Hace poco más de un mes los asturianos pudimos conocer un informe, preparado por un grupo de más de cuarenta expertos, sobre el cambio climático y cómo afectará a nuestra región. Lo hicieron a petición de la administración regional y el resultado es poco menos que demoledor.
Las predicciones indican que de continuar con el mismo nivel de emisiones de gases de efecto invernadero Asturias podría, a final de siglo, dejar de ser el Paraíso Natural para convertirse en una segunda costa mediterránea, lo que transformaría por completo la fisonomía y economía de la región.
La noticia provocó reacciones de rechazo entre los que empezaron a imaginar una Asturias sin urogallos y salmones, poblada por insectos exóticos y con un fuerte retroceso en la línea de costa. Imagínense que nos quedamos sin la playa de San Lorenzo y muchas de las pequeñas calas que caracterizan nuestro perfil. O que perdemos también los bosques de hayas y castaños mientras ganamos en encinas y alcornoques.
Hay quien ve en las predicciones de los científicos un puñado de augurios alarmistas. Cierto es que nadie puede asegurar qué sucederá en el futuro. Pero también es cierto que hasta ahora la balanza no se ha inclinado a nuestro favor. En la década de los setenta los científicos avecinaban que en cincuenta años la capa de ozono se diluiría en un tres por ciento. No hizo falta esperar tanto: diez años más tarde ya se obtenían esos resultados.
Las evidencias del cambio climático están claras y a poco que uno se esfuerce puede comprobarlo por sí mismo. Se están produciendo cambios, algunos evidentes, otros apenas perceptibles. A las costas asturianas llegan peces exóticos propios de mares más cálidos, y el aumento de la temperatura del agua amenaza a las pesquerías de sardina, anchoa y angula. No hay más que preguntarle a cualquier campesino entrado en años sobre el constante orbayu y los inviernos de antaño, mucho más fríos.
Como aseguran los estudiosos, el cambio climático no es una novedad, sino que lleva sucediendo desde el principio de los tiempos. Si acaso la diferencia es que antes llevaba otro ritmo, otra cadencia, y ahora debido a la actividad humana ha decidido emprender una carrera de fondo y mostrarse a una velocidad galopante. Por eso no debemos sorprendernos ante los resultados de este nuevo informe, cuyo contenido, para ser sinceros, no difiere demasiado de lo ya avanzado hace dos años en Asturias por varios expertos en el tema. Entonces no se mencionó al temido mosquito tigre, pero sí conocíamos más que de sobra los cálculos sobre una posible pérdida de terreno costero por la subida del nivel del mar, el mayor riesgo de incendios ante un aumento de temperaturas, el cambio en los cultivos y la posible desaparición de especies vegetales y animales.
‘Hay quien ve en las predicciones de los científicos un puñado de augurios alarmistas. Cierto es que nadie puede asegurar que sucederá en el futuro. Pero también es cierto que hasta ahora la balanza no se ha inclinado a nuestro favor’
Porque, no nos engañemos, Asturias es una pequeña isla dentro de un contexto global que se ve amenazado ante el cambio climático. Aún en el caso de que se cumplieran los peores vaticinios para esta región, habrá muchas otras que desearían tener nuestras condiciones. Si aquí puede haber un segundo Mediterráneo, en otras zonas habrá llegado el más árido de los desiertos, por no hablar siquiera de muchos países pobres que verán agravadas sus condiciones ya extremas de habitabilidad.
Lo que revela el estudio motivo de estas líneas no dejan de ser pronósticos y como tal debemos valorarlo. Sin escandalizarnos, sin asustarnos, pero tampoco cruzando los brazos y mirando para otro lado. La cuestión es si seremos capaces de prestar atención y esfuerzos a un problema de tamaña magnitud, que requiere de una colaboración absoluta entre tantos sectores, olvidando por un momento el interés particular por el bien global. ¿Estaremos preparados para ello? ¿Podremos adaptarnos a unas condiciones tan diferentes?
De momento disfrutemos de lo que tenemos. Este año la primavera nos ha obsequiado con una espectacular floración del manzano que no sabemos cuándo podrá repetirse. §