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martes 19, marzo 2024

Beatriz Rico, actriz y cantante. Al habla con una rockera empedernida

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‘Desatada’, así se siente Beatriz Rico cuando se sube a un escenario para versionar grandes éxitos del rock. Y al tiempo que lo disfruta contagia irremediablemente su energía y el subidón de adrenalina. Satisfecha cuando recibe los aplausos de quienes escuchan su monólogo Antes muerta que convicta, un trabajo que desde hace tres años exhibe su alma y su pensamiento. La actriz asturiana vive en la permanente búsqueda del equilibrio pero sin renunciar a vivir intensamente.

Dicen de Rico que, además de bonita por dentro y por fuera, es bastante irreverente. Tal vez porque en su cuenta de Twitter da más de una sorpresa. Y aunque ella confiesa callar muchas cosas para no liarla, la verdad es que no lo consigue. La joven que enamoró a los españoles en su primera aparición en El Precio Justo, y que luego reinó en muchos escenarios, es hoy también una mujer comprometida que no duda en alzar su voz por causas solidarias o contra las injusticias.

-A tu conocida proyección artística en el cine y teatro hay que sumar una musical. ¿Cuál de ellas te hace más feliz?
-Supongo que esto será como cuando tienes varios hijos y te preguntan por el favorito, aunque yo soy un poco chaquetera. Cuando estoy en el teatro y escucho a la gente reír pienso ‘esto es lo mejor que hay’, pero cuando estamos en un concierto de rock con la gente pegando botes, la sensación de adrenalina y de libertad que experimento me parece increíble. Con los rodajes, cuando luego veo el resultado, me pasa lo mismo. Lo mío es algo vocacional y lo ideal es poder compaginarlo todo en su justa medida, porque si me falta alguna parte estoy coja.

Rico and Roll
Rico and Roll / Foto cedida por B.R.

Rico and Roll es el nombre de tu banda de rock. ¿Cuándo descubriste que servías para la música? ¿Por qué este género?
-Cuando era pequeña ya hacía playbacks de Tina Turner con el bote de laca Nelly de mi madre delante del espejo y cuando tenía diecisiete años me presenté a un concurso de imitaciones en la discoteca El Jardín. Fui de rockera cantando el famoso Fire and ice de Pat Benatar y lo gané, me dieron 5.000 pesetas. La vena del rock siempre la llevé conmigo, lo que pasa es que cuando empecé como actriz no estaba bien visto que quien hiciese teatro o cine se dedicase también a la música, perdías credibilidad. Yo me decanté por aquello en lo que sabía que tenía más talento: la interpretación.

Hace seis años, estaba de espectadora en un festival de rock en Segovia que se llama Vente al fresco, y como todas las canciones eran versiones las conocía y las cantaba. Entonces se bajaron unos chicos de un grupo que ya había tocado y me ofrecieron meterme en un estudio. Ahí nació la banda de rock, luego vinieron un montón de conciertos y un LP que se llama Sueños que no caducan.
La vida te da las cosas cuando ella sabe que es el momento, no cuando tú las quieres. Quién me iba a decir a mí que después de vieya, gaitera.

“Cuando era pequeña ya hacía playbacks de Tina Turner con el bote de laca Nelly de mi madre delante del espejo. A los diecisiete años me presenté a un concurso de imitaciones, fui de rockera y lo gané”

-¿Qué trabajo ha desnudado más tu interior?
-Claramente los dos monólogos, pero sobre todo el segundo, Antes muerta que convicta porque este texto es mío entero. El personaje es una loca divertida que tiene mucho de mí, de mis neuras y traumas, y en un momento determinado lo dejo y me pongo a imitar a Beatriz Rico. Y hablo de la labor de voluntariado que realizo en un hospital, porque quiero que la gente se ría, pero también tengo la responsabilidad de mandar un mensaje. El arte tiene que ser comprometido, sino pierde el cincuenta por ciento de su valor.
Esta obra tiene mucho de lo que yo soy, pero también lanzo pullas a personajes como Trump y sale mucha gente a la que quiero y a la que no quiero tanto. Pero mientras haga las cosas con educación y con humor todo entra y nadie se da por ofendido.

-No sería la primera vez que hablas y sube el pan.
-Y eso que me controlo un montón. A veces tengo que contar hasta diez porque veo unas barbaridades y unas injusticias que me hierve la sangre. La gente ya está harta de que las redes sociales sean un vertedero de odio y de infamia, y he aprendido que incluso cosas muy duras si las dices con educación no tienen por qué molestar.

El otro día hice un comentario a Mariló Montero, le dije: ‘Desde el cariño te digo que no se puede salir en una TV pública y hablar en contra de los trasplantes de órganos cuando en nuestros hospitales hay una lista de espera enorme de gente que está entre la vida y la muerte’. La gente me preguntaba que por qué se lo decía desde el cariño, y es que si lo digo desde la rabia el mensaje no llega. Si lo dices con educación la gente te lee y te respeta.

“A veces tengo que contar hasta diez porque veo unas barbaridades y unas injusticias que me hierve la sangre. La gente ya está harta de que las redes sociales sean un vertedero de odio y de infamia”

-Háblame de esa otra parte tuya tan desconocida: el voluntariado.
-Para mí es súper importante. Llevo ya seis años e intento no fallar nunca. Tengo un turno de un día por semana con pacientes mayores en el hospital y me siento muy bien haciéndolo. Creo que la vida me ha dado tanto que lo mínimo que puedo hacer es devolver esto, que en realidad es muy poco comparado con todo lo que me dan ellos a mí. No te puedes imaginar lo que supone dar un abrazo a una persona mayor que apenas tiene visitas y cuando lo haces ves que está temblando y te da las gracias. Cuando termino una función y la gente se pone de pie y te aplaude es maravilloso, pero cada día que salgo del hospital la sensación es muy parecida.

-Al hospital no va Beatriz Rico, el personaje.
-No, ahí voy yo con mi bata blanca. Un día me pasó una cosa muy divertida y es que una señora que iba a ver me dijo ‘no sabes cuánto te pareces a una actriz que salió ayer en Pasapalabra’. Y claro, era yo. Le respondí: ‘Asunción ya sé con quién me estás comparando, con Beatriz Rico’. Y ella asintió: ‘Sí, esa’. ‘Pero yo soy más joven y más guapa’ le contesté, y ella remató la conversación ‘Hombre por supuesto, donde va a parar, qué más quisiera ella’. Estas son cosas que te atrapan el corazón.
También hay días que son muy duros porque hay gente que se muere y a veces es la propia familia la que necesita hablar y tener compañía, pero generalmente cuando vamos nos llevamos sonrisas y mucho cariño.

-Al final, ¿es un intercambio?
-Ellos me dan mucho más. Yo como buena piscis que soy siempre tuve muchos altibajos en el estado de ánimo, pero cuando tú te centras en los demás dejas de mirar tu ombligo. Estoy convencida que las depresiones sobrevienen porque estamos muy centrados en nosotros mismos y le damos muchas vueltas a las cosas. Cuando necesitas entregarte a otras personas tienes una fuerza muy grande que no sabes de dónde sale, con lo cual, es algo que te retroalimenta.

«Una cosa muy importante en mi vida fue trabajar con Fernando Fernán Gómez porque me dio un prestigio que yo no tenía. En cada toma le preguntaba si estaba bien y él me decía: ‘Pero qué coño, si no te digo nada será que está bien’. Era un gruñón muy entrañable»

-¿Crees que nacemos libres o la libertad es algo que hay que ganar?
-Yo me quedo con una frase de Chavela Vargas, “La soledad es el precio que tuve que pagar por ser libre”. No somos libres desde el momento en que nacemos en una sociedad que nos marca unas pautas a seguir, con unos estudios, con un sistema con el que puedes estar de acuerdo o no, y si no sigues esa línea te sales de la norma.

Puedes conseguir cierta libertad si te declaras en rebeldía y si como bien decía Chavela renuncias a tener una relación seria. Por ejemplo, desde que tienes un hijo ya no vives para ti y el miedo a que tu hijo le pase algo es una esclavitud, aunque sí que compensa. Por eso, cuando leía a Chavela pensaba: qué razón tiene. Fue libre, pero nunca tuvo una pareja estable, no llegó a formalizar y tener hijos porque para ella fue más importante su libertad.

-¿Cuáles han sido las experiencias más importantes de tu vida?
-Por supuesto, la maternidad, pero también el poder estar en el hospital haciendo un trabajo por el que no esperas ninguna remuneración. Es algo que me ha cambiado la vida. Ahora entiendo muchas más cosas acerca de la gratitud y de la aceptación de la muerte. Luego, en un sentido mucho más frívolo fue la primera vez que vi el estreno de mi debut en cine con Los hombres siempre mienten. Verme en aquella pantalla tan grande era por lo que llevaba soñando desde que era pequeña.

Otra cosa muy importante fue trabajar con Fernando Fernán Gómez porque él me dio un prestigio que no tenía y sobre todo me dio una seguridad como actriz que para mí era muy importante. Él tenía fama de mala leche y yo estaba en pánico. Aquel hombre tan grande, con aquel pelo tan rojo y aquella voz tan fuerte, cuando trabajaba con él, sin embargo, veía que no me dirigía. En cada toma yo le preguntaba si estaba bien y él me decía: “Pero qué coño, si no te digo nada será que está bien”. Era un gruñón muy entrañable. Yo venía de trabajar con directores más jóvenes e inseguros que te marcaban cada gesto y cada detalle, y después de trabajar para él y ver el resultado fue cuando comprobé que servía para la interpretación.

Beatriz Rico
Foto cedida por B.R.

-En un mundo como el tuyo, donde imperan ciertas dosis de locura, ¿hay que caminar muy orientado para no perder la cordura?
-Primero tienes que estar muy bien rodeado, de familia y de gente que te quiera de verdad. Lo segundo es que los que estamos en esta profesión tenemos un punto de chaladura que los funcionarios no tienen, pero es normal, esta profesión tiene muchos altibajos. A veces tienes mucho trabajo y de repente un día se olvidan de ti durante un par de años. Eso nos hace muy frágiles y vulnerables. Si resistes y no tiras la toalla lo superas y vuelves a estar ahí. Tener a la familia a tu lado para los momentos malos y también para que no se te suban los buenos es fundamental. Yo tengo la suerte de tener a mi marido que me entiende muy bien y conoce mis resortes para que confié más en mí y sea más fuerte.

-¿La inseguridad es el peor enemigo de las mujeres?
-Respecto a las mujeres no lo sé, pero creo que en general los mayores enemigos son la soberbia y el orgullo que como un ciclón destruyen todo lo que se encuentran a su paso. He visto trabajos y relaciones rotas y he sufrido mucho por tener cerca a personas con mucho orgullo que han destruido cosas muy buenas. No entiendo por qué hay gente a la que le cuesta pedir perdón, cuando es una liberación.
La inseguridad, si juegas bien tus cartas, puede incluso jugar a tu favor porque te puede dar un punto de vulnerabilidad y de saber que todavía tienes muchas cosas para aprender.

-Hace un tiempo escribiste en tu Facebook que estabas en un periodo de reflexión. ¿Hay que parar cíclicamente para reordenar la vida?
-No, ya no hago nada premeditado. Lo baso todo en una frase, que dice que ‘Cuando no sepas qué hacer, no hagas nada’. Cuando tengo muchas cosas y no sé muy bien por dónde tirar y mi cabeza entra en caos, si tomo una decisión lo más lógico es que lo haga equivocada. Así que siempre me digo: “Párate, porque cuando menos te lo esperes, cuando estés relajada, entonces te vendrá la luz y la claridad”. Cuando esté tranquila tomaré decisiones.

“La vida te da las cosas cuando ella sabe que es el momento, no cuando tú las quieres”

-¿Al final es una búsqueda del equilibrio?
-Todavía me queda mucho camino por recorrer, pero como dice el Dalai Lama, es el camino del medio, los extremos no son buenos. Prefiero los tonos pastel, por ir a los extremos lo que he visto ha sido destrucción. Ni euforia ni melancolía, cuando los sentimientos están muy disparados hay un desequilibrio y las cosas no están bien.

-De primeras no asociaría los tonos pastel con la imagen que llega de ti, una mujer pasional que habla con franqueza y un tanto irreverente.
-Claro, pero es que yo lucho contra esto, por eso leo al Dalai Lama y este año nos fuimos de vacaciones a Bali y nos recorrimos todos los templos budistas. Siempre he temido mucho a los cambios de ánimo, y me he dado cuenta que en la vida real ni lo malo es tan malo ni lo bueno es tan bueno. Y, sin embargo, cosas que inicialmente no me decían mucho al final han ido creciendo, como el caso de mi monólogo que nació de un folio y un boli, y me ha dado tantas satisfacciones que no se pueden contar.

Beatriz Rico en "Antes muerta que convicta"
Foto cedida por B.R.

“El personaje de mi monólogo Antes muerta que convicta es una loca divertida que tiene mucho de mí, de mis neuras y mis traumas”.
La actriz empieza en marzo su cuarto año de gira con este trabajo, tras realizar una pausa para presentar la obra de teatro Palabras Encadenadas, de Jordi Galcerán.

Antes muerta que convicta

-Te pronuncias sobre todo tipo de temas. ¿Qué te parece el nuevo Gobierno?
-No sé si lo van a hacer bien o mal. No pongo la mano en el fuego por nadie, porque en política hemos pasado por tantas decepciones y desilusiones… pero son gente joven que vienen con ilusión y se merecen una nueva oportunidad. Y sino, para esto está la democracia, para que dentro de unos años se vayan. En el Congreso los españoles hemos oído unas cosas que no nos merecemos. No se puede convertir esta institución en una taberna donde insultarse, nos faltan al respeto.

-¿Qué podría esperarse de ellos?
-Yo solo espero que luchen y peleen por los que más lo necesiten, por los colectivos más vulnerables como son los niños o las mujeres en situación de maltrato, y sobre todo que se asigne presupuesto a la Ley de Dependencia. Cuando estoy en el hospital se me rompe el corazón porque muchas de las cartas de la Dependencia llegan cuando la persona ya ha fallecido. Llevo toda la vida pagando mis impuestos y quiero que mi aportación sirva para esas personas que están en situación de dependencia.

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