno sigue ‘aguantando’ algunos años hasta que le llegue la jubilación, puede que sea a costa de sus ahorros, como me confesaba Carmen, una de las peluqueras del pueblo, antes de cerrar las puertas de su negocio el pasado año.

Durante 2023 se han perdido 560 trabajadores autónomos en el sector del comercio, la rama de actividad que en Asturias tiene mayor porcentaje de trabajadores por cuenta propia, según datos de la Asociación de Trabajadores Autónomos del Principado (ATA). Pero es que más de 6.000 autónomos superan los 60 años y 3.000 tienen más de 63. Con esta evolución en cuatro años se van a perder casi 5.000 negocios en la región, según datos de ATA.

Una cosa es manejar números y otra pisar la calle, acordarte de personas que has conocido al frente de distintos negocios y ver la incertidumbre con la que viven ahora, la esperanza que pierden cada día cuando ven los pocos clientes que se acercan a sus negocios y se animan a comprar; el miedo que tienen a que el dinero no les llegue para pagar el crédito, pero, sobre todo, duele ver cómo se desvanece un sueño por el que un día lucharon con todas sus fuerzas, en el que pusieron toda su ilusión y hoy agoniza.

Asociaciones del sector creen que a pesar de que la situación es crítica aún hay tiempo para recuperar el pequeño comercio. ¿Cómo? Relanzando iniciativas y medidas para hacerlo más competitivo. Por ello piden que el Principado recupere competencias en materia de comercio interior para que sea quien decida temas como las fechas de rebajas o los horarios comerciales, calendario que hoy por hoy, dicen que está marcado por las grandes superficies. Ven también fundamental que se reduzca la presión fiscal y la burocracia para facilitar el buen desarrollo de los negocios, pues supone un palo en la rueda en un momento tan crítico como el actual. Y, por supuesto, desarrollar un plan de relevo generacional.

La respuesta del Principado -según este colectivo- ha sido positiva, el Gobierno está receptivo y preocupado por la situación. Reconocen que las medidas planteadas suponen transformar nuestro tejido productivo, pero ¿quién dijo miedo? Como dice el exconsejero regional y economista, Jesús Arango, “Asturias debe sacudirse su aversión al cambio”. Distintas ciudades europeas -Burdeos, Ámsterdam- ya han realizado una apuesta clara por el comercio de proximidad con muy buenos resultados e implicando a través de planes municipales tanto a agentes públicos como privados. Pueden ser unos referentes a seguir.

No debemos de olvidar que el pequeño comercio durante la pandemia se convirtió en un ‘sector estratégico’, fue un escudo frente al desabastecimiento, y todos les aplaudimos desde los balcones. Eso debe tener un peso. ¿Quién nos dice que una situación similar, por otros motivos, no se vuelve a producir?

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