Ha conseguido con su prosa miles de lectores fieles y los más prestigiosos premios del país, como el Planeta en 2009 con su novela “Contra el viento”. En su vida, esta asturiana se siente comprometida con la literatura y la sociedad en la que vive, especialmente las mujeres, que son a menudo el centro de sus escritos y reflexiones.
-Empecemos con la literatura, ¿cómo se enfrenta al acto de la creación, a un espacio blanco?
-Con pavor, con un enorme sentido de la responsabilidad, con el ansia de querer hacer una gran obra… Pero también con la satisfacción de saber que he conseguido lo que deseaba desde pequeña: ser escritora.
-¿Qué compromiso concreto tiene con la literatura?
-El de hacer las cosas lo mejor posible, desde luego. No entiendo la literatura como un mero entretenimiento o una manera de ganarme la vida. Me dejo la piel en cada libro. Y si me preguntas sobre cuál sería el trabajo de un escritor, te diría que reflexionar sobre la condición humana, especialmente sobre las zonas más oscuras de nuestras vidas. A mí es lo que más me interesa de mi trabajo.
-Ha escrito sobre Sissi, sobre las creadoras olvidadas, sobre el maltrato y la inmigración, sobre el silencio de los perdedores tras la Guerra Civil… ¿Qué componentes tiene que tener una historia, una época, un personaje… para lograr el interés de Ángeles Caso ?
-Depende. Hay aspectos muy diferentes de la vida y de los seres humanos que me interesan. Pero, en general, me gustan los rebeldes y los fracasados que no se resignan al fracaso.
-Entre sus dos últimas novelas han pasado nueve años. ¿Dónde habita la necesidad de escribir durante ese tiempo?
-En ese tiempo estuve haciendo otras cosas: ensayos, biografía, cine, literatura infantil, traducciones, artículos… Trato de ser totalmente honesta conmigo misma, y no sentía ninguna necesidad de ponerme a escribir una novela, algo que para mí significa un esfuerzo enorme, como si tuviera que subir al Everest.
-Ha ganado premios como el Planeta o el Premio de Novela Fernando Lara, ¿cómo compagina el reconocimiento público alguien tan celoso de su intimidad y buscadora constante de la serenidad?
-Lo vivo con bastante equilibrio, creo. Mi vida privada queda exclusivamente para mí y, en cuanto me quito “la ropa para las fotos” y el rimmel, vuelvo a ser yo misma.
Mirada femenina
-¿Qué distingue la mirada de una mujer, a la hora de ver el mundo y luego escribir sobre él?
-La vida de una mujer es distinta de la de un hombre, por razones orgánicas -físicas y químicas- y también, supongo, culturales. No quiero generalizar, pero me parece obvio que a menudo nuestras experiencias son diferentes, nos interesan otras cosas y nos comunicamos de manera distinta. Yo reivindico esa mirada femenina, que nunca ha tenido espacio en un mundo dominado siempre por los hombres y por sus principios, intereses y gustos. También en la literatura.
-En su compromiso con las mujeres, escribió “Las olvidadas”, mujeres creadoras entre los siglos XII y XVII cuya labor no se recoge en la historia. ¿Quiénes diría que hoy son las mujeres olvidadas?
-Hay muchísimas. Cualquiera que no ocupe los primeros rangos de la sociedad. Las madres que tienen que sacar solas a sus hijos, las hijas que cuidan devotamente de sus padres ancianos, las prostitutas esclavizadas, las niñas de las que abusa un adulto…
“Tener valores de verdad significa ser libre. Y, en ese sentido, creo que tenemos más ventajas que en otras épocas. Podemos pensar por nosotros mismos y elegir qué tipo de vida queremos hacer”
-Otras olvidadas, a las que ha dedicado su última y premiada obra “Contra el viento”, son las inmigrantes. Una de las reflexiones que sugiere su libro es que las mujeres europeas han construido su libertad sobre la esclavitud de las mujeres inmigrantes. Ser libre y perder la ética en el camino no parece una buena combinación…
-Desde luego. Pero me temo que es algo que sucede demasiado a menudo. La cultura griega, por ejemplo, llegó a ser lo que era porque se desarrolló en una sociedad esclavista, donde la gente privilegiada tenía tiempo para crear y pensar. Es así de triste. Personalmente, la ética me interesa muchísimo, y creo que cualquier privilegio que se base en la explotación de otros es inmoral.
-¿Y las mujeres son verdaderamente libres o siguen esclavas de la arruga, la moda, la imagen de ser buenas personas, trabajadoras y madres…?
-Somos lo que queremos ser. Me refiero por lo menos a buena parte de las mujeres occidentales, que tenemos libertad suficiente para elegir nuestro camino. Yo, en ese sentido, me siento esclava de pocas cosas. No me creo menos que otras mujeres por no ponerme botox o no usar tacones, por ejemplo. Y defiendo mi derecho a sentirme libre a ese respecto. Creo que tenemos suerte de vivir en el tiempo en el que vivimos y en esta parte del mundo.
-En “Contra el viento” aborda también el maltrato femenino. ¿Por qué cree que es un tema poco tratado en la literatura masculina?
-Es interesante esa reflexión… Lo cierto es que los hombres no sólo no escriben sobre ese tema, sino que ni siquiera quieren leer o hablar sobre él. Lo rechazan. Creo que les molesta comprobar que hay una parte de ellos que son tan agresivos. Cuando sale el tema en alguna conversación, suelen reaccionar diciendo: “Bueno, sí, eso es verdad, pero yo no tengo nada que ver…” Es una reacción bastante infantil, como el niño que ante la posibilidad de una regañina grita “¡Yo no fui!”. Sinceramente, echo de menos más solidaridad por su parte a este respecto.
-Usted es de las que creen que “Otro mundo es posible” en base a las mujeres, la bondad del ser humano o el cuidado de la naturaleza. Sé a ciencia cierta que, pese a no ser la cara de ninguna ONG practica en su vida diaria en estos tres campos. ¿Por qué se necesita tanto la visibilidad? ¿Hemos perdido los valores auténticos que se llevan dentro de cada uno?
-No creo que esta época sea peor que otra respecto a los valores. Eso que llamamos valores o principios a menudo no han sido más que hipocresía, una forma de comportamiento destinada a guardar las apariencias ante la sociedad. Tener valores de verdad significa ser libre. Y, en ese sentido, creo que tenemos más ventajas que en otras épocas. Podemos pensar por nosotros mismos y elegir qué tipo de vida queremos hacer. Yo sigo creyendo que es posible otro mundo, y que la vida podría ser mucho más sencilla y agradable de lo que es si todos tuviéramos un poco de “buen rollo”. Intento practicar esas ideas en mi manera de vivir, pero tampoco pretendo ser un ejemplo para nadie.
-¿Y qué piensa cuando la crisis saca lo más insolidario de las sociedades capitalistas, cuando los trabajadores se vuelven racistas, los gobiernos reducen su aportación a ONG o a la ONU…?
-Es lamentable. La crisis está siendo dramática para mucha gente, pero creo que sería una pena que desperdiciáramos todo ese sufrimiento: debería ser una oportunidad para cambiar nuestra manera de vivir y volvernos menos derrochadores, menos egoístas y más preocupados por las cosas que de verdad son importantes. Si no ocurre eso, me temo que esto termine siendo una de esas catástrofes sociales que luego aparecen recogidas en los libros de historia…
Angeles cercana
¿Qué hace Angeles Caso cuando no escribe? ¿En qué otros campos desarrolla su creatividad?
Leo mucho, viajo, escucho música. Me gusta reunir a mis amigos en casa. También cuido de mis plantas y hago punto de cruz para relajarme, como las viejas damas victorianas.
¿Puede adelantar en qué trabaja actualmente?
Acabo de terminar “Las casas de los poetas muertos”, un libro que es un recorrido por las casas-museo de varios escritores: Cervantes, Lope de Vega, Jovellanos, Rosalía de Castro, Emilia Pardo-Bazán, Antonio Machado y Federico García Lorca. Me han dado el premio de Libros de Viaje de Llanes, cosa que me ha causado mucha alegría. Y ahora quiero empezar una novela.
¿Para cuándo un libro con Asturias como escenario?
Aunque no la nombre expresamente, Asturias siempre está presente en mi obra. El paisaje, el clima, la luz, los olores… Todo eso suele aparecer en mis novelas.
Y por último, ¿en qué lugar de Asturias prefiere veranear?
En el Oriente. Mi padre era de Soto de Cangas, al lado de Covadonga, y siento una unión muy profunda con esa zona. Sobre todo con la montaña, que me gusta más que la playa.