Se acabó el tiempo. Ya no podemos perder más esperando que quienes tienen que remangarse la camisa y tomar decisiones, hagan el trabajo que les corresponde y por el que cobran un sueldo.
Una vez más, se demuestra que la clase política atiende a sus propios intereses y no a los que se le suponen, esto es, los de aquellos que acudieron a las urnas a entregarles el voto para gobernar Asturias.
Ahora, ante la imposibilidad de todos ellos de comunicarse y entenderse, nos vuelven a convocar a las urnas para que otra vez demos nuestro parecer. ¿Pero es que nuestro parecer importa? ¿Por qué tenemos que suponer que esta vez es la buena, que esta vez se respetará lo que las urnas digan? ¿Y si tampoco les gusta el resultado y de nuevo, unos y otros, vuelven a enrocarse en sus posiciones mientras se desangra Asturias? ¿Convocarán otras elecciones hasta que acertemos con lo que ellos quieren oír?
Hay algo fundamental que establece una diferencia entre ellos y el resto de los ciudadanos. Ellos tienen un puesto de trabajo y un sueldo asegurado todos los meses, o lo que viene a ser lo mismo, tienen tranquilidad, lo cual es más de lo que puede decir en estos momentos la mayoría de la población. Los demás miramos el reloj preguntándonos en qué momento se decidirán a gobernar, a ponerse de acuerdo, a dejar de lado partidismos y hacer algo útil para justificar el puesto y el sueldo. Pero a estas alturas, y viendo lo que hemos visto en el corto rodaje de esta legislatura en Asturias, poco podemos esperar por mucho que nos convoquen a unas nuevas elecciones. Quien tenía que gobernar no gobernó, mientras el resto se limitó a bloquear y esperar con los brazos cruzados a que algo como esto ocurriera. Simplemente dejar pasar el tiempo hasta que todo se deteriorase lo suficiente como para tener una nueva oportunidad de alcanzar el gobierno. Qué pobre forma de hacer política. Mientras, Asturias detenida, suspendida en el tiempo, esperando.
Concluimos de todo esto que por mucho que suponga un cataclismo para la economía asturiana, más en momentos de recesión, los importantes son y serán ellos.
Bien, está claro que sus preocupaciones y las nuestras están en galaxias distintas. Les quitamos el sueño durante quince días de campaña cada cuatro años. Después de eso, y una vez repartidos los puestos de poder, el resto es enredar y dejar pasar el tiempo. Y tiempo es lo que los demás no podemos perder.
No, porque tenemos un índice de desempleo brutal que en la región ya supera los 90.000 parados.
No, porque no hay perspectiva de generación de empleo, ni de recuperación del tejido empresarial que ya se ha perdido y que se sigue perdiendo.
No, porque las pymes no tienen margen para aguantar y echan el cierre. No, porque el tiempo se acelera para las familias que no ingresan. No, porque se van en masa los que están más preparados, que son los que podrían con un poco de apoyo levantar la economía. No, porque los que tienen ideas no tienen medios para emprender. No, porque nos están desmantelando el tejido social, abandonando a las asociaciones, retirando fondos a la cultura, mermando calidad a todos los servicios y prestaciones. No, porque están demostrando una capacidad de gestión nula y un endiosamiento peligroso.
En resumen, no podemos esperar por ellos porque es evidente que hace tiempo que ya nos han dejado solos.
Y aunque mucho se podría añadir sobre unos gobernantes que cobran pero no gobiernan, vamos a centrarnos en lo que sí da resultados inmediatos: los ciudadanos. Ciudadanos que por fortuna ya se están moviendo por su cuenta. Agrupándose, sumando ideas. Supliendo la falta de medios con imaginación y trabajo. Ciudadanos que no esperan a que les convoquen, sino que convocan. Ciudadanos que organizan. Ciudadanos que ya no miran a las instituciones buscando quien les oriente, sino que toman decisiones necesarias. Ciudadanos que solucionan, que ponen en marcha, que se brindan apoyo mutuo, que abren cuando les cierran, que inventan, que no se cruzan de brazos ni miran arriba aguardando una gestión política que no va a llegar. Eso sí funciona, de hecho es prácticamente lo único que funciona.
Es un error esperar. Vivimos en tiempos distintos. A ellos ya les llegará su hora. De momento es la nuestra.
Hora de actuar.