Tras un verano crudo el otoño ha llegado suave y sin ganas de llover, lo que desconcierta al personal y hace peligrar las reservas de agua.
La nieve se retrasa este año y en los armarios conviven las camisetas con los abrigos que uno no termina de ponerse. El tiempo es inestable, en todos los sentidos. La crisis económica es un aguacero constante que acapara titulares un día sí y otro también; y la crisis política, que afortunadamente este mes resolverá importantes dudas, va acumulando borrascas. Pero mientras, el tiempo pasa y otras crisis de importancia esperan en segundo plano. Una fundamental es la crisis del agua, que aunque es generalizada no deja de resultar chocante que en una región como la nuestra se estén dando situaciones de prealerta por escasez. Es nuestra responsabilidad racionalizar su uso, aunque solo sea por solidaridad, y ser conscientes de las deficiencias de una red de infraestructuras en la que se depende quizás en demasía de las lluvias. Otra crisis que se debe mencionar es la de un medio rural que agoniza sin que todavía se haya puesto remedio, cuando podría estar jugando un papel más activo en la economía regional con una mejor gestión, más apoyo y una pizca de entusiasmo por parte de quienes deben dirigir y no preocuparse de convocar tormentas dialécticas completamente estériles.
Como bien se dice unas páginas más adelante, en Asturias hay cantidad de recursos desaprovechados. Pero la abundancia no es igual a riqueza. Prados y bosques, ríos y mares, piden a gritos una gestión coherente que podría suponer unos puestos de trabajo muy necesarios, revitalizando un campo que tiene mucho que decir para el futuro de la región.
El sector forestal, al que empezamos a prestar atención, se perfila como una opción seria y con posibles para paliar los problemas económicos, energéticos e incluso ecológicos. Y pone además el acento en la mentalidad con la que enfrentamos el mundo: damos por hecho que contamos con un tesoro natural, y así es. Pero es necesario defenderlo invirtiendo cuidados, esfuerzo y trabajo para que no se pierda lo que hay.
Vivimos en un lugar privilegiado en muchos sentidos, y más si lo comparamos con la dureza de las condiciones de otras partes del globo. Sería bueno utilizar nuestras ventajas con inteligencia y visión de futuro, para mantenerlas en primer lugar, evitando dispendios, educándonos en la mesura en el gasto, y si es compatible con la conservación, tratar de obtener de ello un rendimiento equilibrado.
Por eso es necesario plantear cotidianamente –y no sólo cuando la necesidad apura- cómo utilizamos unos recursos que ahora nos sobran pero que no son infinitos. Cierto es que vivimos en un tiempo lleno de incertidumbres, pero en nuestra mano está desvelar algunas de ellas: tomando decisiones, asumiendo responsabilidades, cambiando la mentalidad.
Y sobre todo, si nos dejan, trabajando en y para Asturias.