Este verano hemos asistido al boom de las carreras “extremas”: trails, largas distancias, ironmans… y Asturias desde luego no ha permanecido ajena a una moda en la que tiene mucho que aportar. Los parajes naturales, que vienen de serie, son el primer paso para un esfuerzo organizativo nada desdeñable.
El riesgo en este tipo de competiciones es inherente, y se trata de minimizarlo; eliminarlo es imposible. Quizá por eso, los deportistas agradecen estos retos, y los espectadores responden cada vez más a estas convocatorias donde no falta una cierta dosis de épica.
Tampoco hace falta, de todos modos, lanzarse a subir a los lagos de Covadonga a la pata coja, o correr tres días seguidos por los picos de Somiedo. Lo que para uno es un paseo para otro es la hazaña de su vida, y en esa variedad es donde nos movemos. Asturias cuenta con un potencial tan interesante que no nos cansaremos nunca de promocionar las grandes gestas, pero tampoco esas pequeñas rutas de senderismo que cada concejo se esfuerza por tener en condiciones, y que ofrecen tremendas recompensas para relativamente poco esfuerzo.
El deporte como potencial turístico no es nada nuevo, pero aún así no dejan de aparecer nuevas vertientes, que se unen a las ya conocidas: el Descenso del Sella, la subida al Angliru, la nieve que ya está a punto de llegar… Al deportista le gusta viajar, si el reto que le ponen está a su altura. Y se convierte en un turista muy apreciado en destino, de perfil tranquilo y necesidades muy específicas. La oferta que sepa captar ese público tiene el éxito asegurado.