Leo esta semana que un hombre se cuela en un hospital de Miranda de Ebro para denunciar la gran mentira del Covid-19. Para poner en valor su tesis se cuela en el centro sanitario cerrado al público y graba con su móvil durante 15 minutos distintas dependencias en su afán de rebatir que exista una fuerte presión hospitalaria. El paseo se realiza por zonas de escasa afluencia, visita algún quirófano… todo está en calma y mientras, se le oye decir en tono de cierto sarcasmo que los médicos y enfermeras corren por doquier y que moriremos todos infectados. En ningún momento llega a la zona restringida donde permanecen 39 pacientes ingresados. Ese video corre como la pólvora por los grupos de Telegram.
En noviembre una enfermera del centro de salud del Parque Somió de Gijón que atiende a pacientes de Covid-19 en sus domicilios, fue agredida a la salida de su trabajo por un negacionista que le gritó que los sanitarios eran cómplices de una mentira que estaba arruinando a todos, mientras le quitaba su mascarilla y la empujaba. El caso fue denunciado ante la policía.
Hace unos días, varios centenares de personas se manifestaban en Madrid, al grito de “Illa, Illa, Illa fuera mascarillas”, “Queremos respirar” o “Queremos libertad”, sin respetar las distancias de seguridad, sin mascarillas y fumando por la calle. La manifestación fue disuelta.
Los grupos negacionistas defienden, sin ningún argumento científico, que el coronavirus es una mentira y un instrumento para manipular a la población, otros no se fían de la vacuna y por supuesto las mascarillas no nos protegen del coronavirus.
Las teorías de la conspiración no son algo nuevo pero la crisis del coronavirus ha creado el escenario perfecto para que este movimiento ser reproduzca como las setas, generando una especie de tormenta perfeta de miedo, duda e incertidumbre donde la ciencia no ha puesto luz desde el minuto uno. Con cada ola surgen más bulos, más teorías conspiranóicas. ¿Quién nos iba a decir que en plena era de la información y circulación de noticias, cuando pensábamos que íbamos a estar mejor informados, habría gente discutiendo si la nieve es plástico? Tener más información no es estar mejor informados.
Ya lo adelantó Umberto Eco en 2015: “El drama de internet es que la opinión de los tontos y necios se sitúa al mismo nivel de relevancia que la de un Premio Nóbel. Al mismo nivel de portador de la verdad. Cuando antes esos tontos y necios emitían sus opiniones en el bar después de un vaso de vino, eso no trascendía y no dañaba a la comunidad”. La ignorancia es el caldo de cultivo idóneo para populismos y fascismos, nos alertan los analistas y expertos. De hecho, este movimiento, por así decirlo, no está formado por un solo bloque sino una amalgama de personas y movimientos dispares con el coronavirus como nexo de unión, la excusa perfecta para, aprovechando el momento que vivimos, generar desconfianza hacia las instituciones, la ciencia o indignación hacia las medidas sanitarias. Las redes sociales ayudan a que sus opiniones circulen como la pólvora, calen en más gente y se convierta en un movimiento más transversal.
El movimiento negacionista, es totalmente minoritario, pero va tejiendo sus redes por todo el planeta sin excepciones. De las protestas y movilizaciones parece que algunos quieren pasar a las amenazas y los ataques según los comentarios que pueden leerse en el canal que más utilizan, Telegram. Allí plantean atacar a políticos, sanitarios, policías o periodistas frente a lo que denominan el “fascismo sanitario”.
Todos tenemos derecho a creernos o no lo que está pasando, tenemos libertad de opinión, de creer o no en la existencia del virus, pero la realidad es que los datos están ahí. Hoy, 5 de febrero, Asturias suma 6 muertes más y casi 400 positivos en las últimas veinticuatro horas. Han ingresado en los hospitales 85 personas, 11 de ellas en las UCIs. El Huca está al 64% de nivel de ocupación, en Gijón solo hay libres dos camas en intensivos y Mieres acaba de convertir la planta precovid en un área de reanimación.
El mirar hacia otro lado en algo tan evidente puede ser un mecanismo de autodefensa ante el miedo o la incertidumbre que provoca este virus que nos ha sacado de nuestra zona de confort, generando sufrimiento y dolor. La otra opción es enfrentarse a ello ya que se trata de una situación que afecta a toda la humanidad. Nos guste o no estamos interrelacionados, dependemos unos de otros tanto para vivir la situación como para salir de ella. No existen islas por mucho que se empeñen un puñado de personas.
Así que nadie mejor que los científicos para dar a conocer las investigaciones que se están llevando a cabo, así como los resultados que nos llevarán -esperemos más pronto que tarde- a la solución de esta y otras pandemias que están por llegar. Su comunicación no solo debe ser veraz y basada en el conocimiento sino también asequible para que todos los ciudadanos podamos entenderla. La mejor manera de contrarrestar el negacionismo es reforzando la confianza en la ciencia y estar más que nunca bien informados. Frente a la ignorancia, el conocimiento.