Para la arquitecta asturiana Clara González, parte de la esencia de su creatividad surge de la fusión. La arquitectura y la cerámica son las dos fuentes de las que beben sus obras y reflejan parte de su personalidad. Como ella misma dice “poder transmitir en un solo objeto muy sencillo y directo, una idea a la que tú le has dado muchas vueltas, que tiene mucha profundidad”.
Lloza Studio es un lugar experimental en el que poder conectar con diferentes disciplinas y conocimientos a través del material cerámico. Un punto de encuentro entre la artesanía y la industria. Entre la arquitectura y la cerámica.
-¿Qué fue lo que te motivó a estudiar arquitectura?
-Fue una intuición. La verdad es que no entendí por qué había elegido la carrera hasta que la terminé. Siempre tuve mucha vocación, pero no había nadie de mi familia que fuese arquitecto, ni tan siquiera conocíamos a nadie que lo fuese. Me acuerdo que el primer día de la carrera, una de las preguntas que nos hicieron fue cuáles eran nuestros arquitectos favoritos y yo no supe decir ninguno porque no tenía ni idea. A medida que fue avanzando la carrera fui descubriendo el motivo, y lo que más me gustó es que se analizaba un mismo problema desde puntos de vista diferentes. Es una carrera muy completa y bonita, porque un día estás hablando de historia, otro de matemáticas, de estructuras, fluidos, instalaciones, sociología, urbanismo… Es complejo y también tiene un componente subjetivo que no te puede enseñar nadie porque la subjetividad se puede entrenar pero no aprender. Lo más interesante fue la mezcla, el entender que la realidad es muy compleja y que con una sola fórmula matemática no puedes abarcarlo todo. Es una suma de disciplinas y conocimientos.
“La cerámica me llamó la atención porque a pesar de ser un material creado por el hombre se integra perfectamente en lo natural”
-Cuando terminaste arquitectura te adentraste en el mundo de la cerámica. ¿Qué fue lo que te llamó la atención de este campo?
-Descubrí la cerámica en 2014, que era la época en la que estaba haciendo el proyecto final de carrera. Estábamos muy estresados y para que toda mi vida no fuese el proyecto me apunté con una amiga a un ciclo superior de cerámica. Concretamente alfarería en la Escuela Francisco Alcántara en Madrid. Las mañanas las dedicábamos a cerámica y las tardes trabajábamos en el proyecto, y la verdad es que me atrapó por completo. Tenía un desconocimiento total y se me abrió todo un mundo de posibilidades, tanto es así que cuando lo acabé, decidí seguir y después de alfarería hice matricería, que es otra especialidad que precisamente me abría las puertas para encontrar un punto medio entre la industria y la artesanía.
-A nivel personal, ¿qué te da cada una de las dos ramas?
-Unir las dos cosas me dio mucha satisfacción porque cuando aprendes una disciplina lo haces como si fuese una isla y no te das cuenta de la gran cantidad de posibilidades que puede tener hasta que la relacionas con otros ámbitos. La cerámica fue una especie de universo nuevo en el que bucear y la verdad es que me agarré a él como punto de partida para hacer una investigación. Yo creo que especializarse y a la vez abrirse es una táctica útil cuando intentas desarrollar algo. Estas dos ramas me ayudan a tener una dirección.
-¿Qué crees que le aporta la cerámica a la arquitectura?
-La arquitectura es una disciplina que se basa en diseñar y construir espacios y estos tienen que ser materializados de alguna manera. Los materiales de construcción son esenciales y su conocimiento también. De todos estos materiales la cerámica me llamó la atención porque, a pesar de ser un material creado por el hombre -si no existiésemos los humanos en el planeta la cerámica tampoco existiría-, me gusta su naturalidad, cómo se integra con lo natural a pesar de ser una cosa artificial.
“Hay una nueva corriente de interés no solo en el mundo de la cerámica sino en general, de volver a la esencia”
-Está habiendo un resurgir de la cerámica tanto en exteriores como en decoración de interiores. ¿El hombre vuelve a reencontrarse con la arcilla?
-Totalmente. Hay una nueva corriente de interés no solo en el mundo de la cerámica sino en general, de volver a la esencia. De alguna manera hemos corrido mucho, aprendido un montón de cosas y nos hemos olvidado de las técnicas más ancestrales como la cerámica, que nos lleva acompañando desde los primeros tiempos. Siempre ha estado presente. Volver al origen me parece muy bonito, pero sin olvidar lo que hemos aprendido, hay que saber combinar ambas cosas.
-¿Cómo visualizas las ciudades del futuro?
-Ahora mismo tengo mucha curiosidad por ver cómo la tecnología va a afectar a la creación de objetos. La inteligencia artificial, la informática y las nuevas tecnologías están yendo en paralelo a los oficios más tradicionales. Encontrar un nexo de unión entre lo tecnológico y el material puede ser interesantísimo. La verdad es que reflexiono mucho sobre cómo va a ser el mundo en el futuro, cómo van a ser las profesiones dentro de veinte años y no quiero hacer lo que podría hacer una máquina. Las máquinas se van a convertir en expertos en hacer cosas que hasta ahora hacíamos nosotros, y lo van a hacer mejor. Van a ser como grandes especialistas de un trabajo concreto. Para mí la solución a esto sería potenciar aquellas cosas que nos hacen humanos como trabajar en equipo, la empatía, ser multidisciplinares y estar abiertos a diferentes variables.
“Desearía que la gente entendiera mis piezas como el punto final de una investigación”
-¿Qué te inspira a la hora de crear?
-Es verdad que la inspiración está en todas partes. Soy una persona curiosa y me interesan sobre todo los procesos de las cosas, los procedimientos y ahí sí que me atrevo a salir de mi campo. Por ejemplo, lo que te comentaba de la inteligencia artificial, de cómo aprende un ordenador eso lo llevé al proceso de la cerámica y me inspiró mucho. Saber cómo se transforma en física química una partícula para alterarse completamente y que eso sea irreversible o cómo se ha formado la arcilla a través de millones de años… eso me atrae. También los procesos intelectuales, porque los objetos que hago siempre tienen detrás una investigación conceptual.
-¿Qué dicen tus creaciones de ti?
-Me parece que lo más potente que tiene el mundo del diseño y del arte es traducir a un lenguaje sencillo algo complejo a nivel técnico y conceptual. Me gustaría que la gente entendiera mis piezas como las veo yo: el punto final de una investigación que como parte del recorrido todavía tiene capacidad de seguir evolucionando.
“En contraposición al trabajo que harán las máquinas, debemos potenciar lo que nos hace humanos como trabajar en equipo, la empatía, ser multidisciplinares y estar abiertos a diferentes variables”
-¿Qué compromiso debe asumir un arquitecto con la sociedad y el entorno en el que se desarrolla su proyecto?
-Creo que subestimamos el poder que tiene la arquitectura para alterar nuestras vidas. Cómo está configurada una ciudad determina completamente nuestra forma de vivir, nuestra forma de entender la vida, nuestras prioridades e incluso si vamos o no a ser felices. Cosas como si vas o no a tener un coche está condicionado por el espacio en el que te mueves. En este sentido tenemos que entender todas las consecuencias y lo que hay detrás del diseño y de la toma de decisiones.
-Eres de Salinas, estudiaste en Madrid y has viajado por Europa para formarte. ¿El talento viaja por obligación en busca de oportunidades o por devoción?
-No lo sé, creo que las dos cosas. Desde muy pequeña supe que todo lo que estaba pasando en el mundo, no pasaba solo en Salinas. Había una parte muy grande del conocimiento y de cosas que de alguna manera me estaba perdiendo. Es verdad que no me fui por huir del pueblo pequeño, si no por curiosidad, por inquietud y por aprender cómo eran otras realidades y otras formas de vida. Y, por supuesto, para hacer arquitectura y arte.
“Me gusta pensar que es posible liderar un proyecto exitoso y totalmente contemporáneo desde una ciudad pequeña”
-¿Te visualizas volviendo a tu tierra para instalar allí tu taller?
-El camino que hice de encuentro con la cerámica, de volver al origen, también lo veo en la vida. De alguna manera, al final siempre tendemos a volver al origen. Me gusta pensar que es posible liderar un proyecto exitoso y totalmente contemporáneo desde una ciudad pequeña. Me atraen los artistas que han hecho un retorno a sus orígenes, siguen trabajando con la misma materia prima y lo hacen desde lugares que no son tan cosmopolitas como una gran ciudad. Admiro la trayectoria de Chillida, cuando todos estaban en París en la élite de la intelectualidad, él vuelve a su pueblo del País Vasco y sabe sacar desde ahí unas obras totalmente contemporáneas con un pensamiento desarrolladísimo y nada pueblerino.
-¿Cuál es tu utopía?
-Me encantaría sentir que he aportado algo. Eso es lo que realmente me haría sentir realizada y también que actúo con independencia. Creo que tomar decisiones con libertad es la verdadera felicidad.