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miércoles 4, diciembre 2024

¿Veraneantes o refugiados climáticos?

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Aunque nos encontramos en el ecuador del verano, podemos decir alto y claro que Asturias a momento de ahora supera con creces las expectativas turísticas. No lo decimos nosotras sino empresas del sector que aseguran que las reservas de plazas de alojamiento para este mes de agosto están prácticamente al completo y los teléfonos siguen sonando en busca de algún hueco de última hora. Las expectativas no eran nada halagüeñas, el repunte de contagios por covid, la inflación desbordada y el alto coste de la vida se pensaba que iban a desanimar al ciudadano, pero no ha sido así. El verano funciona en Asturias.

También jugamos con ventaja. Nuestro clima suave, la diversidad y una meteorología amable han sido un tirón importante mientras todas las comunidades estaban en alerta roja por las altas temperaturas. Se han superado los 40 grados en casi toda España, las noches tropicales impiden conciliar el sueño, las aguas del Mediterráneo se han convertido en una sopa a 30 grados y los incendios devoran bosques y cercan poblaciones. Todo esto está provocando que muchos ciudadanos busquen lugares apacibles donde pasar sus vacaciones o tomarse un descanso. Y en medio de todo este caos climático el Principado ha sido la única comunidad que no ha estado en alerta por calor.

Ya en el verano de 2021 se batieron todos los récords de visitantes en la región y este año la tendencia se repite. ¿Cómo será el siguiente? ¿Es solo una cuestión de veraneo? El factor climático -nos tememos- tiene mucho que ver con este comportamiento. Un informe publicado a finales del pasado año por el Banco Mundial advertía que en 2050 216 millones de personas podrían verse obligadas a desplazarse de sus residencias habituales, dentro de su propio país, por motivos climáticos. Y salvando las distancias algo así está empezando a ocurrir en España. Las temperaturas de este verano se siguen aproximando cada vez con más frecuencia a los 50 grados, solo se libra Asturias y parte de la cornisa cantábrica que se está convirtiendo en una especie de oasis en mitad del desierto. Un oasis que recibe cada año a miles de personas que huyen del calor y las aglomeraciones, miles de refugiados climáticos procedentes de la meseta o del Mediterráneo.

¿Está preparada Asturias para ser un refugio climático? Somos una región pequeña y no creo que tengamos mucha capacidad de acogida por razones obvias. Son ya muchos los empresarios que este verano están pidiendo ordenar el flujo turístico en zonas de máxima afluencia para mejorar la movilidad de los visitantes: el acceso a los Lagos de Covadonga, al Santuario, la Ruta del Cares, la playa de Gulpiyuri o el Mirador del Fito son solo algunos de estos destinos saturados.

Por otro lado, tampoco estamos al margen del calentamiento global, este verano sin ir más lejos, hemos sufrido temperaturas por encima de lo normal para estas fechas. En Somao, por ejemplo, y debido a las pocas lluvias caídas en agosto, han tenido que restringir el uso del agua -para riego, piscinas, lavado de coches- por tener bajo mínimos los depósitos comunales. En Llanes, ante el incremento de turistas, tampoco descartan aplicar restricciones al subir más de un 20% el consumo de agua respecto al pasado año en estas mismas fechas. Son varios los municipios que reclaman un consumo responsable en esta época en la que turistas se unen a vecinos en el gasto diario de agua.

Nos consta que el tema de los efectos del cambio climático en la demografía asturiana es motivo de estudio por parte del Principado. Expertos que participan en estas investigaciones señalan que el calentamiento de la península podría ser una oportunidad para la región, pero solo si se aprovecha la reforma de la transición energética apoyándose en el uso de fuentes de energía renovables, si se promociona un nuevo sistema de consumo energético basado en la eficiencia y se ejerce un control del aumento del turismo que permita una forma de vida sostenible.

En septiembre o en octubre pueden pasar dos cosas: que estos visitantes regresen a sus ciudades y muchos de nuestros destinos se vuelvan a sumir en una especie de letargo hasta la siguiente temporada, o que se empiecen a plantear la idea de buscar un nuevo lugar de residencia, con un clima suave, rodeados de una naturaleza exuberante y de gente acogedora. Lo que no sabemos muy bien es hasta cuando nos durará todo esto.

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